Este viernes llega a los cines Mustang, una película con sentido crítico que muestra el estilo de vida que todavía llevan algunas jóvenes en las sociedades conservadoras de Oriente Medio. La directora turca-francesa Deniz Gamze Ergüven plasma en su primer largometraje algunas de sus vivencias más personales.
El filme está protagonizado por Güneş Şensoy, Doğa Doğuşlu, Elit İşcan, Tuğba Sunguroğlu y İlayda Akdoğan, un grupo de jóvenes actrices que han dado el salto a la gran pantalla metiéndose en el papel de las cinco hermanas retratadas en la película.
La trama se desarrolla en un pequeño pueblo al norte de Turquía, y gira en torno a Lale, Nur, Ece, Selma y Sonya, cinco hermanas huérfanas con edades comprendidas entre los 12 y 16 años. Las jóvenes están siendo criadas por su tío y abuela, quienes no dudarán en tomar medidas drásticas cuando por el pueblo empiezan a correr rumores sobre la inmoralidad y el escándalo que levantan las niñas al ser vistas jugando con unos compañeros de escuela. Las cinco hermanas se verán entonces obligadas a abandonar el colegio y empezar una educación muy diferente en casa, aquella que les inculcará los valores que toda esposa debe aprender si quiere encontrar un buen marido.
Mustang nos muestra cómo, aun estando en pleno siglo XXI, se siguen produciendo diariamente conflictos culturales entre las ideas más tradicionales y los valores más modernos. En la película, las cinco hermanas se ven obligadas a llevar un estilo de vida conservador y tradicional que las oprime y separa del mundo actual. La virginidad, la forma de vestir e incluso las amistades y lugares que frecuentan se convierten en aspectos cruciales de las vidas de estas niñas, siendo prácticamente recluidas en casa para que su comportamiento no pueda dar que hablar y sea sencillo encontrarlas marido.
Viéndose la edad como un mero número, nuestras protagonistas se enfrentarán a las negociaciones matrimoniales, llegando a ser considerable la diferencia de edad entre los prometidos, e incluso siendo las niñas demasiado jóvenes para contraer dicho acto. Pero una vez más, vemos como los valores tradicionales que persisten al paso del tiempo o las convenciones sociales, arrastran a las jóvenes a cometer acciones obligadas por su familia.
Las jóvenes son privadas de voz y voto, teniendo que acatar las órdenes de su familia sin oponer resistencia. Entre tanta tensión y drama familiar, se nos ameniza la trama con escenas de interacción entre nuestras protagonistas, donde se pude ver que a pesar de la opresión a la que están sometidas, siguen siendo niñas, que bailan, se ríen, pelean, juegan entre ellas y por encima de todo, se quieren.
Este largometraje no es más que un espejo para muchas chicas, que cada día sufren las consecuencias de pertenecer a sociedades que no admiten los nuevos valores que ya existen en sus culturas. Las niñas se ven obligadas a abandonar su formación académica para dedicarse exclusivamente al aprendizaje de las labores domésticas, siendo así más sencillo para sus familias llegar a acuerdos matrimoniales beneficiosos. Se les arrebata la libre elección de sus actos y decisiones, convirtiéndolas en muñecas de trapo que son manejadas según la conveniencia de sus patriarcas. A estas chicas no solo se les roba la capacidad de elección, sino también la juventud y la vivencia de experiencias clave en esa etapa de la vida, como el poder enamorarse de quien una decida, o algo tan simple como divertirse con amigos. En vez de criar niñas, crían esposas sumisas que deberán vivir por y para sus maridos. Una vez más, se demuestra que el avance y la modernización se dan en muchos casos solo en el ámbito tecnológico.
La corta edad de las actrices, que concuerda con la de las protagonistas, hace que les sea mucho más sencillo meterse en los personajes, y nos muestras unas actuaciones frescas e impecables. Las escenas de interacción entre ellas sacan la sonrisa del espectador, y llegan incluso a hacer que se acompañe las risas de las niñas. Es sencillo dejarse llevar por la relación que hay entre los personajes, pues se muestra de una forma tan natural y realista que bien podríamos estar presenciando una grabación oculta de una familia en vez de una película. El drama y la tragedia que se muestra en la película queda compensado con el toque de humor y vivacidad que aporta la relación de las hermanas. Ergüven consigue dosificar la intensidad con la que se desarrolla la trama, permitiéndonos ver como lo que en un principio era un juego para las niñas se convierte en todo un desafío del que deben escapar.
En pleno siglo XXI es de extrañar que no salgan a la luz más proyectos reivindicativos que busquen la concienciación social, como es el caso de Mustang. La mejor forma de hacer ver a las personas el estilo de vida que llevan los jóvenes de muchas culturas es esta, el cine. En una sociedad tan visual como es la actual, tan moderna y rebelde, no hay mejor modo de crear conciencia social. No es necesario el uso del cine exclusivamente para entretener al espectador; se puede entretener mientras transmites un mensaje, mientras peleas en busca del cambio de mentalidad. Mustang es un claro ejemplo de ello. La trama no resulta agobiante o aburrida en ningún momento, al contrario, es fresca y revitalizante, y cuando sales de la sala de cine lo primero que piensas es “No me puedo creer que todavía haya sociedades tan subdesarrolladas, que obliguen a las niñas en contra de su voluntad a contraer matrimonios concertados.” Y solo con eso, ya estás propiciando el cambio social.