A los pocos días de ser elegido Primer Ministro de Grecia, Alexis Tsipras denominó a su Ejecutivo como el “Gobierno de salvación social griego”, cuyos objetivos pasaban por renegociar la deuda, detener algunas privatizaciones y luchar contra la corrupción y la evasión fiscal. Promesas que debían pasar por el Parlamento griego para ser aprobadas.
Cerrando el mes de enero, apenas recién cumplida la primera semana del nuevo Gobierno griego, el ministro de finanzas heleno, Yanis Varoufakis, dejaba claras las intenciones de Grecia al director de Eurogrupo. «Grecia no va a seguir negociando con la troika, lo hará por separado con cada una de las instituciones que la constituyen: la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional «. Varoufakis aseguraba, en la rueda de prensa posterior a la reunión con el director del Eurogrupo, que Syriza había sido elegida por la promesa de poner fin a la austeridad por lo que no van a dar marcha atrás. El director del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, le contestaba que ignorar los acuerdos previos no es el camino a seguir.
Sin embargo, en las visitas de Alexis Tsipras a las instituciones comunitarias ha asegurado que quiere «corregir el marco de la UE, no destruirlo» ya que «la historia de la Unión Europea, es una historia de desavenencias, pero también de compromisos», por ello se está «trabajando en la buena dirección», aunque aún no se haya llegado a un acuerdo. «Encontraremos una solución viable». Estas declaraciones dejaban un mínimo de esperanza para el bloque europeo que veía como Syriza se mostraba más «dispuesta».
La primera semana de febrero terminaba con una bajada de las bolsas europeas después de la primera reunión entre la canciller alemana, Ángela Merkel y el recién elegido Presidente, Tsipras, consecuencia de ello, el euro descendió ligeramente y la prima de riesgo de Grecia aumentaba. En esta misma semana la agencia de calificación crediticia Standard & Poor’s (S&P) bajaba de B a B- la calificación de la deuda griega por los problemas de liquidez que afectaban a la economía helena y a sus bancos, así como por las dudas acerca de la posibilidad de alcanzar un acuerdo con la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional).
El 10 de febrero, el Parlamento heleno daba luz verde a las reformas propuestas por Syriza. Pero quedaba lo más difícil, negociar con los líderes europeos. Así pues, Yanis Varoufakis presentaba el 11 de febrero ante el Eurogrupo la propuesta de Syriza. Entre las iniciativas del Gobierno griego ya no aparecía la quita de la deuda ni la negativa a un tercer rescate asociado a nuevas condiciones. Las negociaciones se estaban suavizando y hubo un acercamiento de posiciones. Grecia estaría dispuesta a aceptar una “extensión técnica” del rescate actual (que expira al final de febrero) hasta agosto. Para entonces en la época estival, Grecia quiere renegociar un alivio financiero de la deuda.
El objetivo es cubrir sus vencimientos de deuda con el Banco Central Europeo (6.600 millones de euros). Atenas propone activar el 70% de las reformas acordadas, y sustituir el 30% restante por un paquete de 10 reformas pactadas con la OCDE. A cambio no quiere el tramo final del rescate (7.200 millones de euros) para no tener que cumplir todas las condiciones que habían sido pactadas. En definitiva Grecia quiere un acuerdo-puente de seis meses.
A pesar de esta postura conciliadora por parte de Grecia, la reunión del Eurogrupo concluía sin encontrar una posición común. Las conversaciones proseguirán la próxima semana en la que los ministros de la eurozona volverán a reunirse.