El gato que decía adiós es el último libro de Hiro Arikawa que publica Lumen. En la cultura nipona resulta muy sencillo encontrar un cariño especial por los felinos. Desde el periodo Heian estos animales se los vinculó con la familia imperial. Además, han inspirado leyendas, seres fantásticos o han poblado decenas de relatos orales en los cuales ayudaban a las personas con las que se cruzaban. Incluso existen en Japón santuarios dedicados a ellos como el de Nanku (Nagaoka). Por ello, no es de extrañar que la literatura se rinda a estos mininos.
Son siete relatos los cuales componen el libro El gato que decía adiós, como los siete dioses japoneses de la fortuna. Tal vez un poco de paralelismo hay entre estos mininos y las deidades, pues en cada una de las historias estos animales se cruzan en la vida de una persona para mejorarla, reconducirla o marcan un punto de inflexión de cara al futuro. De este modo, tenemos relatos en los cuales los felinos son los protagonistas y, desde su punto de vista, conocemos cómo entienden su convivencia con los humanos (incluso hay referencias a la obra de Soseki Yo soy el gato). Otros donde una persona rescata a un minino y ahonda en una relación casual, pero intrínsecamente necesaria. Del mismo modo, se encuentran varias referencias a elementos mitológicos como los nekomata o a la isla de los gatos, la cual se encuentra en Japón.
Hiro Arikawa nos presenta unos relatos en los cuales la literatura se hace sencilla. La construcción tanto de las estructuras de los relatos, que varían tanto en perspectiva del narrador (humano o felino), como el juego de los tópicos gatunos, para cimentar el texto, hacen que este posea una cotidianeidad natural y se cargue de emociones, creando una sencilla catarsis literaria. Y es que se podría decir que la narrativa de Arikawa se encuentra cargada de una mirada del mundo bondadosa. Su estilo es gatuno: camina con su seguridad, te mira con su sagacidad y muestran su perspectiva del mundo, una más sencilla, más noble, más cálida.
La lectura de esta obra se produce de manera rápida, emocional y un tanto absorbente. El estilo de Arikawa hace que el lector se meza entre la norma de la cotidianeidad y sus elementos más casuales, más misteriosos. Además, cabe destacar la labor de los traductores: Yoko Ogihara y Fernando Cordobés. Ellos consiguen plasmar con maestría la precisión léxica, los ligeros recursos literarios que llegan como una caricia sensorial de la autora para trasladarte a estos relatos. Además, la mirada honesta, afectuosa y cordial de un mundo que puede curarse a sí mismo con pequeñas acciones o compañías peludas hace que cierres el libro con una sonrisa y el corazón calentito. Si te gustan los libros de relatos, los gatos y la literatura japonesa, te lo recomiendo.