Un texto recuperado: esto es lo que nos ofrece la editorial Lumen con la publicación de Viaje al sur de Juan Marsé (enero de 1933-julio de 2020).
Perdido el manuscrito definitivo desde el año 1963, en que se descartó para la publicación en Ruedo Ibérico (la editorial que publicó en 1962 La guerra civil española de Hugh Thomas y El laberinto español de Gerald Brenan), ha pervivido en los archivos de la editorial hasta que fue recientemente redescubierto. Es una muestra más de los avatares por los que pasan los textos literarios, incluso de los autores contemporáneos.
Con una peculiar mezcla de diario de viajes, narración y ensayo socioeconómico, la editorial parisina Ruedo Ibérico encargó a Juan Marsé y Antonio Pérez realizar un viaje por Andalucía para escribir una visión de sus tierras y sus gentes.
El propósito era hacer una obra crítica que mostrara la realidad de España frente a la propaganda franquista y donde se denunciaran «las manipulaciones de la dictadura» (pp. 17-18), al estilo de los relatos de Campos de Níjar de Luis Goytisolo publicados por Seix Barral en 1960 con fotografías de Vicente Aranda. Como en aquella obra, debían sumarse a los textos imágenes del fotógrafo Albert Guspi, hasta componer «dos relatos paralelos más la información gráfica» (p. 313): «Lo que intentamos hacer no es un libro de viajes o impresiones al modo que viene haciéndose, anecdótico y con visión muy personal, sino algo con más hondura; en fin, distinto» (p. 328).
El proyecto fue finalmente abandonado por Antonio Pérez y solo quedó Marsé como responsable de los textos. Sin embargo, aunque el manuscrito resultante era un buen documento, no era muy extenso y quedó trunco: faltaba el armazón de datos socioeconómicos y una parte de fotografías; el editor de Ruedo Ibérico quizá debió de considerar que no cumplía los objetivos iniciales previstos, a lo que se sumaba la presión de la censura franquista, que seguía de cerca la editorial, y no se publicó.
El viaje duró casi todo el mes de octubre de 1962. Recorrió distintas poblaciones de Andalucía, pero no más que una parte (Andalucía es muy grande, y más en los años sesenta con los medios disponibles entonces): comenzaron en Sevilla y siguieron por Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda, Rota, El Puerto de Santa María, Cádiz, Chiclana, Vejer de la Frontera, Barbate, Tarifa, Algeciras, Ronda, Marbella, Fuengirola, Torremolinos, hasta finalizar en Málaga. Ni recorrieron la provincia de Córdoba ni la de Granada, ni Almería (ya tratada por Goytisolo) ni Jaén, tampoco Huelva. Limitados por el transporte y por la geografía, la del libro es una visión parcial, aunque suficiente, para testimoniar cómo era entonces la Andalucía de los «patios interiores con lavaderos», con sus «estampas de miseria, chabolas, grupos de campesinos faenando o a lomos de burros» (p. 34), con sus «mujeres campesinas que tienen manos de hombre» (p. 117).
Como si fuera un sociólogo, el joven Marsé se pregunta ocasionalmente en la obra por las causas de este subdesarrollo material (e ideológico): la falta de una reforma agraria, la manipulación política de la aristocracia latifundista andaluza, la falta de industriosidad, el inmovilismo… Pero la visión de Marsé es la de alguien del norte y viajado, europeo, a veces altivo, de un obrero barcelonés que vive en una gran ciudad industrial y que ha vivido en París tras la obtención de la beca solicitada por Carlos Barral, lo que choca de lleno con la perspectiva del sur de los «rentistas andaluces» (p. 119) e incluso de la clase acomodada madrileña que visita las bodegas amontilladas de Jerez y Sanlúcar. Sin embargo, esos años de posguerra eran también un momento de cambio, de migración del campo a la ciudad y de otras novedades en Europa —muy lejanas todavía en esa España—, como la noticia de la inscripción de un estudiante de raza negra en la Universidad de Oxford que provocó la capitulación del gobernador.
Muestra de los intereses del joven escritor queda patente en la extensión de ciertos capítulos: frente a las dos líneas dedicadas al alcázar de Sevilla, concede varias páginas a la casa de Dueñas, algunas pocas a Marbella, pero muchas a Ronda y a Rota (para mostrar allí la imagen vívida de la vida nocturna de los americanos). En su camino hay lugar para los lugares de cultura (ateneos, casinos), tugurios cabareteros y para las visitas a intelectuales, si bien en su mayor parte fuesen poetas provinciales «de poesía de corte absolutamente señorial y vinatero» (p. 120).
Marsé escribía muy bien, el diario presenta un fino sentido del humor y su prosa amena, llena de virtuosismo descriptivo, se lee con facilidad y gusto. La suya no es una visión servicial, sino muy personal, sincera y crítica, de los territorios del sur. El propio autor tuvo tiempo de revisar el texto e incorporar algunas «correcciones estilísticas» poco antes de su muerte.
En cuanto a la edición, el texto cuenta con notas y un prólogo de Andreu Jaume. Se añade un apéndice con las cartas cruzadas entre Marsé y la editorial desde que se iniciara el viaje hasta que la editorial le notifica que no sería publicado, en enero de 1965. A través de ellas sabemos la intrahistoria del texto y cómo fue redactado. En la publicación se reproducen algunas fotografías de Guspi, pero no todas, ante la falta de certeza de autoría de otras localizadas.
En conclusión, Viaje al sur es una excelente mirada a nuestro territorio y a cómo eran nuestros padres y abuelos en ese tiempo (no tan lejano), en una edición cuidada que muestra las peripecias de un texto hasta llegar a nuestros días, y que completa con un género más la obra del novelista Marsé.