El cineasta alemán Wim Wenders realiza un minucioso recorrido por la obra del maestro de la fotografía Sebastião Salgado; y en esta ocasión se acompaña del hijo de este, Juliano Ribeiro Salgado.
Uno de los atractivos del presente trabajo descansa en su diseño visual. El dispositivo es una idea fílmica eficaz, al tiempo simple. El rostro del fotógrafo comentando su trabajo a través de un espejo semitransparente en el que se proyectan algunas de sus fotografías, permite que el hombre y la obra interactúen, reflejándose entre si –cómo surgieron esas imágenes, qué fin perseguían-. Sin dudarlo afirmamos que esa innegable intencionalidad de Wenders permite al fotógrafo darle la palabra. Y es a través de dichas palabras y de sus imágenes fijas, como se nos va narrando la historia de una parte de ese siglo XX (Ruanda, Irak, Bolivia, Bosnia, Brasil), al tiempo que se nos viene a trasmitir la verdadera dimensión significativa de su trabajo, que va más allá de un principio estético, y es la de aproximarnos, no solo hacia el arte de la mirada, sino conducirnos al significado que define al personaje como el fotógrafo de la condición humana –el fotógrafo de la muerte, del pánico, de la naturaleza-. Filma Wenders a su personaje en blanco y negro; en algunos instantes, sentado frente a la inmensidad de un paisaje, la textura recuerda a aquellos Western dirigidos por King o Wellman –no solo es una mera coincidencia con respecto a la elección de Salgado de elegir el blanco y negro para sus fotos- . En otros momentos, opta el realizador por la toma aérea, cuando trata de trasmitirnos la sensación que encontramos ante las ficciones documentalizadas por Salgado
Existe otra dimensión que engarza con el arte. Mientras que Juliano opta por el documental hagiográfico, a veces en color, introduciendo material de archivo, interviniendo como voz en off el mismo a modo de narrador, vertebrador; Wenders se debate entre observar y filmar, pese a las diferencias existentes entre la fotografía y el arte cinematográfico. Intenta en lo posible proyectarse en el artista, y es que el propio realizador alemán es además fotógrafo. De esta consideración extraemos algunas posibles ideas: una de ellas, el cómo documentar mediante imagen en movimiento el arte de alguien que recrea imágenes estáticas –quizás no es volver a considerar el cine de los pioneros de antaño-.
Imágenes: Caramel Films