Tras Los tiernos lamentos y Amores al margen, la editorial Funambulista nos regala una nueva novela de una de las mejores escritoras actuales de Japón, Yoko Ogawa.
Leer a Yoko Ogawa siempre es un descubrimiento, ya que tiene el don de escribir historias muy dispares y de abordar distintos géneros con absoluta maestría. Si en La fórmula preferida del profesor y en La niña que iba en hipopótamo a la escuela se nos revela el lado más tierno y entrañable de la escritora, en El embarazo de mi hermana nos muestra el más inquietante y perturbador; en Perfume de hielo, sin embargo, se presenta el más onírico y surrealista. Su deslumbrante versatilidad la hacen merecedora de los premios literarios más importantes de Japón como el Kaien con su primera obra, el Akutagawa con El embarazo de mi hermana o el Tanizaki con La marcha de Mina que próximamente publicará la editorial Funambulista. Se ha convertido en una de las autoras más prolíficas de su generación y de las que más éxito ha cosechado entre el público.
La nueva novela de Yoko Ogawa comienza con la llegada del protagonista a un pueblo en el que, por mandato de una anciana y con la colaboración de su hija adoptiva, deberá confeccionar una colección insólita: la de exponer los objetos recogidos en el momento exacto de la muerte de los habitantes. Con un ritmo pausado que recuerda a los relatos costumbristas, el joven relata sus quehaceres en el museo, así como la vida cotidiana en el pueblo. Hacia la mitad, El Museo del silencio evoluciona hacia la novela negra para transformarse en los últimos capítulos en una obra hitchcockiana que encuentra paralelismos con Vértigo.
Una de las características fundamentales de la autora, y que ya señala el compatriota ganador del Premio Nobel de Literatura en 1994, Kenzaburo Oe, es la capacidad por la que sus personajes no saben por qué actúan de la manera en que lo hacen. Es significativo que en los últimos capítulos de esta novela y teniendo el protagonista los suficientes indicios para desentrañar el misterio, se comporte de forma imprevisible para los lectores. A pesar de no actuar de forma racional, la escritora construye un contexto en el que podemos entender las razones del protagonista, habiendo comprendido previamente, pese a los silencios, sus reflexiones y sentimientos. Ese elemento es reconocible en otras novelas como El embarazo de mi hermana y resulta habitual en su narrativa, una marca distintiva y especial para sus lectores.
Ogawa indaga, por tanto, en la psicología de los personajes y, mostrándonos prácticas japonesas, construye una obra enigmática en la que se detallan escenas macabras, grotescas y repulsivas que nos exhiben un nuevo aspecto de la escritura de la autora nipona. Con el paso de las estaciones y, a través de epístolas y de diversas conversaciones con la bella ayudante, hallamos el pasado del protagonista y la relación con sus familiares, motivos que tendrán importancia en un desenlace abierto, característico de los escritores japoneses, que zanjará esta novela, pese a que algunas tramas no quedan resueltas en su totalidad. El museo del silencio es una buena forma de acercarse a los autores japoneses y una estupenda presentación de la narrativa de Yoko Ogawa.
Imagen de la autora extraída de RollingPlanet