Tras la victoria de Benjamín Netanyahu en las elecciones de Israel, las reacciones en Europa no se han hecho esperar. Los países europeos piden al primer ministro que afronte el problema con Palestina y que adopte soluciones al respecto. Mientras tanto, el bloque árabe ha conseguido un apoyo sin precedentes, con 14 escaños en el Parlamento.
Contra todo pronóstico, Benjamín Netanyahu ha sido elegido primer ministro de Israel por tercera vez consecutiva. Pese a la tensa campaña electoral y a las igualadas cifras de los sondeos, el líder de Likud ha conseguido la confianza del pueblo israelí y del presidente Reuven Rivlin, que ya le ha encargado la formación del Gobierno. De esta forma, Netanyahu se enfrenta a su tercera legislatura consecutiva y su cuarto mandato al frente del país, ya que también fue primer ministro en el período 1996-1999. Él mismo ha reconocido el carácter inesperado de su victoria, ya que el último sondeo preelectoral le auguraba cuatro escaños de desventaja con respecto a los socialdemócratas de Campo Sionista, liderados por Isaac Herzog.
Sin embargo, el ahora reelegido primer ministro supo aprovechar los malos resultados previstos para atacar a todos los que considera “enemigos”, centrando la última etapa de su campaña en dar una imagen victimista frente a los medios críticos. De esta manera, consiguió movilizar a los militantes de Likud para que le brindaran su apoyo, haciéndose finalmente con 30 de los 120 escaños de la Knesset, el Parlamento israelí. El Campo Sionista, por su parte, ha tenido que conformarse con 24 diputados.
Pese a la victoria electoral, Netanyahu se enfrenta a un futuro político previsiblemente complicado. El presidente Rivlin ha expresado la necesidad de formar un Gobierno de unidad entre los dos grandes partidos para “evitar una rápida caída de la democracia israelí y la celebración de nuevas elecciones anticipadas». Pero el primer ministro y líder de Likud no se muestra por la labor de llegar a un pacto con Campo Sionista, y lo más probable es que se alíe con pequeños grupos de la derecha, alejándose aún más de la izquierda israelí y, previsiblemente, aumentando la inestabilidad en un Parlamento dominado por el nacionalismo conservador judío.
Otro acontecimiento histórico de las elecciones en Israel ha sido la entrada en la Knesset de la Lista Conjunta con 13 diputados. Este grupo representa la coalición de pequeños partidos árabes que se han presentado en conjunto para poder irrumpir en la primera línea de la política israelí. Sin duda, han conseguido su objetivo, convirtiéndose en la tercera fuerza política del país. Esto demuestra que la causa árabe preocupa cada vez más a los israelíes, pero a la vez contrasta con la rotunda victoria de Netanyahu, que durante la campaña electoral expresó duras críticas hacia los árabes y se mostró inflexible con el problema de Palestina. La inesperada renovación de Netanyahu en las urnas reduce el protagonismo árabe en el Parlamento a un hecho testimonial, y ahora surge la incertidumbre sobre el futuro de la Lista Conjunta, formada por partidos muy distintos entre sí que difícilmente podrán convivir juntos en la oposición.
Lo cierto es que el conflicto árabe-israelí ha marcado la campaña electoral: Netanyahu se vio obligado a pedir disculpas tras movilizar a los nacionalistas judíos porque los árabes estaban “acudiendo en manada a las urnas”, apoyados y transportados, según el primer ministro, por organizaciones de izquierda. Además, un día antes de las elecciones, Nethanyahu aseguraba que bajo su mandato no existirá un Estado palestino, reavivando aún más una llama que lleva más de medio siglo encendida
Los países europeos se muestran cada vez más contrarios a la actitud intransigente del primer ministro israelí, y han aprovechado su triunfo en las elecciones para recomendarle que afronte definitivamente el conflicto palestino. La solución que se impone entre los países de la Unión Europea es la de la convivencia de dos Estados: Israel y Palestina, una medida que demanda la Autoridad Palestina y que también apoya la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Tras conocer el resultado de los comicios israelíes, el presidente francés, François Hollande, se ha puesto en contacto con Netanyahu para felicitarle por la victoria y, a su vez, le ha ofrecido la mediación de Francia para retomar las negociaciones con Palestina y avanzar hacia la solución de dos Estados. La canciller alemana Angela Merkel ha hecho lo propio y, según ha informado el Gobierno germano, le ha recordado a Netanyahu que la medida de dos Estados es la mejor forma de “garantizar la seguridad de Israel”. Pero el portavoz del Ministerio de Exteriores alemán ha sido más contundente en sus declaraciones, evitando felicitar al primer ministro israelí “hasta que se conforme el nuevo Gobierno” y pidiendo que se retomen las negociaciones para que los palestinos “cuenten con un verdadero Estado”. España, por su parte, también se ha mostrado favorable a las negociaciones entre Israel y Palestina: el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, ha expresado su confianza en que el Gobierno de Netanyahu “avance en el proceso de paz de Oriente Medio”, y afirma que la solución óptima es la de dos Estados, “un Israel seguro y una Palestina viable, viviendo en paz en un territorio que deben compartir».
En definitiva, el primer ministro Netanyahu se enfrenta a una legislatura incómoda. Con los ojos de las democracias europeas –y de su gran aliado, Estados Unidos– puestos sobre él, todo parece indicar que Israel deberá hacer frente a una situación nada sencilla, marcada por las demandas de los árabes con nacionalidad israelí, el conflicto palestino y la escalada de ataques violentos del movimiento islamista Hamás. De momento, el primer ministro israelí ya ha suavizado su discurso, asegurando que la solución de dos Estados será factible cuando “los dirigentes palestinos abandonen su pacto con Hamás y se comprometan en negociaciones sinceras con Israel». Además, Europa parece estar abandonando su actitud paternalista hacia Israel, marcada por los nefastos recuerdos del Holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial. Sin duda, la presión internacional será un factor decisivo para que finalmente Israel y Palestina abran el camino hacia una paz que desapareció en 1948 y que está tardando demasiado en regresar.