Hasta hace unos pocos años era infrecuente en España el montaje de exposiciones sobre alta costura o fabricantes de joyas, pero hoy la cultura también incluye lo popular y el cine, como séptimo arte, ha sido la última estrella en desfilar por la alfombra roja (aunque algunas ciudades, como Turín, cuentan desde hace años con museos de cinematografía).
Desde el pasado 5 de octubre y hasta el 5 de febrero de 2017 puede visitarse en la Fundación Telefónica (c/ Fuencarral 3, Madrid), gratuitamente, la exposición «Alfred Hitchcock. Más allá del suspense» comisariada por Pablo Llorca.
Se trata de una elección acertada, pues Alfred Hitchcock (1899-1980) se ha convertido por derecho propio en una figura icónica del siglo XX: dedicado al cine desde los veinte años, primero como aprendiz de montador y ayudante de dirección antes de dirigir su primera película —en 1925—, dedicará los siguientes sesenta años a rodar algunas de las obras más representativas del Hollywood de los cincuenta y sesenta. A ello contribuyeron su dominio técnico y la selección de actores y actrices como Grace Kelly o Cary Grant que, dentro y fuera de la pantalla, daban mucho de qué hablar.
La larga trayectoria de Hitchcock está jalonada de títulos tan conocidos como Psicosis (1960), Con la muerte en los talones (1959) o Los pájaros (1963), pero estas no fueron sino unas pocas de las más de cincuenta películas que rodó (nueve mudas en sus primeros años, veintiséis en las islas británicas y luego otras tantas en Estados Unidos).
Aunque es más famoso por sus filmes estadounidenses —que son también los que mayor atención acaparan en la exposición—, rodó primeramente en Inglaterra, y en abundancia. En 1939 se trasladó a Estados Unidos y en asociación con David O. Selznick realizó Rebeca (1940), que fue un gran éxito de taquilla y obtuvo el Óscar a la mejor producción y mejor fotografía. Esto le abrió las puertas de Hollywood, donde se convirtió en el director del cine de intriga y suspense por excelencia, en paralelo a otros grandes directores contemporáneos de comedia como Billy Wilder o George Cukor. Como las de estos, sus películas muestran el triunfo de la clase media norteamericana y nos dejan el recuerdo de unos felices años 50 y 60 tras la segunda guerra.
Como se señala en la exposición, «Hitch» supo combinar la minuciosidad de un director metódico con las exigencias comerciales: Encadenados (1946) fue ya un éxito de taquilla y Psicosis fue la segunda película más taquillera de 1960, con una recaudación de ocho millones y medio de dólares (de la época): una frase conocida de él fue la de que «el cine es un montón de butacas que hay que llenar». No obstante, al final de sus años, esta comercialidad fue decayendo.
Fascinado por el crimen al más puro estilo británico (como Agatha Christie), llegó a afirmar: «Hago suspense y trato de jugar con los espectadores como el gato con el ratón». Este suspense también supo mostrarlo a partir de 1955 con la serie de televisión Alfred Hitchcock presenta, todo un éxito compuesto por 372 episodios de los que él mismo dirigió veinte; la introducción con que abría cada programa, su silueta de barriga prominente y sus apariciones como «extra» en sus propias películas le hicieron aún más conocido.
Ante lo dicho, queda claro que Hitchcock da para una buena exposición… En la de la Fundación Telefónica se ha realizado un excelente montaje, que incluye proyecciones breves, storyboard de algunas secuencias famosas, documentos traídos de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (Academy of Motion Pictures Arts and Sciences, Beverly Hills, California, conocida popularmente por ser la institución que entrega los óscar) e incluso trajes del estilo Dior o Balenciaga.
Dividida en cinco secciones, destacan especialmente la de «Mujeres y Hombres» (donde se resalta el papel de sus actrices y actores protagonistas, como Ingrid Bergman, Grace Kelly, James Stewart o Cary Grant) y la de «El revés de la trama: Hitchcock, las apariencias y los trucos», sobre la técnica cinematográfica (montaje en capas de decorados, uso de maquetas, efecto Schüfftan, etc.).
Sin duda, se trata de una exposición interesante, aunque comprensiblemente incompleta ante la desbordante trayectoria que ofrece la vida y la obra Hitchcock.
Señalaremos por último que, aunque vinculadas con la exposición hay varios talleres y guías explicativas para jóvenes, habría sido interesante, si los derechos lo permiten, la proyección íntegra —o fragmentos seleccionados— de algunas de sus películas. Pero esto es lo de menos: son fáciles de encontrar en cualquier biblioteca, como sucede con aquellas obras literarias u artísticas que han pasado a la posteridad.