La Huella Digital agradece enormemente a los autores de Palabra de Lorca, Rafael Inglada y Víctor Fernández, y a la editorial Malpaso la entrevista que nos han permitido realizar y el tiempo que nos han dedicado. La primera parte de esta entrevista se puede consultar en este enlace.
Asimismo, agradecemos a nuestra maravillosa colaboradora María Elduayen Castillo su dedicación a esta revista y sus conocimientos sobre el escritor granadino.
En la madrileña calle Alcalá, cerca del edificio donde vivió Federico García Lorca, nos encontramos con los editores del libro Palabra de Lorca: Rafael Inglada y Víctor Fernández. Este libro, publicado por Malpaso, reúne 133 entrevistas y declaraciones que concedió el granadino. A ello hay que agregar el material fotográfico que se incluye en esta obra muy rico, tanto en contenido como en calidad. Una obra realmente interesante sobre la cual queremos indagar un poco más preguntando a sus autores. Comenzamos con la segunda parte de esta interesante entrevista.
P.: Al igual que ha ocurrido con textos como la introducción que hace Emilio Prados al poemario Suites que se ha extraviado, ¿qué documento, de los que se tiene constancia que se ha perdido, os gustaría hallar?
Víctor Fernández: A lo mejor el acto de El público que falta, aunque yo creo que la obra tal y como lo podemos leer o lo podemos ver representado, prácticamente no le hace falta ese acto. A mí me gustaría creer que hay más Sonetos del amor oscuro, me gustaría pensar que pueden existir… Probablemente haya algún epistolario perdido, que esté en un cajón y algún día nos encontremos una sorpresa, pero no se me ocurre ahora…
Rafael Inglada: De todas formas, a mí me da la impresión de que los textos importantes de Lorca están todos publicados. Es verdad que pueden aparecer cosas pequeñas, correspondencia…, pero creo que está todo recogido.
V.F.: Es muy dificil que aparezca una obra… Por ejemplo, de la Comedia sin título, sabemos que solo escribe un acto y es muy difícil pensar que en un momento…
R.I.: Lo que sería muy interesante que apareciera es el famoso artículo de Miguel de Unamuno, que escribe en el año diecinueve, cuando se publica Impresiones y paisaje. Entonces Lorca afirma que Unamuno ha escrito, ponderando su libro, pero nunca hemos visto ese artículo ni dónde se ha publicado.
V.F.: Puestos a especular de documentos, a mí me gustaría que apareciera la denuncia contra Lorca, pero me temo que no existe, que está destruida.
P.: En el libro habéis realizado tareas de edición: corregido algunas erratas, actualizado ortografía…, pero ¿qué os resulta más sencillo: editar estos textos de prensa o los de Federico García Lorca (quien tenía una ortografía no del todo correcta)?
R.I.: Que yo recuerde ha sido todo [el material recogido] de la prensa.
V.F.: Sí, es que él no contesta por escrito, salvo una entrevista de Luis Bagaría, que sepamos. Y el manuscrito de la entrevista no lo hemos podido consultar, porque está en el achivo de la Fundación García Lorca y ahora está cerrada, no porque nos hayan prohibido el paso. Todas son entrevistas publicadas.
P.: En vuestro currículo existen varios libros relacionados con Lorca o del propio autor, por lo que conocéis de primera mano al autor, ¿cómo creéis que influirá este nuevo libro en la comprensión de sus obras? ¿Y en la reconstrucción del propio autor?
R.I: Desde luego, el libro Palabra de Lorca, yo pienso que tiene una doble condición. La primera, dirigida al gran público, para conocer mucho mejor la Figura de Federico García Lorca, pero luego, también, tiene una parte que es para los especialistas. Entonces me parece que puede ser un libro de referencia, porque nunca se había recogido estos textos que estaban perdidos, desperdigados en prensa: la prensa nacional, revistas de muy difícil acceso, estaban en un archivo en Buenos Aires, en Montevideo… Entonces creo que al recuperarlo y recopilarlo todo te da una visión, incluso yo diría, en algunos casos, hasta nueva y sorprendente, sobre todo, a la hora de tratar el García Lorca enfrentándose a su obra dramática, a su propia dramaturgia.
Me parece a mí que este libro puede ayudar mucho a generaciones futuras, que lo puedan consultar, y creo que les va a servir. Les puede dar incluso aspectos nuevos.
V.F: El libro está lleno como de pequeñas pistas, de hilos, por los que se pueden seguir tirando. Por ejemplo, una de las póstumas, la entrevista de Mathilde Pomès “Una visita a Federico García Lorca”, que tiene lugar en la casa de aquí al lado [calle Alcalá 106 de Madrid]. Mathilde Pomès llega antes de tiempo [a la cita con el poeta], Lorca está dormido; se despierta, bueno está medio despierto… [Pomès] Tiene que esperar mientras se cambia [Lorca]. Mathilde Pomès aprovecha y apunta las lecturas de Lorca. En algunos de los títulos se puede estudiar si hay influencia de estos autores en su obra. Por ejemplo, puede ser una pista.
P.: Por lo tanto, existen pequeñas pistas que ayudan a quien quiera investigar sobre la obra o sobre el autor.
