Víctor del Árbol realiza un alarde de maestría autoral en una novela excelente que mezcla a la perfección géneros así como la acción con la profundidad literaria.
“La primera gota es la que empieza a romper la piedra. La primera piedra es la que empieza a ser océano.” Estos versos del poeta Mayakovski tan importantes en la trama de Un millón de gotas me hacen pensar que gota a gota Víctor del Árbol ha ido construyendo su océano literario, un océano poblado de heridas, pasados que vuelven o no dejamos marchar, dolor, amor, errores, grandezas, culpas, penas… en resumen, de todas las gotas que forman el mar que es la condición humana, y lo ha hecho con un magistral entendimiento de ésta. Al igual que el océano puede ser a la vez la vida y la muerte, la furia y la calma, del Árbol es consciente de lo absurdo de etiquetar el alma humana, de elegir a los buenos y a los malos, al héroe o al villano, aunque por desgracia esa misma humanidad haya dado demasiadas muestras a lo largo de la historia de su lado más taimado y abyecto.
En resumen ese sería el tema principal de Un millón de gotas, la nueva y maravillosa novela de Víctor del Árbol editada por Destino. Aunque por supuesto hay mucho más en este libro que a partir de un planteamiento inicial propio de la novela negra o el thriller comienza a girar hacia la novela histórica pero nunca del todo, ya que lo que más parece interesar al autor contarnos son las consecuencias devastadoras de los actos y decisiones propias y ajenas en los demás, en nosotros mismos y en el futuro. Sí, como la Matrioska, ese famoso juego de muñecas ruso que en el libro da nombre a una peligrosa mafia, en Un millón de gotas el autor va destapando capas y capas de una historia que cada vez se va tornando más compleja. Como ya hiciera en la también magnífica Respirar por la herida, Víctor del Árbol vuelve a poblar sus páginas de un gran número de personajes que de distintas maneras están unidos entre sí a lo largo del tiempo y el espacio. Si en la anterior novela el escritor barcelonés jugaba a fingir un azar que se revelaría tramposo aquí las piezas del puzzle encajan desde el principio con apabullante realismo.
La construcción que de cada uno de esos personajes hace el autor es sencillamente exquisita, lejos del plano retazo al que algunos autores nos tienen acostumbrados: Víctor del Árbol se toma su tiempo para dotar a todos, hasta el más secundario de ellos, de una personalidad propia y marcada con las suficientes aristas o contradicciones que cualquiera de nosotros tendríamos. Es aquí donde el autor despliega su impresionante destreza, en este nutrido grupo de personajes que nos emocionan, sorprenden, enamoran o repugnan, en esos protagonistas que pueden ser a la vez y dependiendo del momento y las circunstancias héroes idealistas, villanos deleznables, pragmáticos cínicos, seres débiles de enorme fortaleza…
Pero no es solo eso lo que convierte a Un millón de gotas en un libro colosal. La habilidad en que su autor se mueve entre distintas épocas y entre momentos de acción y reflexión, el exquisito lenguaje utilizado, cuidado al máximo pero sin pirotecnias que puedan despistar al lector y sobre todo su contundencia e inexistencia de concesiones a la galería (esa cierta dureza esencial para la trama) así como un emocionante y fabuloso epílogo son otras muestras de ello. De este modo Víctor del Árbol demuestra que se puede escribir bien y llegar a mucho público y que el término best-seller (estoy seguro de que si no lo es ya pronto lo será) no tiene por qué ser negativo. Gracias, Víctor, por escribir así; gracias por dejarnos ser parte de ese millón de gotas que forman tu maravilloso océano.
2 ideas sobre ““Un millón de gotas”, las máscaras del héroe”
Pues claro que se toma su tiempo. Son más de 800 páginas. Se toma demasiado tiempo. Es demasiado largo, sobran páginas, sobran aristas, sobran contradicciones. Sobran descripciones. Todo es demasiado horrible y plano dentro de lo horrible. Nadie tiene una conversación normal, como las personas normales, todo el mundo está todo el tiempo hablando como en una obra de teatro existencialista. No sale un adolescente pidiendo la paga. El crío va al hospital y otra conversación trascendente en vez de tener una reacción normal delante de su padre. Agota.
Lo bueno: está escrito de forma magnífica, sobresaliente. La trama es interesante, aunque insisto, acaba por cansar. Nunca pasa nada hasta que pasa, y es malo. O cruel. No empatizas con los personajes, poco importa lo que les pase, salvo con Elías. En suma, me gustaron mucho más los dos libros anteriores, mucho más cortos y condensados.
Es francamente patética.
Tiene una lectura densa.
Es tendenciosa hasta el tuétano.
Inverosímil.
Con unos cambios espacio temporales y de personajes a golpe de punto y aparte que dan ganas de cerrarlo y ni donarlo para que el mal no se extienda.
Un cero rotundo por ser una combinación chusca de Pasternak con el guión de un serial venezolano.
Y tiene exactamente 669 páginas. Se aprecia un tufillo un poco sospechoso por estos lares.