La primera novela del autor peruano dibuja el currículum y avatares vitales de un joven periodista reconvertido en escritor que vence el pulso al “bloqueo creativo” y se anima a “contarlo todo” el día que se descubre cara a cara con el destino que siempre intuyó que le correspondía.
Aunque Gabriel Lisboa sorprende desde las primeras páginas de Contarlo todo (Mondadori) por su empuje y la soltura con que impregna sus páginas de recuerdos y emociones, no le resultó fácil superar el miedo al folio para escribir –y, sobre todo, el que le producía la pregunta de si realmente tendría algo que contar-. En el momento de poner punto final a su primera experiencia sólida como escritor es un auténtico experto a la hora de hilar párrafos y anécdotas, tiene casi treinta años y no siente remordimiento al observar, en retrospectiva, que fue en el periodismo donde dio sus primeros pasos. Ese es el inicio de la opera prima de Jeremías Gamboa (Lima, 1975), periodista y escritor, fenómeno editorial que ya se estrenó en 2007 con el libro de cuentos Punto de fuga y ambienta en su ciudad natal la aventura del joven Lisboa desde que pisó por primera vez la redacción de un periódico hasta que decidió consagrar el resto de sus días a la escritura.
Elogiada por Mario Vargas Llosa ya desde su exitosa preventa, Contarlo todo es la novela que todo periodista en ciernes o aspirante a escritor debería atesorar cerca de sus lecturas de referencia –muchos verán reflejadas sus antiguas inquietudes y dilemas mientras lean las idas y venidas de Lisboa-; sorprenderá al lector por su rotunda calidad y el magnetismo que irradia su narración. El día de contarlo todo, la meta-narración inserta en la novela, evoluciona lenta pero segura a través de un documento digital que va creciendo a medida que Lisboa traduce al negro sobre blanco sus vivencias e impresiones más personales. Nos encontramos ante un libro de una excelencia poco común que no deja indiferente: por su estilo -que se nutre de recuerdos ricos en detalles, emulando sin fallo a un libro real de memorias- y confunde con elegancia las personas narrativas para desdibujar los enfoques, y por su habilidad para transmitir y encerrarnos sutilmente en el mundo interior de una máquina creativa dotada de una sensibilidad inusual. Así, nos asomamos al universo de un adolescente enamorado de la literatura –amén del cine y la música- que toma consciencia quizá demasiado pronto de que la finalidad de su existencia en el mundo es vivir para comunicar. Sus primeros y torpes progresos se desarrollarán entre diarios y entrevistas, pero Lisboa traspasará pronto la frontera entre el inestable mundo del aprendizaje y la experiencia adulta y real. No tardarán en cruzarse en su camino una serie de personas con las que compartirá pasiones y desencuentros: Santiago, Bruno y Jorge –los otros componentes del “Conciliábulo”, la inseparable cuadrilla en cuyo seno entenderá la amistad y la lealtad-; mujeres como Cecilia o Fernanda, que despertarán en él pulsiones nunca antes experimentadas; profesores, periodistas, amigos, rivales. En definitiva, la vibrante historia de una existencia común que merece con creces ser contada y leída.