V.F. Sí, por ejemplo, hay cosas curiosas. Hay una entrevista de Indro Montanelli, “Encuentro: Salvador Dalí”, en la que la declaración que hace Lorca es de un suceso vivido con Dalí. Y creo que es Neruda el que dice que también ha vivido eso. Y, claro, ¿quién dice la verdad? ¿Neruda que se apropia de la anécdota, Lorca que la recuerda con Dalí o igual Montanelli…?
P.: Durante la estancia de Lorca y sus amigos en la Residencia, también ocurre algo parecido con la simbología como, por ejemplo, el ojo partido de Un perro andaluz, o con palabras o metáforas, que forman parte, debido a la convivencia, de la memoria colectiva de los residentes.
V.F: Todo son ramas derivadas de sueños y es normal que se vayan repitiendo. Quiero decir, el ojo de Buñuel lo utiliza Dalí. El burro podrido lo utilizan los dos, pero remite a Lorca, porque es admirador de Juan Ramón [Jiménez]. Es aquello que decía Sánchez Vidal: Buñuel, Lorca, Dalí son el enigma sin fin.
R.I.: Luego, también, hay cosas de aspecto íntimo que me han sorprendido como, por ejemplo, cosas muy cotidianas: el levantarse muy tarde, las trasnochadas, a él le gustaba la cerveza, le encantaba salir de terrazas… También hay aspectos, no que se adivinan, no… El propio Federico habla de los pequeños gustos, como muy cotidianos.
V.F.: Claro, nosotros ahora vemos a Lorca como un mito.
R.I.: Pero también tenía sus defectos.
V.F.: Exacto. Aquí es un Lorca humano y habla de las películas que le gustan, habla hasta de boxeo y…
R.I.: Y de cine, que es muy importante, y sobre ello se ha escrito muy poco. Pero no sé si se ha utilizado esta [entrevista], porque yo creo que es un poco complicado. Yo me acuerdo que existe uno o dos [libros]. Hay por lo menos un par de ellos…
V.F.: Proyector de luna.
Pero, claro, es como un Lorca en zapatillas, como en la portada.
R.I.: Eso, por ejemplo, de que él recibe en batín. Hay una foto ahí dentro [del libro] que aparece en albornoz, de pronto recibiendo en su cuarto al periodista sentado encima de la cama. Estas cosas que son como muy, no sé… A mí no se me ocurre recibir a un periodista o una periodista con un albornoz, pero él lo veía como algo llamativo, muy común en él. Luego era muy exagerado.
Esa foto no se ha publicado nunca en España. Yo creo que se publicó cuando apareció y luego no se ha vuelto a publicar más. Y luego, bueno, pues ha sido un trabajo no solamente de hemerotecas digitales, sino también del archivo de Buenos Aires, la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, la Biblioteca Nacional de Montevideo. Y, sobre todo, había una cosa importante: que hemos tenido mucha suerte. Tuvimos mucha gente que nos ayudaba y que ha estado entusiasmada y que ha estado expectante a que saliera el libro. Muchos, ya antes de que saliera el trabajo, pensaban que iba a ser un libro de consulta, un libro importante. Yo esto no me lo creído hasta que no lo he visto, sinceramente. Es la verdad. Pero, bueno, estamos contentos.
P:. La estancia de Lorca, y de sus amigos, en la Residencia de Estudiantes están plagadas de anécdotas. Federico cuenta a Ernesto Giménez Caballeros la anécdota “cabaña en el desierto”. ¿Cuál es la anécdota o fotografía de Lorca que más os ha llamado la atención?
V.F.: A mí me llama la atención una encuesta que hay sobre boxeo. Que él diga que en Nueva York se hizo habitual de los combates de boxeo. Conociendo a Lorca, me cuesta mucho trabajo [creer] que le gustara ver a dos tipos peleándose en el ring y recibiendo puñetazos. Seguramente, se marearía. Eso es casi, casi impensable.
R.I.: Bueno, eso puede ser así. Una postura para encajar así con la entrevista. Puede ser eso.
V.F.: La anécdota que dices tú de Dalí, Pepín Bello la ha repetido. Cuando él [García Lorca] le da la entrevista a Giménez Caballero, hace muy poco que se han acabado los años gloriosos de la Residencia de Estudiantes. De hecho, es el momento que comienza el distanciamiento con Dalí.
P.: Uno de sus amigos más cercanos durante su estancia en Madrid fue Salvador Dalí —esto es, quizá, más por interés personal en el pintor—. Aparece su nombre en varias ocasiones relacionado con anécdotas y su obra artística. Está demostrada su influencia artística, pero ¿cómo se observa en a través de los artículos?
V.F.: A ver, es que aquello que se dice de que Lorca y Dalí rompieron… es que nunca rompieron. Se distanciaron durante un tiempo, porque tomaron caminos artísticos distintos. De hecho, hay incluso alguna carta de esa época que se distancia.
R.I.: No hay muchas referencias de Lorca hablando de Dalí. Las que recuerdo son siempre que era el mejor pintor, siempre alabando su obra, su persona…, pero no mucho más.
