Como lector tengo un profundo respeto por la literatura italiana, también por su cultura, su cine, su arte –creo que cada italiano debía conocer, indagar, reflexionar sobre sus referentes-. Leer a Moravia, Pasolini, Umberto Eco, entre otros, es descubrir todo un país. La comedia del arte es una propuesta atrevida, una tradición que llega hasta el maestro bufón Darío Fo, que cuestiona el poder e invita al público no sólo a reflexionar sino a evitar que éste sea un sujeto pasivo. La sátira es la semilla, creo yo, de la comedia del arte; ese imprescindible concepto, ese discurso mordaz agudo, sin duda una composición poética cuyo objeto es censurar acremente a alguien o algo. Pero la sátira no sería posible si no se acompaña de su sentido lúdico y sus valores incuestionables, la enseñanza, la exempla, la importancia de lo bufonesco entre otras cosas. El verdadero bufón es un humanista, conoce la realidad, no es un trilero, su discurso tiene una proyección posterior, no es algo puntual, contiene una crítica, una sátira desde luego, o una experiencia que puede ser incluso dramática. El humor destruye para volver a construir, muestra la verdadera importancia de las cosas, echa abajo lo aparente, lo hipócrita; renace la vida, surge en el peor momento cuando la sociedad está alienada, no es algo banal. El humor es algo más profundo de lo que la gente piensa, el humor no es un simple espectáculo; es rico, enriquece a la sociedad, pero nunca la secuestra, ni la aliena ni la pudre (un ejemplo: Berlusconi es lo contrario a esto, la mejor manera de conocer sus malas artes, su sentido fascista del espectáculo, es visionando El caimán del grande Nanni Moretti, a lo mejor sin querer hiero sentimientos, pero no es mi intención). Recuerda la picaresca española.
Decía Sartre que sólo existe literatura si es de compromiso, que más allá no hay literatura. Déjame que te hable de un escritor italiano, maestro y periodista, nacido en Racalmuto: Leonardo Sciascia. Copio unas notas, al pie de página, que he encontrado por casa acerca de su temática como literato. Sicilia y los sicilianos están presentes en la mayoría de sus obras, traducidas a numerosos idiomas; no en vano la mayor parte de sus novelas están ambientadas en esta isla mediterránea. Fue un gran conocedor de España, país que aparece en varios de sus libros y en especial en Horas de España, y leyó sobre todo a Cervantes y a José Ortega y Gasset. Decía de El Quijote que debía leerse “como mínimo dos veces». A lo largo de las más de treinta obras que dejó publicadas, Sciascia legó su interpretación del mundo y de los grandes interrogantes de la humanidad a través de su «sicilianidad». Publicó en 1961 su primera novela policiaca sobre la mafia, El día de la lechuza. Otra de ese tipo es A cada cual lo suyo (1966). En El archivo de Egipto describió Sicilia a finales del siglo XVIII. En el último decenio publicó un buen número de novelas breves de gran intensidad: El teatro de la memoria, 1912+1, La bruja y el capitán, Puertas abiertas, El caballero y la muerte y Una historia sencilla. Mi obra preferida es Muerte del inquisidor (1964).
Conversando con el gran poeta José Hierro acerca de esto hace mucho tiempo me comentaba: “Si yo me levanto una mañana, abro la ventana y veo unos pajaritos [el poeta vivía en un pueblo llamado Titulcia, en Madrid], estoy tan feliz que puedo hacer un poema sobre ellos”. Recuerda que el poeta Pablo Neruda compuso doce poemas de amor y una canción desesperada pero también El canto general: una obra política y de compromiso social; todo puede convivir en la mirada, sólo debemos ser capaces de detenernos. Neruda comienza a explorar lo que le rodea, el mar, las piedras, los sonidos, es un naturalista (lean Residencia en la Tierra). Neruda desde luego avanza, no sólo estudia el paisaje, sino que implica a sus criaturas; su visión ingresa en el hombre, en su problemática, en su historia…
En mi opinión existe ya un compromiso cuando el escritor se sienta cada mañana a escribir, si es de verdad un escritor, no un malnacido. La importancia de lo geopolítico, de la historicidad es consustancial, nos rodea. El escritor pertenece a la polis, se integra en ella; es político, pero no un político profesional: es que lo personal siempre es político. Debe ser capaz de renunciar a sus intereses egoístas, ha de ser un creador por encima del bien y del mal, se debe a su arte, y se debe también a la sociedad sin ser mercenario ni truhán. La información que aporta debe ser contrastada. Cervantes, entre otras cosas, es un cronista de un tiempo. Su arte ha trascendido hasta hoy.
En la imagen, Leonardo Sciacia.
Fuente de imagen de Pasolini, aquí.