En la tuya o en la mía, el espacio de entrevistas de la Primera, se consolida como una de las revelaciones más potentes de la temporada. En La Huella Digital analizamos el papel de su presentador así como las causas de este sorprendente éxito. Los programas en los que se entrevistan a famosos no son una novedad en nuestro país. ¿Quién no se acuerda de Queremos saber, con Mercedes Milá, y sus celebérrimas entrevistas a Jesulín o Umbral y su libro? ¡Memorables! ¿Acaso se nos ha ido de la memoria el momento cuando Nieves Herrero en De tú a tú se fue expresamente a entrevistar a los padres de las niñas de Alcásser? Fuerte, ¡eh! ¿Y qué decir de Jesús Quintero y su El loco de la colina, con invitados tan intelectuales como Jodorowsky o Paco el Pocero? Más directos, más benevolentes, más indolentes, más particulares… sus presentadores son los que marcan el ritmo de las preguntas, dan empaque al espacio y definen su carácter. Lo que sí es novedad en toda esta historia, huelleros, es que haya un talk show en el prime time de la Primera cadena de nuestra amada televisión pública y, más aún, que este tenga éxito.
Si nos trasladamos al presente, hoy día son varios los espacios que podemos encontrar en nuestras cadenas dedicados a estos menesteres de entrevistar, y ninguno consigue dejar indiferente, pues en esa premisa reside el éxito, en buscar algo diferente, por lo que se destaque y que no haya sido visto anteriormente. ¡Obvio!; o no tan obvio. El objetivo, con Ana Pastor, por ejemplo, entrevista casi exclusivamente a personas del ámbito político, con preguntas agresivas y directas que en más de una ocasión han puesto contra las cuerdas al invitado. En la misma línea y cadena, la Sexta, Jordi Évole y su Salvados tiran de hemeroteca y de picardía verbal para tocar las pelotas a sus entrevistados y destapar las mentiras e injusticias sociales; grandiosos han sido algunos de sus encuentros con destacadas figuras como Esperanza Aguirre, Artur Mas o Jordi Puyol, tanto como las repercusiones que de ellos derivaron. Fuera ya de la política, Risto Mejide abandonó su Chester para irse Al rincón, no sabemos si a pensar o a poner chinchetas a los entrevistados que se sientan frente a él, preguntas punzantes y agudas que les incomodan y les hacen no parar quietos en el sofá, lo cual cualquier espectador agradece.
Si bien estos tres espacios anteriormente mencionados se alejan de algunos de los primeros en unas dos décadas, veremos similitudes entre ellos como la búsqueda del impacto en el espectador, del titular y, ¿por qué no?, del morbo. No obstante, justo en mitad de momentos convulsos, agitados y vibrantes, en nuestras pantallas se ha colado un intruso: Bertín Osborne.
Bertín no es santo de mi devoción. Nunca lo ha sido. Todos tenemos presentadores con los que empatizamos más y otros a los que les pulsaríamos el mute y el off. Bertín es de los segundos. Ya en Lluvia de estrellas y su versión junior Menudas estrellas me parecía un impostor, como un señor gracioso que pasaba por allí justo en el momento en el que los responsables del programa estaban decidiendo su conductor. Sí, era graciosete. Sí, era campechano. No, no me gustaba. Era un intruso.
Posteriormente y también en Antena 3, presentaría Trato Hecho. De igual manera, su hacer me resultaba de lo más rancio en televisión. Lo desdeñaba, tanto a él como al formato del concurso. ¡Si hasta llegó a presentar el Gran Prix en las autonómicas!, formato que le iba como anillo al dedo: sólo tenía que subirse los vaqueros (un poco más), arremangarse la camisa y ya estaba metido en el papel. Lo dicho, un intruso.
Ni que decir tiene que sus posicionamientos políticos tampoco han sido de mi agrado nunca. Ni cuando se paseaba por los platós de Intereconomía poniendo rojos a los gobiernos de izquierda, ni después por los late night de Telecinco para poner azules a los de derechas. Era un señor que pasaba por allí y al cual decidieron pedirle opinión. Para subir audiencias.
El tema de las rancheras mejor ni lo tocamos… ¡Aquí nos centraremos en la tele!, y este intruso llamado Bertín Osborne lo ha vuelto a hacer, se ha vuelto a infiltrar en la parrilla, entre medias de programas de entrevistas agresivos, tocapelotas e incómodos.
En la tuya o en la mía, como bien anuncia su título, se basa en algo tan sencillo como proponer a un famoso de nuestra sociedad, cultura o política ser entrevistado en su casa o en la de Osborne (la de Bertín, no la de los vinos, claro está). Generalmente, es en la de este donde se realiza el espacio tras declinar los invitados la proposición de mostrar su casa al vulgo, no vaya a ser que éste vaya a ir a robarle las riquezas entre las que nada; ¡como si los españoles fuéramos envidiosos!. Sea un lado o sea en otro, siempre se gana, pues o bien conductor se siente cómodo al estar en su terreno o bien el entrevistado al jugar en el suyo. Bertín no es tonto, lleva años en esto y ha hecho como con el jamón, no se la ha jugado y ha ido a lo seguro. Así, para sus primeras entrevistas ha elegido a amigos. Amigos, gente con la que ha compartido experiencias, confidencias y desavenencias. Justo ahí es donde reside el éxito de este programa, justo cuando dos amigos se sientan uno frente al otro y se produce esa atmósfera de confortable complicidad que hace que se olviden de las cámaras y el protagonista de cada entrega comience a desembuchar lo más grande sobre su vida privada. En la tuya o en la mía es como un Danubio Azul, la conversación fluye, delicada, gentilmente hasta alcanzar el clímax. Se aleja de acordes estridentes de Cabalgatas de Valquirias como Objetivos, Salvados o Rincones, y en su lugar se instala una conexión sincera entre el presentador y el entrevistado que permite ver su lado más humano. Una conexión que se mantiene durante toda la entrevista y que pega al espectador al sillón mientras pasan silenciosamente los minutos.
El programa de Bertín no sólo ha seducido a invitados como Pablo Motos, Carmen Martínez-Bordiú o Adolfo Suárez Jr., también ha encantado a la audiencia, tanto que roza cuotas de cuatro millones de espectadores y ya le están viendo como un rival a batir. Sin ir más allá, la semana pasada Telecinco borró del mapa B&B para colocar en su lugar el taquillazo español de Ocho Apellidos Vascos, que, a pesar de herir las audiencias de Osborne, no sucumbió y aguantó los envites cual toro bravo. Esta semana, la cadena de Fuencarral vuelve a esconder la serie de Belén Rueda y en su lugar ha colocado la ya manida y repasada Avatar (hay miedito…).
No sabemos si durará su éxito a medida que los invitados dejen de ser tan cercanos a su círculo, pero lo que sí que es un hecho es que ese intruso llamado Bertín ha sabido ganarse una parte de mi cuota de pantalla con su buen hacer y su discreto encanto.
PD: mi reflexión final de telespectador de hoy es: “¿Qué mira Bertín cuando enfoca detrás de los invitados?”
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