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«El crimen del padre Amaro», de José Maria Eça de Queirós

Corre el año 1875. Queirós publica la presente obra por capítulos editados dentro de la publicación portuguesa Revista Universal. Un año más tarde se termina editando finalmente como libro.

blog-15-crimen-padre-amaroEl crimen del padre Amaro es una novela naturalista; su estilo proceloso viene influenciado por Zola y Flaubert. Su autor es capaz de recrear ambientes en los que sobresale un crucial estudio psicológico de los personajes, todos ellos redondos, sin duda poliédricos. En la medida de lo posible Queirós prefiere no juzgar, sino mostrar un universo cerrado. Su estilo es exquisito. Seguimos perfectamente el recorrido de los personajes y sus motivaciones.

El autor plasma, desde luego, los cambios dentro de la sociedad de la segunda mitad del siglo XIX. Los avances sociales, científicos y la asunción común de ideas ilustradas trasforman a marchas forzadas el mundo y sus ideas frente al inmovilismo –es peligroso confundir las ideas con las creencias, esta novela decimonónica, en el buen sentido de la palabra, nos habla de ello-. Dentro de este contexto la obra viene a señalar el empeño de la Iglesia católica de mantener su dominio no sólo sobre las almas, sino sobre la existencia material y terrena de la población. Sirviéndose de la historia de la seducción de una joven por parte de un sacerdote –se nos propone entre otros temas la cuestión del celibato-, el autor muestra entre otras cosas cómo los eclesiásticos tratan de mantener sus rentas –prebendas-, al tiempo que marcan sus relaciones con el poder. Su interés e intervención en intrigas tanto políticas como románticas les aleja de cumplir los preceptos de la vida eclesiástica.

Mientras se nos va relatando la pasión carnal del sacerdote Amaro y sus ardides para conseguir los favores de la joven Amelia, no dejamos de percibir una dura crítica de las clases altas de la sociedad, y cómo éstas subyugan a la población. El clero a pesar de las reformas sigue manteniendo su estatus de privilegios –por ejemplo, los sacerdotes consiguen votos, en consecuencia su presencia en la vida política no se puede cuestionar-. Además ejercen su poder sobre las conciencias.

El autor introduce una serie de personajes secundarios que no sólo tienen importancia en el desarrollo de los acontecimientos de la trama principal, sino que contribuyen desde luego a recrear esa sociedad de la que hablamos donde los confesores son tiranos que pueden destruir vidas –por ejemplo la del joven que pretende a Amelia-. Tanto políticos como eclesiásticos y nobles y terratenientes saben de la necesidad de la religión como un opio que adormece al pueblo –la religión entendida como un pasatiempo de las mujeres burguesas sin otro horizonte que inventar pecados y practicar ayunos-.

Los personajes están bien trenzados, cumplen sus papeles. Amelia, el personaje femenino central, es seducida por el padre Amaro, se la describe como una mujer sensual que no sabe oponer resistencia a la seducción de Amaro y sus encuentros amorosos. Amelia al tiempo está temerosa de las penas del infierno. En cierta medida el autor no omite toda descripción de la lucha interior de la joven. Queirós intenta plantear la cuestión femenina aunque le puede faltar cierta ecuanimidad –vista con los ojos del mundo del siglo XXI-. Amelia es la victima de la tragedia, la que sufre y se sacrifica y muere, mientras el hombre queda exculpado. La cuestión de la mujer emancipada no se plantea.

Por lo que apreciamos en la obra el autor apuesta por una religión acorde, más liberal, en justa armonía con el progreso y la ciencia, aunque no deja en un solo momento de denunciar los pecados de la Iglesia, si bien es verdad que encuentra valores en aquellos eclesiásticos que predican la sencillez frente a un Dios vengador que amedrenta a los fieles (el padre Ferrao es el mejor ejemplo de la bondad frente al ególatra padre Amaro).

La imagen principal es un fotograma de la adaptación cinematográfica dirigida por Carlos Carrera (2002).

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