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Irlanda da el ‘sí, quiero’ a la igualdad

El apoyo mayoritario al matrimonio homosexual en el referéndum irlandés abre un nuevo camino hacia la igualdad para el colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (LGTB). El resultado de la consulta popular es muy significativo para un país como Irlanda, de gran mayoría católica, por lo que la Iglesia ya ha mostrado sus primeras reacciones.

Celebración tras el Referendum en Irlanda - Willian MurphyLos sondeos previos al referéndum sobre el matrimonio homosexual en Irlanda ya auguraban una ventaja del “sí”; sin embargo, esta se iba reduciendo a medida que se acercaba la fecha de la consulta gracias a la campaña de la Iglesia católica, apoyada por los sectores más conservadores de la sociedad irlandesa. Finalmente, el pueblo irlandés otorgó su apoyo a la legalización del matrimonio homosexual con un 62% de papeletas que marcaban la opción del “sí”. Tras los resultados, el Gobierno de coalición entre conservadores y laboristas modificará la Constitución irlandesa para añadir un artículo en el que se reconocerá el matrimonio como la unión de dos personas “sin distinción de sexos”.

De esta manera, Irlanda se ha convertido en el primer país del mundo en aprobar el matrimonio gay por esta vía, después de que Eslovenia y Croacia lo intentaran sin éxito en 2012 y 2013, respectivamente. Además, el plebiscito irlandés ha tenido la mayor participación de las últimas 20 consultas celebradas en el país: el 60,5% de los convocados acudieron a las urnas, siendo la tasa más alta desde 1995, año en que se celebró el referéndum sobre el divorcio.

Una vez conocidos los resultados, las reacciones no se han hecho esperar: el ministro irlandés de Sanidad, el conservador Leo Varadkar, que recientemente anunciaba su homosexualidad, asegura que Irlanda ha vivido una “jornada histórica”, y añade que para él la consulta “no solo ha sido un referéndum: ha sido una revolución”. Colectivos pro Derechos Humanos y cientos de ciudadanos también han mostrado su satisfacción y han celebrado el resultado llenando las calles de Irlanda de coloridas banderas. Pero también se han alzado las voces de los detractores, representados principalmente por la Iglesia. Desde el “think tank” irlandés Instituto Iona han calificado el triunfo del “sí” como algo “bastante decepcionante”, mientras que el arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, ha preferido valorar los resultados de la consulta como una fase más de la “revolución social” que atraviesa Irlanda, por lo que asegura que la Iglesia católica debe iniciar un proceso de “revisión de la realidad”.

Desde el Vaticano también se han pronunciado sobre el referéndum irlandés. Su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, calificó la consulta como “una derrota para la humanidad”, y asegura que la Iglesia debe aprovechar para “reforzar su empeño y esfuerzo por evangelizar”, por lo que no coincide con el punto de vista renovador del arzobispo de Dublín.

FOTO TEXTO Celebración tras el referéndum en Irlanda - Charles HutchinsLa Iglesia de Irlanda es consciente de que el respaldo al matrimonio gay es muy significativo en un país donde aproximadamente el 80% de su población profesa la religión católica. El resultado de la consulta es un síntoma más de que la sociedad irlandesa lleva décadas viviendo un alejamiento constante de la doctrina católica. Ese distanciamiento comenzó en los años 90, cuando los irlandeses aprobaron la legalización del divorcio. Además, en 2009 un informe oficial sacó a la luz más de 35.000 casos de víctimas de violaciones por parte de sacerdotes, una violencia sexual que, según el informe, fue encubierta durante 70 años por la Iglesia de Irlanda. Aquel escándalo provocó que el Gobierno se enfrentara a la institución católica por primera vez en la historia, acusándola de “minimizar las investigaciones y encubrir a los culpables”. Desde entonces, la sociedad de Irlanda ha experimentado una modernización vertiginosa, pese a que la Iglesia sigue manteniendo su posición influyente en aspectos básicos como la Educación. Esa posición dominante ha conseguido frenar históricamente asuntos como la legalización del aborto, que no tuvo lugar hasta 2014 con una de las leyes más restrictivas de Europa. Sin embargo, en el caso del matrimonio homosexual, la campaña de las instituciones católicas no ha sido tan efectiva como se esperaba.

No cabe duda de que la sociedad irlandesa es una de las más católicas de Europa, pero tampoco debe pasar desapercibido el proceso de cambio ideológico que está protagonizando en las últimas décadas. La Iglesia debe hacer frente a esa revolución si quiere seguir manteniendo su influencia en la ciudadanía de Irlanda. Ese cambio en el dogma católico parece estar representado por la figura del Papa Francisco, cuyo discurso aperturista contrasta con las palabras de su secretario de Estado sobre el referéndum irlandés. La aprobación del matrimonio gay en Irlanda, más allá del triunfo social que supone para el colectivo LGTB, es una señal de que la ciudadanía está rompiendo las ataduras de la religión. La Iglesia se enfrenta al reto de adaptarse a las nuevas circunstancias, de dejar de ser una institución opresora para convertirse en símbolo de convivencia en esa sociedad que desea avanzar sin renunciar a su catolicismo. El Vaticano debe interiorizar esos cambios y dejar de imponer condiciones a la fe de los creyentes; de lo contrario, lo más probable es que la influencia de la Iglesia acabe sucumbiendo a los valores de la democracia y la libertad.

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