
Andan estos últimos días l@s transiciólog@s (y algun@ que nunca lo fue pero que se suma al carro con desparpajo) con los pelos como alcayatas, loando las virtudes de Adolfo Suárez de un modo tan exagerado que resulta grotesco. Elogiar al muerto porque sí u olvidar las traiciones que sufrió en vida resulta ridículo e hipócrita. Suárez hizo grandes cosas y otras menos grandes: no perdamos la perspectiva. Dicho esto, cuánto tendría que aprender de él el 90% de la clase política de hoy.