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El naufragio de un continente

Según ACNUR hasta septiembre de este año más de 380.000 personas cruzaron el Mediterráneo tratando de llegar a tierras europeas, huyendo del hambre, de la violencia, de la guerra. Según el mismo organismo más de 2.800 de esas personas perecieron en sus aguas en el mismo periodo de tiempo. Y esto no es todo. ACNUR estima que entre 2015 y 2016 serán 850.000 las personas que escapen de Siria, Afganistán, Eritrea y Nigeria, entre otros muchos lugares, buscando un refugio en Europa a través de este mar.

Mediterráneo- el naufragio de EuropaEsta es la situación que Javier de Lucas ha querido analizar en su libro Mediterráneo: el naufragio de Europa, editado por Tirant Lo Blanch, que fue presentado el pasado 11 de noviembre en la fundación Tres Culturas en Sevilla. El autor, quien también es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia, estuvo acompañado de Samir Naïr, reputado politólogo y sociólogo especialista en movimientos migratorios, quien, además, ha escrito el prólogo del libro. «Nosotros llevamos trabajando treinta años juntos», relataba Naïr, «pero desde entonces sabíamos que la inmigración se iba a convertir en un problema para la sociedad occidental. Y eso que hace treinta años no había tanta inmigración».

Y es que esta coyuntura ha puesto en jaque a toda la comunidad europea, cuyos dirigentes no han sabido cómo responder a la llegada masiva de personas que vienen buscando una vida mejor, que huyen de diferentes formas de persecución. Por esto la obra invita a llevar al lector a reflexionar sobre la situación por la que los cientos de miles de personas que cruzan el Mediterráneo pasan día a día, pero también pretende poner sobre la mesa una serie de propuestas que mejoren esta situación. «Nosotros queremos una Europa que sea consecuente con la cultura de los Derechos Humanos», explicaba Javier de Lucas en la conferencia, «se trata de que el derecho al asilo parte de una legislación internacional, son obligaciones jurídicas. Si no las cumplimos, faltamos a la democracia».

Los ciudadanos europeos comenzaron a despertar a esta realidad en octubre de 2013, cuando dos lanchas neumáticas en las que viajaban varios centenares de personas con destino a Italia naufragaron. La catástrofe de Lampedusa, la isla italiana en la que buscaron refugios los supervivientes, se cobró la vida de 366 personas, entre las que se contaban decenas de niños. En palabras del autor, «Lampedusa supuso un salto cualitativo para los europeos. Esto provocó una sensación de impotencia en los ciudadanos ante la ausencia de respuesta efectiva por parte de nuestros gobernantes», y comenzó a extenderse un sentimiento de indignación frente al tratamiento del que eran objeto las miles de personas que esperaban encontrar en Europa un Estado de Derecho que les ofreciera el asilo necesario para huir de la violencia.

Presentación del libro. Foto: Carmen Joy

«Este es un libro que se apoya siempre en lo que a mí me parece un valor fundamental de nuestra época: la indignación«, explicó el profesor Sami Naïr, «Javier es un auténtico indignado porque considera que lo que está viendo con los inmigrantes debe generar una relación solidaria entre los ciudadanos europeos». Ciudadanos europeos que son testigos de la forma en que se produce una división entre el extranjero y el nacional, el que viene a pedir derechos y el que los tiene por haber nacido en un lugar del planeta. Frente a esto, queda la indignación como arma social para exigir a los gobernantes respuestas y para reflexionar a título personal. “¿Por qué sólo tenemos derecho a existir los que estamos aquí? ¿Qué es lo que tienen que hacer los otros para que tengan los mismos derechos?”, se preguntaba el autor, Javier de Lucas. “Vivimos en un mundo en el que todos formamos parte de una realidad multinacional, un mundo en el que todos somos esa realidad multinacional”.

A día de hoy, la situación de las personas que solicitan asilo en Europa se ha recrudecido. Algunos expertos afirman que esta crisis humanitaria es una de las peores que se han producido desde la Segunda Guerra Mundial. Lo que está fuera de toda duda es que estos desplazamientos forman parte de una crisis social de refugiados, y no de un fenómeno migratorio. Frente a esta situación según Javier de Lucas «debemos tener en cuenta que nuestro deber de solidaridad es también un deber de lealtad con los principios y procedimientos del Estado de Derecho». O lo que es lo mismo: el deber que los europeos tienen con los refugiados que provienen de fuera de las fronteras europeas es también el deber que los europeos tienen con la democracia que existe dentro de las mismas.

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