Mad Men ha vuelto. La serie más exitosa de AMC (junto a Breaking Bad) comienza su despedida. Una temporada dividida en dos partes que promete no dejarnos indiferentes. ¿Estáis preparados para su despedida?
Quien haya visto esta serie, sabrá que todo lo que hay en ella es digno de mantener en nuestras retinas, y ya puestos, en nuestra memoria. Mad Men ha supuesto una renovación del know-how americano. Con un estilo propio ha sabido llegar a los corazones más duros, y es que esta serie de AMC es una auténtica obra de arte.
Si eres de los que han oído hablar de ella, pero aún no se ha decidido a verla, debéis saber que os estáis perdiendo una de las mejores ficciones de los últimos tiempos. No solo su realización, o fotografía y vestuario, sobre todo lo que queda de Mad Men son sus personajes, en especial: Don Draper. Con un guión magnifico, esta serie ha hecho del subtexto su padre nuestro. Lo que dicen los personajes pasa a un segundo plano, apenas importa, son las acciones de éstos los que conducen las tramas. Si bien los personajes son la clave de esta serie, los temas que abarca y la manera de hacerlo es lo que la hace único. Las dos primeras temporadas ahondan en el machismo y la sociedad patriarcal restaurada en los años cincuenta-sesenta, Betty Draper sería el representante absoluto del “American way of life” y Peggy Olsen el contrapunto de la mujer trabajadora. El sexismo, la infidelidad el alcoholismo, el racismo y el movimiento contracultural como fondo de un pasaje norteamericano; y es que Mad Men es Norteamérica y Donald Draper el producto de una norteamericana de sueño y pesadilla.
Mad Men supone un estudio sobre la identidad, sobre las consecuencias de la guerra en el ser humano. Don es un personaje fascinante, contradictorio como solo lo puede ser un ser humano, de ahí la fascinación del público ante el personaje. El entorno familiar, las circunstancias que te hacen tomar determinadas decisiones y las consecuencias de esas decisiones. Temporada a temporada Don vive, o lo intenta, en su propia mentira, una mentira que él ha confeccionado, pues es un hombre que se ha hecho así mismo. El ejemplo más fidedigno de la trampa del “Sueño americano”. Como su análoga femenina tenemos a Peggy, un personaje igual de fascinante que Draper.
Esta última temporada, estrenada el pasado trece Abril, promete mantenernos en vilo capítulo a capítulo sin desvelarnos demasiado, porque uno de los lemas de Mad Men es “menos es más”. Una serie cuasi perfecta, con un guión sobresaliente en el que cada una de las tramas -y de sus personaje- aporta lo suficiente como para cautivarnos. El primero de la siete nos introduce de nuevo en el mundo de Don, poco a poco como solo los guionistas de esta serie saben. El descenso a los infiernos de Don parece que ha llegado a su fin, para comenzar a purgar sus pecados –o eso quiero pensar-. Si Don va para arriba, Sterling no puede estar más perdido: el alcohol y las drogas son su perdición. Mientras tanto, Peggy tiene que luchar contra su nuevo jefe, un piso de mala muerte y un amor frustrado. Joan continúa intentando progresar en la Agencia, para dejar de ser “Joan, la sexy secretaria” y conseguir su posición merecida en Sterling, Cooper & Partners. . Peter, sin embargo, parece ser el único que por fin se ha encontrado a sí mismo, los aires de California le han vuelto un hippie. De Betty y Sally aún no se sabe nada porque no han tenido espacio en este primer episodio. Y Megan, Megan es un personaje que siempre me ha producido una mezcla de apatía, pena y devoción todo a un mismo tiempo, veremos qué pasa en este matrimonio que quizás nunca debió de producirse.
Fotografías tomadas de: https://www.facebook.com/MadMen