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Cristina Rausell: “Mis cuentos son para adultos, aunque no me importaría que los leyeran niños”

Entrevistamos a la autora de El país donde duermen las sombras, publicado por Alacena Roja, un libro exquisito en el que siete relatos con apariencia de fábula o cuento de hadas giran en torno a conceptos tan maduros como la pérdida o la individualidad enfrentada al colectivo. Un libro que se sirve de la magia y lo onírico para afrontar realidades cotidianas.

P.: En primer lugar me gustaría que nos contaras cómo nace la idea de El país donde duermen las sombras. ¿Cuál era tu idea, qué buscabas transmitir?

R.: Sigo la línea de mi primer libro de relatos pero con un planteamiento más maduro, menos espontáneo. Quería hacer un libro sobre la pérdida, cómo influye en nuestra vida, y como todo proceso de madurez se basa en ella.

P.: ¿Qué va a encontrar el lector en este libro?

R.: Siete cuentos con o sin final feliz, eso depende del lector, pero siete formas asombrosas de acercarse de otra manera a la realidad.

a9P.: Siete fábulas en torno a la idea de pérdida, pero también he encontrado muy presente una defensa de la individualidad, de la diferencia. ¿Esto era algo que tenías pensado antes de escribir o fue surgiendo durante el proceso?

R.: Me alegra tu pregunta. Es uno de mis temas claves, ya presente en mi libro anterior, y en especial en uno de sus cuentos: La montaña de sal. Creo que es un tema crucial, y la utilización de dicha diferencia por el poder como mecanismo de exclusión, de negación frente al otro. Es el tema de la otredad, que atraviesa nuestra existencia como seres sociales. Ese otro lado que bifurca siempre nuestra mirada. Ese tema atraviesa también cada una de las historias que componen este libro: el pequeño energúmeno que aspira a ser algo más que un simple energúmeno, la muñeca azul que rompe con el standard system de la muñeca perfecta, la reivindicación del discapacitado psíquico y su lugar en el mundo en El extraño mundo interior de mi tío Andrés, el niño globo que echa a volar, la pequeña obrera que percibe frente a las demás el desorden y la corrupción de la colmena, la búsqueda de la verdad y la superación del tabú de Orión, o la diferencia consustancial que en el tiempo provoca cualquier forma imaginaria de amor eterno, en Nostos. La diferencia es un tema que enlaza con otra de mis constantes literarias, la dualidad tan propia del territorio de la fábula que se manifiesta de modo extremo en uno de los primeros cuentos que escribí Unidas.

P.: El estilo tiene mucha importancia en tu libro, estas fábulas en su mayoría son relatos adultos disfrazados de la atmósfera del cuento para niños, ¿No tienes miedo de que se confunda el envoltorio con el contenido?

R.: Mis cuentos son para adultos, aunque no me importaría que los leyeran niños. Por ejemplo, El niño globo admitiría una cierta lectura infantil, incluso Azul. Me gusta construir mis cuentos con varios registros, que admitan diferentes lecturas. Es cierto que en este libro utilizo esa atmósfera, y también elementos del cuento de hadas, pero sólo formalmente, la historia que quiero contar es otra. La atmósfera del «fairy tale» está presente en el primer cuento que abre este libro, en La casa del acantilado entramos en el territorio mágico del bosque y una extraña casa familiar, pero de inmediato el cuento evoluciona hacia otro terreno. En algunos relatos utilizo la mirada de niños para mostrar ciertas realidades veladas, como en El extraño mundo interior de mi tío Andrés. No me da miedo ese riesgo, lo asumo. La literatura debería ser eso. Mi estilo se fundamenta en ese recurso, me cuesta prescindir de él.

P.: Una cosa que me ha gustado mucho es el tratamiento que das a los finales. ¿Te resultó difícil como escritora moverte en este estilo, no caer en la moraleja fácil o evitar que el ambiente de fantasía se adueñara del concepto?

R.: Cada historia busca su propio final, mis finales no los construye la acción, sino otros elementos más diseminados; a veces surgen desde el principio, otras brotan solos casi al final. Siempre me gusta que sean abiertos, que le dejen su espacio al lector. Me preocupa más ser coherente con la lógica interna de mis cuentos que sorprender al lector; a veces sembrar una duda es mucho más importante que resolver una situación, pero tampoco quiero ser previsible, el final me seduce por la tensión que refleja, la necesidad de poner en equilibrio todo eso. Como mi admirado George MacDonald apunta en su ensayo La imaginación fantástica, la creación de un mundo imaginario exige instaurar una lógica nueva. Trato de ser coherente a la lógica interna que cada cuento impone.

P.: ¿Dicho estilo es predeterminado para El país donde duermen las sombras o podríamos hablar del estilo de Cristina Rausell como escritora?

R.: Creo que es una constante en todo lo que escribo. Mi primer cuento fue Otra vuelta de tuerca, una fábula donde la vida doméstica de una mujer la acaba transformando en la tuerca de un mecano. La escribí cuando tenía 19 años, fue mi primer relato. Un cuento extraño, onírico. Creo que el recurso a lo fantástico es un constante desde siempre en todo lo que escribo. Y dentro de la literatura fantástica, de acuerdo con la clasificación de Todorov, me interesa en especial el cuento extraño: vuelvo a hacer una incursión en él en mi nuevo libro, en El extraño mundo interior de mi tío Andrés. No quiero dar demasiadas pistas sobre este  cuento, es preferible su lectura, pero creo que al final hay ciertos elementos que dan coherencia y sentido a la historia del tío Andrés.

