Debolsillo nos presenta Orlando, una de las obras más conocidas y accesibles de Virginia Woolf, cuyo protagonista está inspirado en su amiga Vita Sackville-West.
Orlando cuenta las aventuras de un atractivo aristócrata inglés que, al llegar a la treintena, se transforma en una mujer. Este personaje, que disfruta de la soledad y gusta del oficio de escribir, vivirá durante cinco siglos (desde la época isabelina al siglo XX), reflejando las variaciones de la sociedad, los hábitos y los gustos. El relato de sus peripecias correrá a cargo de un biógrafo que, en ocasiones, se enfrenta al problema de la escasa documentación y que es consciente de que va a ser leído por nosotros, los lectores.
Virginia Woolf compone una obra sumamente original y transgresora, adelantándose a su tiempo al plantearse cuestiones relacionadas con la identidad de un individuo. Es significativo que, en las diversas metamorfosis que se operan en Orlando a lo largo de la obra (de hombre a mujer y a la inversa), los personajes secundarios que acompañan al protagonista no se muestren especialmente sorprendidos de lo sucedido ni sumamente extrañados por el cambio acaecido. De hecho, Nick Green regresa en el penúltimo capítulo y, sin haber conocido la evolución ni plantear preguntas, nombra al protagonista como “Lady Orlando”. La naturalidad con que la autora trata este hecho insólito es llamativa y sorprendente y da cuenta de la modernidad de su pensamiento.
Otra de las claves de esta obra denuncia lo arduo que era, para las mujeres, acceder a la cultura y al aprendizaje. Orlando, tras haberse convertido en mujer, comprende que las capacidades mentales son idénticas en ambos sexos y que las mujeres no pueden acceder al conocimiento, no por falta de inteligencia, sino porque los hombres no se lo permiten. Incluso, la autora va más allá, afirmando que ellos niegan instrucción a la mujer para no sentirse intimidados por su inferioridad masculina. Esta defensa de la mujer tuvo que escandalizar a la sociedad londinense del momento, aunque la autora lo sintió así en su vida: a pesar de que aprendió francés, historia, latín o matemáticas, siempre lamentó no poder acceder a la formación de su hermano Thoby. Asimismo, Lady Orlando manifiesta que algunos rasgos, que se asociaban a la femineidad, no lo eran por naturaleza, sino por la disciplina con la que las mujeres lo ejercían. De esta forma, sostiene que ser sumisa, casta, estar exquisitamente ataviada o moderar la lengua supone una labor aprendida con esmero y rigor, y no algo innato en la mujer.
Esta novela está plagada de imágenes oníricas y surrealistas y en la que los límites entre realidad y sueño o alucinación son difusos. No deja de ser una novela reflexiva sobre el amor, el paso del tiempo o la escritura y una parodia sobre la autobiografía. Posee un lenguaje poético, detallándonos los sentimientos y anhelos, así como los ambientes y épocas por los que el personaje transita. El humor tiene más peso que en otras obras de la autora y permite suavizar las insatisfacciones que atormentan al protagonista. Orlando supone un interesante acercamiento a la narrativa de Virginia Woolf y una reflexión sobre el papel de la mujer a través de los siglos.