Las citas a ciegas son una constante en el periodismo. Cuadrar agendas y quedar en terreno neutral, normalmente un bar, es tan habitual que debería impartirse como asignatura en las universidades. Elegir un bar es imprescindible siempre que haya músicos o periodistas entre los citados. La presencia de alcohol tranquiliza a ambas especies. Si la cita es para hablar con un grupo de jóvenes músicos con aspecto de modernos en un bar de Malasaña, donde la proporción de gente moderna por metro cuadrado es similar a la de patriotas con cuentas en Suiza, conviene llegar con tiempo. Los Turistas esperan.
“Has cogido sitio, eh”, observa Miguel Diéguez (voz, guitarras) tras el primer apretón de manos. “Siempre busco un lugar desde el que vea la puerta del local”, explico. “Al no conocernos, así estoy atento a quien parezca estar buscando a alguien”, añado. “Tú lo tenías más fácil, al menos nos conocías por foto”, señala Daniel Pamplona (guitarras, sintetizador, lap steel). Tiene razón. Cuando participas de una cita a ciegas, conocer a la gente por foto evita hacer el suricato más de lo necesario. “Falta Álvaro, me ha mandado un whatsapp y me ha dicho que está buscando aparcamiento”, advierte Miguel. Se refiere a Álvaro Montiel (bajo, sintetizador), el tercer turista de la tarde. El cuarto, Borja Sánchez (batería, coros), no estará presente. Trabaja en Valladolid.
Hablar de música es siempre el mejor modo de romper el hielo cuando se entrevista a cualquier grupo. Influencias, referentes y discos de cabecera. “Mi fondo es la música negra y, desde hace unos seis años, la electrónica”, comienza Álvaro. “Si tuviera que elegir tres discos míticos serían el primero de Jamiroquai, el What’s goin’ on de Marvin Gaye y el Discovery, de Daft Punk”, concluye. “Un género que nos une a todos es el rock progresivo de los 70… Pink Floyd, King Crimson, Supertramp, Cream, Camel…”, señala Miguel. “Uno de mis discos favoritos es el primero de King Crimson. Otro, el Sky blue Sky, de Wilco, un disco que me moló mucho en ese momento y que sigo escuchando hoy. Y como referencia nacional, Standstill, un grupo que transmite muy bien sus ideas en sus canciones”, termina. “Yo voy a elegir a un grupo español, Betunizer, y un disco llamado La gran veta. Otro, el Margarita, de Margarita. Y por último, uno de Camel, The Snow Goose, un disco que llevo escuchando un montón de años”, señala Daniel. “La verdad es que somos un poco adictos a la música”, señala Álvaro. “Siempre digo a todo el mundo que los 10 euros mejor invertidos del mes son los de Spotify”, sentencia.
¿Cómo os lleváis con la velocidad con que se consume la música hoy? “Es difícil no caer en escuchar algo 10 segundos y, si no te gusta, pasar a otra cosa. A cualquier disco más antiguo se le daba algo más de valor”, opina Daniel. “Es un consumo rápido y fácil”, interviene Miguel. “Escucho una canción de un disco, no me gusta, lo quito y me olvido. ¡Y te has bajado la discografía entera de ese grupo!”, señala Daniel. “Creo que va muy ligado a la impaciencia. Si yo empiezo a escuchar un disco lo pongo una y otra vez, no paro. Me gusta darle oportunidades”, observa Miguel. “Antes las cosas tenían más valor. Nuestros padres ahorraban un montón de tiempo para poder comprarse un disco y después lo ponían muchas veces porque era lo que tenían. Con sólo 10 segundos no se puede apreciar todo lo que hay detrás de un disco”, expone Álvaro. “Es generacional, se trata del mundo al que estás acostumbrado”, apunta Miguel. “Y no sólo pasa con la música, también con el cine, la literatura, el periodismo… De la información sólo se consume el titular, todo queda reducido a muy pocos caracteres”, concluye. “Todo es inmediato, todo va muy rápido”, dice Daniel. “No sé hasta qué punto tener todo a tu alcance es bueno… es como si vivieras una operación relámpago permanente y no hubiera tiempo para valorar”, reflexiona Álvaro. “Y nosotros tenemos temas de 6 minutos”, termina Miguel entre risas.
