Como si se tratara del clásico de Homero, HSBC ha sido atacado desde dentro, siendo el propio banco quien introdujo en sus oficinas a la persona que ha sacado a la luz los archivos que demuestran la implicación activa del gigante bancario en la evasión de impuestos de sus clientes.
Año 2007. El gigante bancario británico HSBC cuenta entre sus filas con un ingeniero informático de origen italo-francés. Su nombre: Hervé Falciani. Su trabajo: la gestión de datos. Nombres, direcciones, número de cuentas y cantidad máxima en cada una de ellas…Tenía acceso incluso a las notas de diferentes conversaciones mantenidas entre clientes y empleados en 2005. Fue así como descubrió el problema.
Desde 1988 la filial suiza había ayudado a sus clientes a evadir impuestos. Les asesoraba sobre cómo eludir a las autoridades fiscales en sus países de origen. Les entregaban dinero en metálico imposible de rastrear. Para ello, se aseguraban de que los fajos eran siempre en moneda ajena a la del cliente. En un mismo grupo de billetes podía existía más de un tipo de divisa.
Las autoridades suizas debían conocer el asunto. Falciani puso a su disposición la información que había recabado. Pero sin desvelar su nombre. La respuesta no fue la esperada. Se negaron a considerar los archivos. Entre otras cosas, por la forma ilegal en la que se habían obtenido. Ante esta reacción, el informático se puso en contacto con un banco libanés. Nuevamente ocultando su identidad, aunque esta vez a través de un nombre falso. Su objetivo era provocar una reacción en las mismas autoridades que habían rechazado su denuncia. “Quería hacerlo de forma anónima porque temía por mi vida”, afirmó Falciani.
Sus acciones dieron fruto. Más cuando, tras marcharse a Francia en 2008, facilitó las informaciones bancarias al Gobierno galo. El entonces jefe de la fiscalía de Niza, Éric de Montgolfier, finalmente decidió actuar. Empezando por una investigación contra los evasores. Además, envió los datos a diferentes países de la Unión Europea, España entre ellos. Pero las medidas no se quedaron ahí. Suiza mandó una orden de detención contra Falciani. El motivo: revelar secretos financieros suizos. Así, en 2012 fue detenido en Barcelona para, posteriormente, ser trasladado a la prisión de Valdemoro. Sería allí donde esperaría una sentencia que llegó al año siguiente.
En primavera de 2013 la Audiencia Nacional ordenaba su puesta en libertad. Según este organismo, los documentos presentados por el ex empleado de HSBC mostraban “actividades sospechosas de ilegalidad”. Esto, unido a que “el secreto financiero no era reconocido como una figura legal” en España, no hacía posible su entrada en prisión.
HSBC tenía una versión diferente. Para la filial suiza su ex empleado solo buscaba el beneficio. Según el banco, Falciani “trató de vender los datos a los bancos libaneses”. Insisten que su autodefinición como denunciante es falsa. Su deseo de colaborar con las autoridades se dio solo “después de su arresto en España”. “Nosotros no tenemos ningún registro o conocimiento de un intento anterior para alertar a su superior o a la gestión del banco”, sentencian. Pese a esto, las autoridades francesas y españolas siguen defendiendo a Falciani. El ejemplo más claro es Eric de Montgolfier. El fiscal francés llegó a prestar declaración judicial en apoyo del italo-francés.
Pero este movimiento legal paso casi inadvertido en la calle. Poco se sabía realmente del alcance de la información extraída por Falciani. Al menos, hasta que el periódico francés Le Monde se hizo con una copia de los datos. Así se inició, junto con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, la investigación periodística. Con ello, los números empezaron a conocerse.
106.000 clientes con cuentas opacas. La mayoría de ellos identificados como “amas de casa”. Aunque en realidad eran “los típicos muleros que vemos en las películas”, explicó el experto en blanqueo de capitales Juan Carlos Galindo a La Sexta. 203 países. El primer lugar lo ocupa Suiza con 11.235 clientes. Le siguen Francia, Reino Unido, Brasil e Italia respectivamente. Con 2.694 clientes, España se encuentra en el duodécimo puesto. El resultado: más de 100.000 millones de dólares fuera de la ley. La denominada “lista Falciani” incluía conexiones con el narcotráfico, la venta de armas y el terrorismo de Al Qaeda.
Pero en esta lista también aparecen negocios lícitos. Empresarios que cayeron en la ilegalidad de la evasión fiscal por una sola razón: tener más dinero. En verano de 2010, el servicio nacional de inteligencia griego conoció que muchos de esos nombres pertenecían a sus ciudadanos. Sin embargo, no fue hasta octubre de ese año cuando la entonces ministra de Economía francesa Christine Lagarde envió al Gobierno griego un CD sin etiquetar con cerca de 2.000 cuentas. Concretamente, se la hizo llegar al ex ministro de Finanzas socialista George Papaconstantinou. Lo que entonces no se sabía es que en la lista había, presuntamente, familiares del político heleno. La coincidencia en el tiempo entre su dimisión y la desaparición del disco lo comprometieron más. Así, en febrero de 2015, se convertía en el primer caso del tribunal especial de Atenas. Acusado de un delito de falsificación de documentos, el organismo formado para luchar contra la evasión fiscal lo condenaba a un año de prisión. Pese a ello, el ex ministro se sigue considerando el “chivo expiatorio” de la crisis griega.
Las consecuencias de la lista Falciani llegaron primero a Grecia, pero no pararon allí. Sobre todo, tras su publicación a nivel mundial. Países como Bélgica, Francia y más recientemente Suiza han comenzado a buscar pruebas que demuestren la implicación de HSBC en el blanqueo de capitales. En el caso de los fiscales suizos registraron las oficinas del banco en Ginebra. En otros lugares como Reino Unido los efectos se han visto también en el ámbito periodístico. La cobertura realizada por algunos medios de comunicación ha llevado a la dimensión de parte de su plantilla.
Estos movimientos han provocado que HSBC admita que su filial suiza abrió cuentas para evasores fiscales. Eso sí, se justifican. “La cultura de aceptación y los estándares de buen comportamiento eran netamente más bajos que los de hoy”, afirma Franco Morra, director de la sucursal instalada en Suiza. Por eso, es ahora cuando se está realizando la “transformación radical” necesaria para evitar que la situación se repita.