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Reflejos verdosos: ‘Agua verde, cielo verde’

¿De qué color recordáis vuestros veranos de infancia? Los míos eran azules, como el alicatado de las piscinas. Sin embargo, el verano que George pasó en Venecia con su prima Flor y su tía Bonnie tenía un color verde, un verde pegajoso y asfixiante, ese verde del musgo de las piscinas echadas a perder. Los recuerdos del primo George abren esta historia de la relación tóxica de una madre y una hija maquillada con una fachada de relajada cotidaneidad de clase acomodada. Una historia angustiosa narrada con el estilo canadiense Mavis Gallant.

Hace ya tiempo que la Alice Munro entró en nuestras estanterías y nuestras vidas. Si nos preguntan por una autora canadiense relevante en el siglo XX seguro que todos la nombraríamos a ella. Gracias a la acogida de El cuento de la criada también sacaríamos a colación a Margaret Atwood. Sin embargo, antes que ellas Mavis Gallant había trabajado ya el “estilo canadiense”. La editorial Impedimenta nos presenta a una de las grandes escritoras del siglo XX con la que podremos ampliar nuestro, por desgracia, pequeño conocimiento de la obra de mujeres. Como Munro, Gallant fue una prolífica cuentista que solo dejó dos novelas publicadas. La primera de ellas es Agua verde, cielo verde, de 1959.

Un elemento recurrente o MacGuffin, como le llaman en el cine, es el que provoca que George evoque a Flor constantemente: la cuenta de una pulsera. Su prima, siempre formal y seria, dejó en evidencia su agresividad al romper voluntariamente una pulsera. Su primo será incapaz de olvidarse de Flor desde ese momento.

«A veces era como si Flor nunca hubiese salido de sus recuerdos, aunque George no pensara en ella nunca. Su prima era el motivo por el que las imágenes gemelas, amor y resentimiento, estaban siempre ahí, reflejándose la una en la otra, como el agua bajo el cielo»

Tras abandonar a George, el narrador se centra en la vida parisina de Flor y Pennie y, tras situaciones bastante estrambóticas, que en otras ocasiones podrían resultas cómicas, el lector comenzará a descubrir ese musgo verde que todo lo invade, una pesadilla tras lo que puede aparentar ser un sueño. Pennie, americana de nacimiento, se exilió a Europa con su hija Flor cuando su familia le dio la espalda tras descubrirse su relación extramatrimonial con su médico. Desde ese momento, una relación de dependencia las unirá para lo bueno y para lo malo. Flor parece ser incapaz escapar de los lazos de su madre, que difuminan su propia identidad, siempre necesitada de buscarse en su propio reflejo.

«Si Bonnie hubiera sido capaz de darle algún sentido a su desordenada vida; si no hubiese desarraigado a Flor para traérsela a vivir a este continente, ahora Flor no tendría miedo del movimiento del suelo bajo sus pies ni se buscaría en los escaparates para cerciorarse de que seguía ahí. No imaginaría la vida como un escenario profusamente iluminado, en el que ella era una mera espectadora. Dependería menos de las palabras, formaría parte de la vida».

Una amiga me animó a leer El club de los mentirosos (Periférica y Errata Naturae) pero con la premisa de que no juzgara a la madre de la protagonista. Yo os animo a hacer lo mismo con Agua verde, cielo verde. Sé que será difícil, pero abrid todos vuestros sentidos porque, desde luego, Bonnie, la madre de Flor, es un personaje de los que dan para analizar con detenimiento.

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