¿Os afecta en algo este escenario? “Es lo que hay, no pensamos mucho en ello”, responde Daniel. “Sabemos que cuando tocamos en directo la respuesta es buena y que la gente que escucha nuestras canciones tiene siempre tiempo para darnos sus opiniones cara a cara. A nivel redes sociales estamos un poco más perdidos. Nos ceñimos más a la realidad, es mucho más sano”, cuenta Miguel. “Un like en una red social no tiene el mismo valor que cuando alguien se te acerca después de un concierto y te dice que le ha gustado”, apunta Álvaro. “Las redes sociales son una herramienta, una manera de darte a conocer. Antes los conciertos se anunciaban con carteles y, aunque ahora también se haga, la forma de comunicar ha cambiado”, interviene Daniel. “Darle al like no te lleva ni una fracción de segundo, no es lo mismo que cuando te felicitan al final de un concierto. No se puede comparar“, añade. “Si quieres likes, no hagas música”, concluye Miguel.
Y hablando de música, hablemos de Alud, su primer trabajo. “En el disco hay un recorrido. Hay canciones del anterior EP y también incorporaciones de último momento. Por ejemplo, la última canción del disco (Construir, habitar, pensar) cuenta la historia del viaje a Sevilla para grabar el disco”, explica Miguel. “El objetivo era darle un sentido de unidad al disco”, añade Daniel. “Nuestra idea inicial era hacer un LP doble”, dice Álvaro. “Es verdad. Antes de saber la pasta que iba a suponer…”, se ríe Miguel. “Toma ya, álbum de debut doble, sería la hostia”, sigue la broma Daniel. “Ahí se notan nuestras influencias setenteras”, interrumpe Miguel. “Llegamos con veinte temas y al final se quedaron en nueve”, termina. “Y cuarenta y cinco minutos de LP está guay, se te hace corto y no cansa. En casi ninguna canción repetimos algo, está en constante movimiento”, dice Álvaro. Alud es un más que digno primer disco. Melodías elaboradas en las que se aprecia la influencia del rock progresivo, temas complejos que superan ampliamente los tres minutos, canciones que, en una primera escucha, suenan a Radio-3 (sin acritud) y que, en las siguientes permiten apreciar todos los matices, que son muchos. Todas las referencias a las que hacen mención están presentes en Alud: la electrónica, el rock progresivo y, sobre todo, la adicción a la música. La factura técnica es impecable, excelente el trabajo de los estudios La Mina de Sevilla; logran que Turistas suenen como lo que son, una gran banda a la que habrá que seguir muy de cerca.
“La grabación del disco la hemos costeado de nuestro bolsillo, de los sueldos de nuestros trabajos”, explica Miguel. El arte convertido en una afición, un hobby casi sin posibilidad de transformación. “Hay muchos grupos y muy pocos logran vivir exclusivamente de esto”, sigue. “Lo ideal sería poder vivir de la música de manera digna”, añade Álvaro. “Aunque entrar en el circuito de actuaciones es complicado. El caso más extremo es el de los festivales, donde el 95% de los grupos que tocan son siempre los mismos”, observa. “Nosotros aprovechamos al máximo todo lo que surja”, dice Miguel. “Afortunadamente tenemos muchos grupos amigos que también nos invitan a tocar fuera”, añade. “Tocar es lo más importante”, empieza Daniel. “Un buen concierto deja la mejor sensación posible en la gente”, termina. “Es lo que más nos gusta”, concluye Miguel.
Daniel y Miguel se conocen del barrio donde ambos crecieron, Moratalaz. Borja y Álvaro coincidieron en la universidad con Daniel. Crearon una asociación musical junto con otros compañeros y, además, Borja y Álvaro casualmente tocaban los instrumentos que necesitaban Daniel y Miguel para formar un grupo. Así nació Turistas, un grupo de cuatro jóvenes madrileños que proponen un elaborado, elegante y fantásticamente interpretado viaje musical con Alud, su disco de debut. Todo un placer.
Una idea sobre “Una cita con Turistas”
Por un fin una entrevista cuidada y mimada. Un placer para los que todavía leemos (luchando, como ya mencionáis vosotros ;), contra «lo efímero»).
Gran trabajo y gran banda , ¡FELICIDADES!