El suicidio es la primera causa de muerte juvenil en nuestro país. Mueren más menores y jóvenes porque se matan a sí mismos que por accidentes de tráfico. Sin embargo, pesa un claro silencio informativo sobre estas muertes, porque el suicidio sigue siendo todavía hoy, como ha ocurrido a lo largo de la historia, un tema tabú. De ahí la necesidad de visibilizar una realidad para, lejos de causar un efecto contagio al que algunos temen, desestigmatizar un problema que afecta a una gran parte de la población. Porque todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos tenido momentos bajos, hemos podido estar deprimidos, hemos podido incluso pensar en la idea de acabar con todo, aunque haya sido de forma momentánea. La muerte, la ajena y la propia, es algo intrínseco a la vida.
Por ello nos parece que un espectáculo como No m’oblideu mai se revela como una apuesta escénica necesaria para visibilizar y dar voz a estas y estos jóvenes que en algún momento pensaron que la única salida posible a cómo se sentían era morir. El hecho de que se trate de un montaje de teatro verbatim, una corriente del teatro documental que se basa en exponer en escena el testimonio directo, mínimamente dramatizado, de gente que ha vivido los hechos en primera persona, nos permite enfrentarnos directamente con el pensar y el sentir de unas tentativas que son el resultado de algo que, casi siempre, viene de lejos. El acoso escolar y los trastornos alimenticios son comunes en la mayoría de los testimonios, pero también los abusos u otros trastornos psíquicos que están presentes en cuatro de cada diez personas actualmente.
Marta Montiel, Elies Barberà y Llàtzer Garcia, intérpretes y director, respectivamente, de este montaje, han llevado a cabo una labor de investigación y documentación rigurosa y valiente para ofrecer al espectador la visión de una problemática social velada. Tras el trabajo previo de entrevistas y recopilación, que queda patente también en la puesta en escena, ofrecen un espectáculo de pequeño formato, acompañados en la batería por Edu Vásquez, donde prescinden de artificios teatrales para que el valor resida, como exige el género, en la palabra. Tanto sus interpretaciones como la dramaturgia realizada a partir de los distintos testimonios logran que la hora de espectáculo sea fluida y muy ilustrativa de los diversos paradigmas ante los que nos podemos encontrar cuando hablamos de suicidio juvenil.
La función, además, no termina ahí. La segunda parte consiste en un coloquio con el público, con la participación de algún especialista en el tema, para remarcar el sentido social de su propuesta, las reflexiones que genera y el inevitable debate acerca de un tema delicado pero del que es necesario que se hable y se conozca. Tras hacer temporada en la Sala La Planeta de Girona y en el Escenari Joan Brossa, vuelven ahora a Barcelona, en la Sala Beckett, donde todavía puede vérseles hasta el domingo 20. Merece la pena prestar atención a nuestros jóvenes en algo tan vital como el dolor, a través del trabajo dramatúrgico e interpretativo de Garcia, Montiel y Barberà.