P.: ¿Escribiste los cuentos expresamente para este libro o recopilaste alguno que ya tenías escrito?

R.: Los cuentos fueron escritos después de la publicación de Constelación, y parten de un proyecto donde había diferentes historias, hasta que deseché algunas y me quedé con las mejores. Me gusta partir de un concepto previo, y a partir de ahí escribir diferentes relatos. Creo que construyo siempre mis historias como integradas en algo más grande, de algún modo están interrelacionadas; unas veces de forma intencionada, otras se establecen conexiones entre los cuentos de las que yo a veces no soy consciente, solo al final cuando ya tengo una visión más de conjunto las veo.

P.: El país donde duermen las sombras es un libro delicioso que sorprende por una imaginación y romanticismo desbordantes, ¿está dirigido hacia algún tipo de público en concreto?

P.: A todo aquel que quiera leerlo, y no haya perdido su capacidad de soñar.

P.: Háblanos un poco del proceso a la hora de publicar con la editorial, Alacena Roja. ¿Te costó mucho encontrar editorial?

R.: El mundo editorial no es permeable a los autores que empiezan. Menos aún en época de crisis. Nadie quiere arriesgar si no hay un nombre detrás, conocido o que se quiera promocionar. Creemos vivir en la sociedad de la información, pero en realidad vivimos en la sociedad del espectáculo. Defender un proyecto personal tiene sus riesgos. Entonces te encuentras con Alacena Roja y descubres que las editoriales independientes y serias sí existen, y entonces surgen cosas fantásticas como este libro, con una edición cuidada, y con unas ilustraciones increíbles, muy personales, de Luisa Navarrete, que ha puesto también mucho de ella en este proyecto.

P.: ¿Cómo ves el panorama literario actual, sobre todo desde la perspectiva de los escritores noveles?

R.: Lo veo complicado pero no imposible. Están surgiendo dos procesos inversos: en el sector editorial la concentración empresarial amenaza a los sellos independientes, y en general, a la pluralidad. Pero por otro lado, se abren nuevos cauces, plataformas y herramientas, más posibilidades de dar a conocer tu obra, más posibilidades para hacer aquello en lo que realmente crees.

P.: ¿Qué opinas sobre la guerra entre el libro electrónico y el tradicional; pueden coexistir o el primero acabará, como dicen, con el segundo? ¿Ayudan plataformas como Amazon o todo lo contrario?

R.: No se puede poner freno al progreso. El libro electrónico está ahí y es el futuro, queramos o no. Pero no creo que elimine al libro en papel: están llamados a coexistir, a complementarse. Puede que quieras conocer a un autor, o que no te apasione como para comprarlo en papel y apuestes por un formato más económico. Respecto a Amazon, es una revolución, es una fuente de recursos variados, a veces, se dice, sin filtros, pero inmensa.

P.: Resides en Valencia, tu ciudad natal. ¿Resulta más complicado desde una ciudad alejada de los focos de Madrid y Barcelona darse a conocer o que se hable de tu obra?

R.: Me siento orgullosa de ser valenciana. Pero haciendo un ejercicio de autocrítica creo que no nos hemos querido bien, han jugado demasiado a dividirnos, y esa división marca nuestra identidad, nos impide avanzar. También nos hace invisibles. En ese sentido, creo que puede ser más fácil en otras ciudades con una vida literaria más intensa, o con una industria editorial más grande, como Madrid o Barcelona.

P.: En el mismo sentido, ¿hasta qué punto consideras importantes para un escritor el uso de redes sociales, blogs, etc.?

R.: Me parece fundamental, las redes sociales permiten ponerte en contacto con mucha gente. Esta comunicación en red forma parte de nuestro tiempo, y cada vez más, la comunicación ha dejado de ser lineal, esto sin duda transforma nuestra manera de ver el mundo, de percibirnos y de relacionarnos con los demás.

P.: Me gustaría que nombraras alguna de tus referencias, ese escritor/a que te marcó en su momento o ese descubrimiento actual que te ha sorprendido.

R.: Mi primera influencia fue la literatura mágica de García Márquez cuando tenía 12 años, en un cofrecito de Bruguera, como un tesoro, que me compró mi hermana, con sus cuentos y novelas. Supuso para mí traspasar el panorama de los escritores españoles de posguerra que me enseñaban en el colegio, descubrir una forma asombrosa de literatura. Luego vendrían otros mundos mágicos como los de Borges, Cortázar o Kafka. En la literatura española siempre me ha apasionado Ana María Matute, creo que ella es diferente a todo lo demás, ella es «la literatura» en estado puro. Luego hubo descubrimientos posteriores como Clarice Lispector o Flannery O’Connor, dos maestras del cuento. De estas dos mujeres me gustan sus finales; O’Connor me parece atemporal, sigue siendo moderna, como si hubiera nacido ayer, y Lispector una maga que elevó la literatura a otro estado de consciencia. Recientemente me ha sorprendido Margaret Atwood en alguno de sus cuentos, y Alberto Chimal, como una de las grandes voces nuevas de Latinoamérica que suenan con fuerza.

P.: Un sentimiento o una reflexión que te gustaría que quedara en la mente de alguien que acaba de leer tu libro.

R.: Siempre hay un principio. Es la clave de nuestra existencia: nuestra capacidad de regeneración, en lo personal y en lo social, hoy más necesaria que nunca.

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