Revista Digital

El paraíso perdido de Yanagihara

Hanya Yanagihara posee un talento excepcional para las historias dramáticas. Ya lo demostró en Tan poca vida (2015; 2016 en nuestro país), tejiendo la vida de cuatro jóvenes neoyorquinos durante décadas, y nuevamente lo exhibe en La gente en los árboles, la primera novela de la autora, publicada en 2013, aunque en España no hayamos podido disfrutar de ella hasta este mismo año. Ambas han sido publicadas por la editorial Lumen.

La gente en los árboles se construye desde el desenlace: un personaje, amigo del protagonista, Ronald Kubodera, se convierte en narrador, transmitiendo al lector el desenlace de una sentencia judicial. Este hecho conducirá a las memorias del propio médico, Abraham Norton Perina, iniciadas en su niñez y que convergerán en sus diferentes viajes, etapas de vital importancia para la trama. En primera persona, el doctor contará sus logros académicos, sus relaciones dentro de la comunidad científica, sus alegrías y miserias en el «nuevo mundo», intentando siempre exculparse de los delitos que se le imputan y que el lector descubrirá paulatinamente.

El entorno, en el que se desarrollan las dos obras de la escritora, difiere enormemente: si en Tan poca vida presenciábamos el frenesí de la urbe, en La gente en los árboles asistimos, aparentemente, a un lugar de ensueño, calma y supervivencia, una isla remota poblada de un grupo tribal. El protagonismo coral de la primera se reduce en la segunda a un único personaje trascendental, el doctor Abraham Norton Perina, que viajará en una expedición a ese paraíso perdido llamado Ivu’ivu. La escritura, muy cuidada en toda la obra de Hanya Yanagihara, logra transmitirnos desde lo más mundano hasta los horrores nunca imaginados.

Tan poca vida es sublime en un aspecto de lo que La gente en los árboles carece: la capacidad de identificación del lector con los personajes. En la primera sentimos el horror en la piel de Jude, comprendemos su agonía y sufrimos por lo que soportó en el pasado. Sin embargo y a pesar de las circunstancias en las que se encuentra Norton Perina, el nivel de empatía ha sido, en mi caso, prácticamente nulo. Aún así, parece indiscutible que la fuerza del drama es mayor en la obra publicada originalmente en 2015, aunque he de reconocer que la protagonizada por el médico me ha dejado increíblemente perturbada.

Las descripciones de la isla con su vegetación y fauna, unidas a las especificaciones sobre los miembros tribales, sus ritos y costumbres denotan un gran trabajo por parte de la autora, que parece haberse inspirado en la llamada ‘literatura de viajes‘ para esta novela. No obstante, lo más destacable de su producción es la exploración de la naturaleza humana, con sus luces y sombras, haciendo hincapié en lo doloroso, lo incómodo, con el fin de obligarnos a reflexionar. No debemos perder de vista a Yanagihara; aún tiene mucho que ofrecernos.

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