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Clara Janés y las raíces femeninas de la literatura

En Guardar la casa y cerrar la boca, editado por Siruela, la poetisa Clara Janés nos guía en un recorrido histórico en busca de las mejores voces femeninas de todas las culturas, de todos los tiempos.

9788416280513_L38_04_xEste 8 de marzo es la ocasión perfecta para cavar hasta dejar al descubierto nuestras raíces culturales y antropológicas y admirar la enorme riqueza que las voces femeninas han aportado a la literatura durante siglos. Ese es el objeto de esta obra, cuyo título viene dado por un ensayo de Fray Luis de León, La perfecta casada, que, considerado en su justo contexto no tiene desperdicio y, hasta bien entrado el siglo XX, podía servir sin problemas en nuestro país como una obra de referencia para mujeres casadas y madres de familia. No es de extrañar que la tradición antropocéntrica –en el sentido más estricto de la palabra: en un mundo de hombres, sólo los hombres han tenido voz y voto, literal y tradicionalmente- haya dominado, dejando tan poco espacio a la voz femenina.

La mujer, históricamente relegada a un segundo plano, segregada en muchos aspectos sociales y culturalmente clasificada por defecto como criatura poco útil más allá de crear vida, ha visto cómo sus posibilidades de expresión quedaban censuradas a menos que contasen con recursos suficientes –como podría ser el poseer determinado estatus social- o empleasen un seudónimo para esconderse del mundo y hacer creer que quien firmaba era un varón (un ejemplo de ello es Currell Bell, que escondía ni más ni menos que a Charlotte Brönte). Tal como apunta Janés, antiguamente sólo aquellas mujeres que no estuvieran absolutamente sometidas a sus tareas pudieron cultivarse. Y no sólo son muchísimo más escasas las protagonistas femeninas en este campo artístico, sino también en otras áreas de conocimiento.

Por suerte, la historia está llena de voces que prevalecieron y es nuestro deber rescatar y homenajear a las autoras antiguas que sentaron las bases de la creación literaria. En orden cronológico, desde la sacerdotisa acadia Enheduanna (2285–2250 a. C.) –probablemente el primer autor del que se tiene noticia-, pasando por la venerada poetisa griega Safo o las romanas Cornelia, Hortensia y Sulpicia, vamos siguiendo las huellas de las pioneras literarias, más o menos conocidas. También hay espacio para las poetisas árabes u otras mujeres que hicieron que la palabra prevaleciese, como las trovadoras, las esclavas o las guerreras. La tradición oral ha ayudado a complementar la escritura, especialmente en aquellos casos en que el registro escrito y la difusión física de aquélla no fue posible.

En definitiva, una ventana necesaria a la historia de la literatura con perspectiva de género.  Guardar la casa y cerrar la boca es la rebelión tardía de las mujeres de nuestro tiempo contra la expresión tradicional, monocorde y dominante; aquella que no pudieron permitirse en su momento muchas de nuestras predecesoras.

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