El pasado martes 25 de noviembre se celebraba una vez más el Día Contra la Violencia de Género, una lacra que sigue llevándose por delante la vida de muchas mujeres en todas las partes del mundo. Los medios de comunicación son un elemento fundamental en la transmisión de las informaciones sobre violencia machista y de ellos depende en muchas ocasiones que el público entienda las causas y magnitud del problema. ¿Se está informando adecuadamente? ¿Qué claves se deberían tener en cuenta?
En la última encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) se incluía la siguiente pregunta: ¿Cuál es a su juicio el primer problema que existe en España? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero? Entre las opciones figuraban temas relacionados con el paro, la política, el terrorismo, la educación o la sanidad, y más abajo, también se podía leer una opción que decía “Violencia contra la mujer”. Los resultados eran los siguientes: El paro encabezaba la lista con 76%, le seguían la corrupción y el fraude con el 42,3%, los problemas de índole económico con el 27,0%, las/os políticos en general, los partidos y la política con el 23,2% y la sanidad con el 11,8 %. La violencia contra la mujer recibía una puntuación del 0,5%.
Hasta hace poco la violencia de género se consideraba un asunto privado, algo que pertenecía a la intimidad de las parejas. Algo durante mucho tiempo normalizado e incluso un factor potenciador de la masculinidad. No fue hasta hace diez años, en 2004, cuando de la mano del PSOE se aprobó la Ley Integral contra la Violencia de Género, la primera encargada de perseguir y condenar los crímenes de naturaleza machista en España.
A pesar de la existencia de esta ley, en lo que va de año han sido asesinadas 44 mujeres a manos de sus parejas o exparejas en este país. En el año 2013 fueron un total de 54 y en 2012, 52. Así, en los últimos diez años, han sido asesinadas más de 700 mujeres según datos del Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad. Sin embargo, tal y como muestra la encuesta del CIS, la violencia de género parece no ser un tema prioritario para las/os españoles. ¿Cómo es posible que en un país donde cada año son asesinadas una media de 50 mujeres, la violencia de género no sea uno de los temas que generen mayor preocupación? ¿Pueden tener los medios de comunicación algo que ver?
Hace un año el Consejo Audiovisual de Andalucía denunciaba el tratamiento mediático de la violencia de género criticando el escaso tiempo dedicado en los informativos a la violencia machista o la imagen estereotipada que se construye sobre las víctimas. En muchas ocasiones desde los medios se tiende a identificar la violencia de género con ciertos sectores de la sociedad, normalmente personas extranjeras o de bajo nivel económico. Un ejemplo de esto es la campaña que ha realizado el Ayuntamiento de Sevilla con motivo del Día Contra la Violencia de Género en el que aparecen dibujadas una mujer con burka y una prostituta. La realidad es que la violencia machista está presente a todos los niveles y puede sufrirla cualquier mujer y ser ejercida por cualquier hombre con independencia de su nivel económico, su raza o religión. Según el Ministerio de Sanidad, de las 45 mujeres asesinadas en el año 2014, 32 eran de nacionalidad española.
En estas informaciones también se echa en falta la presencia de testimonios de personas expertas en el tema que expliquen las causas y raíces de la violencia. En este sentido, el Consejo denunciaba el excesivo protagonismo que se le da a testigos anónimos y vecinos de las víctimas que en muchas ocasiones se reducen a decir aquello de “parecía una buena persona”. En pocas noticias en prensa, y en muchas menos en televisión, se analiza el porqué de esa violencia y su origen, dando a entender que la muerte ha sido el resultado de un arrebato o de una pelea, cuando la realidad es que el asesinato tan solo representa el final de un largo proceso y vida de maltrato, tanto físico como psicológico, en el que la víctima ha adquirido un sentimiento de inferioridad y culpa que las lleva en muchas ocasiones a justificar la violencia que ejercen contra ellas e incluso a sentir que “lo merecen”.
