Dolor, caos y sufrimiento mezclado con extraordinarias dosis de humildad, humanidad y esperanza. Es lo que vivieron los periodistas Juliette Rousselot y Omar Havana tras el terremoto que asoló Nepal el pasado mes de abril. Este viernes han estado en la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) para contar en primera persona sus testimonios y hacer una llamada a todas las personas que puedan aportar su pequeño granito de arena para devolver a Nepal y a sus gentes la normalidad.
6:11 horas, 25 de abril de 2015, un seísmo de 7,8 grados de magnitud asola Nepal. “Lo primero que vivimos fue el caos, los especialistas ya sabían de la posibilidad de que un terremoto ocurriera en esa zona, por lo que la población estaba prevenida. Los nepalíes y turistas que se encontraban allí tardaron cinco minutos en salir a las calles. En los primeros días hubo tal cantidad de cadáveres que Nepal se quedó sin madera para quemar a sus muertos”, –el ritual funerario tradicional del hinduismo y la sociedad nepalí–. Además, la ayuda humanitaria tardó en llegar, “el aeropuerto es pequeño y estaba colapsado. Los primeros en llegar fueron India y China pero si no encontraban a chinos o indios se volvían con los aviones vacíos”.
Omar y Juliette se encontraban en Nepal en el momento del terremoto, ambos coinciden en que lo más complicado de cubrir esta catástrofe fue enfrentarse a ver y fotografiar las decenas de muertos que dejó el seísmo: “lo más difícil es la muerte y el sufrimiento de los niños. Jamás olvidaré el olor a carne humana. En momentos así me dan ganas de tirar la cámara y dejar de ser periodista”, relata Omar. El periodista también recuerda el momento en el que una mujer descubrió a su madre fallecida debajo de una sábana y sus gritos de “ama, ama” (mamá en nepalí): “Puede que escribamos para intentar no pensar demasiado en lo que vemos, pero no hay filtro para el sonido, para los gritos”.
Al caos inicial se sumó el creciente pánico de unos por haberlo perdido todo y el de otros por el miedo a perderlo. Los daños materiales han sido devastadores, con miles de casas y escuelas destruidas. El 10% de la población nepalí se ha quedado sin hogar y está viviendo en tiendas de campaña en las calles y muchos niños y niñas no podrán asistir a la escuela. Además, cientos de kilómetros de carreteras están dañados, lo que dificulta las comunicaciones y la llegada de ayuda humanitaria. También los templos, el patrimonio y la seña de identidad de un país. Ambos periodistas coinciden en que precisamente eso, la identidad, será lo más difícil de recuperar, el daño psicológico de haberlo perdido todo o casi todo. Se calcula que se necesitarán al menos 10 años para recuperar todo el patrimonio dañado.
Así mismo, Juliette y Omar no dudan en criticar la labor de algunos medios de comunicación y la falta de ética de algunos periodistas que fueron a cubrir la catástrofe y que solo piensan en sacar la mejor fotografía de portada: “Llevaban a un niño en camilla y tenían que detenerse a ratos para que los periodistas pudieran fotografiarle […] Antes del terremoto ya había problemas: tráfico de niñas y niños, desnutrición, escasez de agua… India y China utilizan a Nepal como una colonia y no la dejan explotar sus propios recursos, pero a los medios extranjeros no les importaban estas historias, hasta ahora”. Así como la actitud de algunos turistas extranjeros que pasan por el país explotando a sus habitantes sin preocuparse por la situación real de la región: “Nos encontramos con un turista francés que nos preguntó qué podía verse aquí. Le dijimos que tenía dos opciones, cogerse el avión de vuelta o ponerse a levantar escombros”.
A pesar del caos y la desesperación, tanto Omar como Juliette destacan por encima de todo el valor, la humanidad y la humildad de un pueblo que ha perdido todo menos la esperanza: “por todo Nepal ha comenzado a escribirse el mensaje ‘We will rise again’”. Lo más valioso de Nepal, en sus propias palabras, son las personas, sus gentes: “yo era el único periodista extranjero asentado en Nepal –Omar–, y cuando llegas te lo dan todo”.
Aún así, no dejan de recordar que todo esto no ha terminado. Desde abril se han sucedido las réplicas, ha aumentado el número de muertos –8,1 millones de personas continúan necesitando ayuda humanitaria– y, tal y como afirma Omar, “queda mucho malo por llegar”. El monzón está a punto de visitar la zona y en un país desolado como Nepal, donde decenas de personas duermen en las carreteras y muchos edificios están medio derruidos, puede ser devastador. Por ello, ambos hacen una llamada de atención, por un lado a los medios de comunicación, para que no se olviden de Nepal y por otro, a todas las personas que puedan ayudar a devolver la normalidad a sus gentes. Recuerdan que se pueden hacer donaciones a las organizaciones tanto internacionales –Médicos Sin Fronteras, Save the Children, Water Aid–, como locales y, también, “coger un avión y visitar Nepal, comer en sus locales, alojarte en sus hoteles”.
La actualidad es una vorágine que todo lo traga, lo que hoy es noticia mañana pasa a segundo plano. No dejemos que Nepal y lo más importante, sus gentes, aun llenas de fortaleza y esperanza, caigan en el olvido.
Imágenes: Laura Martínez