El exilio es uno de los temas más universales y ancestrales. Los éxodos se han venido sucediendo a lo largo de todos los siglos y, por desgracia, siguen vigentes hoy en muchas partes del planeta. Este año se conmemora el 80 aniversario del exilio republicano español, uno de los más masivos del siglo XX en Europa y, sin duda, uno de los más determinantes de la historia contemporánea de nuestro país. Si el exilio republicano nos resulta (o debería resultarnos) conocido por cercano, o el exilio judío motivado por el Holocausto nazi, por amplio, hay otros exilios, menores, quizás más lejanos, que han pasado desapercibidos para la mayoría de nosotros.
Es el caso del exilio vietnamita en Francia, tras la ocupación colonial gala de la denominada Indochina francesa. La compañía Les Hommes Approximatifs ha presentado estas últimas semanas en España Saigon, que ha podido verse en el Centro Dramático Nacional en Madrid y en el Teatre Lliure en Barcelona. Una propuesta de la directora y dramaturga Caroline Guiela Nguyen, hija de madre vietnamita naturalizada francesa, que se estrenó en el festival Ambivalence(s), en La Comédie de Valence, en 2017, y que pasó también ese mismo año por el prestigioso Festival d’Avignon.
Saigon sube a escena dos mundos, dos realidades, ejemplificadas con dos lenguas, el francés y el vietnamita, que se combinan y superponen durante la obra, interpretada por un elenco de once actores vietnamitas, franceses y franceses de origen vietnamita. Esos dos mundos corresponden también a dos tiempos y espacios distintos: París en 1996 y Saigon en 1956. Y como denominador común, un restaurante regentado por una tía vietnamita quien, junto con su sobrina, la narradora de la historia, ejercen de anfitrionas atemporales de los relatos que se entrelazan a lo largo de la obra. Historias de amor, de abandono, de desarraigo, de inclusión, de retorno… Un fresco teatral que presenta lo que supone el exilio en cada una de sus etapas, incluida la herencia en las segundas generaciones.
Todo ello hilvanado con el lirismo propio de la compañía francesa que firma la producción de este montaje y con una puesta en escena de más de tres horas de duración que, sin embargo, no resultan pesadas. Los capítulos en que se divide la historia están repletos de los grandes sentimientos que acompañan a los personajes a lo largo de ese lapso de cuarenta años que presencia el espectador. Y tras la reflexión política, ética, incluso lingüística que propone la autora y directora de la pieza acerca de lo que representa Saigón para Francia, de lo que supone la etapa colonial del país galo y los ciudadanos que se le atribuyen más allá de sus fronteras, hay todo un despliegue emocional que va más allá de lo concreto, de lo nacional, para saltar al plano universal e internacional que hace que, aunque el espectador de Madrid o de Barcelona conozca poco sobre la historia de la Indochina francesa, su desenlace, y el éxodo forzado que supuso para muchos vietnamitas, esas historias de exilio, de humanidad, le golpeen y le emocionen.
Y, como siempre, desde estas líneas celebramos la programación de propuestas internacionales que enriquecen nuestra cartelera y nos permiten conocer otros quehaceres teatrales sin desplazarnos demasiado.