Carlos Ruíz Zafón cierra su tetralogía con El laberinto de los espíritus y finaliza una saga que ha conquistado a millones de lectores desde que en 2001 se publicara La sombra del viento. Si bien es cierto que el tercer volumen, El prisionero del cielo, nos dejó algo desencantados, afortunadamente este recupera el encanto de El juego del ángel, aunque no se acerca al primogénito. Aún así, todos ellos logran un entretenimiento asegurado en el lector.
En la extensísima obra de El laberinto de los espíritus, publicada por Planeta, descubrimos a Alicia Gris, una investigadora que intentará descubrir la extraña desaparición del ministro Mauricio Valls. El caso, imprevisible como los habituales en el autor, conserva el interés y resulta atractivo hasta el desenlace de la novela. Junto a Alicia, regresan los personajes de La sombra del viento: el simpático y vivaz Fermín Romero de Torres, el bondadoso señor Sempere, y Daniel, un hombre ya maduro, junto a algunos personajes que dejaron su huella en el segundo y tercer volumen.
El tono tiende a ser gótico, como en otros títulos del escritor, y algunas escenas recuerdan inevitablemente a Marina, Las luces de septiembre y El príncipe de la niebla, tres de sus títulos de literatura juvenil: lo mecánico en los juguetes, las muñecas, la bruma que rodea a gigantescas mansiones, las macabras pesadillas… A pesar de ello, esto no afea el resultado final que nos mantiene en vilo hasta un emotivo desenlace. Es irrebatible que el autor catalán tiene sus motivos recurrentes, como otros autores, y sus seguidores únicamente podemos saborear aquello que ya nos resulta conocido.
Se debe valorar el inmenso trabajo que la tetralogía ha requerido. El autor se convierte en un maestro del hilván, y teje y cose majestuosamente sus historias para convertirlas en parte de un mismo ser, de un todo. No podemos más que alabar la confluencia de narraciones y personajes que, en de un modo u otro, convergen en los mismos espacios, siendo uno de ellos el Cementerio de los libros olvidados.
Quizás Ruíz Zafón no nos ofrezca nada completamente nuevo y quizás no sea necesario. Solo pedimos que logre evadirnos de la rutina diaria, que siga embelleciendo unas narraciones oscuras y macabras que solo podrían surgir de su imaginación (importa poco si algunos las consideran ligeras) y, por supuesto, que nos siga haciendo disfrutar. La pluma, los ingredientes y la sensibilidad repiten escena; ¿vas a sentarte en la butaca para asistir al maravilloso espectáculo?