V.F.: Poco antes de la entrevista de Josep Palau i Fabre de 1935, “De una conversación con García Lorca”, da la casualidad que Dalí y Lorca se han vuelto a encontrar después de mucho tiempo. Y, claro, está Lorca encantado con ganas de contárselo a la gente. Dice Palau:
«García Lorca aprovecha todas las ocasiones para manifestar su entusiasmo por Salvador Dalí. Nos informa con alegría que escribirá una obra en colaboración, y que ambos harán también los decorados
—Somos —nos dice— dos espíritus gemelos. Aquí lo tenéis: siete años sin habernos visto y hemos coincidido totalmente en todas las cosas como si hubiéramos hablado diariamente. Genial, genial, Salvador Dalí»
Además, ya había aparecido Gala. Siguen siendo amigos.
P.: Además de Salvador Dalí, aparecen otros nombres de amigos de García Lorca en las entrevistas, ¿crees que la imagen que se dan de ello es la real o aparecen ensalzando sus figuras?
R.I.: Yo creo que era muy fiel a su idea. Si alababa la poesía de Aleixandre, [era] porque es verdad o de Dalí, es verdad. Salvo lo de León [la entrevista que concedió al diario La Mañana], que no sabemos cómo se despertó ese día, yo creo que son entrevistas hechas con el corazón.
V.F.: Lorca siempre habla con el corazón. De Dalí que se separa en 1928, si no me equivoco, siempre habla con admiración. De todo el mundo habla bien, solo tenemos esa excepción.
R.I.: Salvo la excepción esa de agosto del 33, que es un caso muy curioso. Luego realmente se contradice con todos los gestos que él tuvo a lo largo de su vida con los poetas de su generación y la que le antecedieron.
V.F.: De sus amigos habla bien. De sus enemigos no habla. De lo que sí que es crítico, sobre todo al final, es con la sociedad granadina. En el artículo de Luis Bagaría, “Diálogos de un caricaturista salvaje”, Lorca dice que en Granada es “[…] donde se agita actualmente la peor burguesía de España”.
R.I.: También con el teatro de su momento también es muy crítico. Constantemente Lorca está hablando de una renovación teatral, de unos rumbos, de unos giros distintos que tiene que dar el teatro; de eso, hay mucho en las entrevistas. Pero es verdad que de sus enemigos no hablaba, ni tampoco los periodistas le preguntaban [risas].
V.F.: Además, cuando lo hace, lo hace con mucha gracia. De los Quintero llega a decir que no son andaluces, que son vascos.
R.I.: Hay una anécdota con los Quintero, sí.
P: Desde vuestro punto de vista, ¿cuál es la entrevista o declaración que tiene un tono más distendido o es más divertida?
V.F.: La de Mathilde Pomès [“Una visita a Federico García Lorca”], que, aunque se escribió mucho tiempo después de su muerte, yo creo que como es un Lorca más íntimo, “en zapatillas”, pues tal vez es más divertida. Hay que tener en cuenta que son entrevistas para ser publicadas para promocionar su trabajo [orientadas a hablar sobre su obra].
R.I.: La de Pomès no es realmente una entrevista; son declaraciones. Quizá por eso cuando está con Pomès se sentía más a gusto, porque no es realmente una entrevista periodística, sino que es una amiga, alguien que conoce. Y, bueno, Mathilde Pomès, como pasó luego con Rivas Cherif o con otros escritores o críticos. Pensándolo ahora, es más cercano el Lorca de las declaraciones que el de las entrevistas.
P.: ¿Por qué?
R.I.: Porque las entrevistas tienen ese carácter un poco para la prensa, para su publicación. Pero las declaraciones que están hechas un poco al paso, entre amigos… es menos comedido con respecto a las entrevistas. Cuando es para un periódico que él sabe que va a leer todo el mundo es más comedido que cuando habla con los amigos. Cuando habla con ellos, yo creo que él no sabe que, en ese momento, eso se va a publicar.
V.F.: Él cuando habla con Rivas Cherif y dice…
R.I.: Claro, lo de Rivas Cherif o lo de Mathilde Pomès se hace veintitantos años después de la muerte de él.
V.F.: O el propio Nadal, cuando se despide de él en la estación. Él no sabe que no se van a volver a ver nunca más ni tampoco se imagina que eso va a ser publicado. Pero sí, estoy de acuerdo con Rafael.
P.: Por último, si pudieseis entrevistar a Federico García Lorca hoy, ¿qué le preguntaríais?
V.F.: Le preguntaría si él supo quién lo traicionó para que lo asesinaran. O si supo quién lo denunció.
R.I.: Incluso por el momento de su propia muerte. La fecha de su muerte que siempre bascula entre dos o tres días
V.F.: Como decía Luis Rosales que Lorca, en esos últimos días de su vida en la casa de los Rosales, comenta que quería hacer un gran poema sobre la creación del Universo, concretamente sobre la creación del hombre, sobre Adán. Yo le preguntaría, ¿cómo iba a ser ese poema? Incluso si nos lo podría empezar a recitar. Porque a lo mejor, ese material, en esas manos, podría haber sido, a lo mejor, su obra maestra.