Con ocasión del Día Contra la Violencia de Género La Tuerka publicaba un vídeo-reportaje en el que denuncian la invisibilización mediática de esa violencia que no deja moratones, esa violencia que viven miles de mujeres en su día a día, en este momento, en todo el mundo y que no acaba siempre en muerte. Ejemplo de ello son los denominados “micromachismos”, no llamados «micro» por ser menos importantes, sino por ser aceptados y camuflados en la vida cotidiana.
El pasado mes de marzo, Ángeles Carmona, la Presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género, afirmaba en una entrevista que la única forma de ayudar a las víctimas de violencia de género es a través de una denuncia. Palabras que ya había pronunciado en el año 2012 la ex Ministra de Sanidad, Ana Mato: “No podemos ayudarlas si no denuncian. No podemos ayudarlas, no podemos apostar, y no digo el Gobierno, digo toda la sociedad, si esas mujeres no denuncian”. Desde los medios se difunden estas declaraciones y se traslada a las mujeres la idea de que denunciar es la única vía para terminar con su sufrimiento. Sin embargo, muy pocas mujeres de las que resultan asesinadas lo hacen: de las 45 mujeres asesinadas este año, solo 14 interpusieron denuncia. Hay que tener en cuenta que lo que se le está pidiendo a estas mujeres es denunciar a la persona con la que, en muchos casos, llevan años de relación, muchas veces con hijos de por medio, rompiendo de raíz con su vida. Algo muy complicado de llevar a cabo y que les lleva muchas veces a no denunciar o a perdonarles después de hacerlo. De hecho, muchas veces estas mujeres ni si quiera saben identificar cuándo están viviendo una situación de violencia machista, ya que muchos de sus rasgos son aceptados e invisibilizados socialmente.
Desde los medios de comunicación tampoco se suele hacer hincapié en la figura del maltratador. Mientras, por un lado, se insta a las mujeres maltratadas a denunciar y llamar a números de ayuda (algo necesario), no se explica que el comportamiento de estos hombres es normal y producto de una educación que considera a las mujeres inferiores. Los agresores suelen ser hombres sanos y capaces, en muchas ocasiones personas aceptadas y respetadas en su trabajo y entorno familiar, que se han criado bajo unos preceptos patriarcales y machistas basados en la inferioridad de las mujeres y en la capacidad y necesidad de los hombres de demostrar su poder sometiendo. Sin embargo, muy pocas veces se les insta a ellos a no maltratar, a no pegar, a no violar o a no coaccionar a las mujeres. Casi toda la campaña se dirige en exclusiva a ellas.
Así mismo, ya sea a través de la publicidad, las series televisivas o las películas, se continúa difundiendo el mito del “amor romántico” como ideal al que aspirar. Un ideal que hace hincapié en la idea de la pareja como fin para encontrar la felicidad, del control y los celos como demostración del amor o de la búsqueda de la media naranja como meta en la vida. Un ideal de amor que perpetúa las relaciones tóxicas y de control y que justifica actitudes posesivas y dañinas, que pueden desembocar con facilidad en situaciones de violencia al creer que la otra persona “nos pertenece”.
Para luchar en la erradicación de la violencia de género y conseguir que tanto el público general como las víctimas entiendan el porqué de esta violencia, que ellas no son las culpables, que el machismo se encuentra instalado en todos los niveles y ámbitos de la sociedad, que los agresores no son enfermos mentales ni personas que un día pierden el control y matan, que los insultos y desprecios también son violencia, que detrás de todas esas muertes hay una vida de maltrato y, en definitiva, reducir y eliminar esta lacra, es fundamental que desde los medios se asuma el compromiso de informar correctamente, atendiendo a las víctimas y no olvidando nunca ese “servicio público” que debe caracterizar y ser bandera de esta profesión.
Así mismo, desde el Gobierno y organizaciones se debe ayudar a las mujeres que sufren violencia de género y ofrecer mecanismos que vayan más allá de la simple denuncia, que en muchos casos, como se ha demostrado, es insuficiente y apostar por una educación con visión de género que eduque a niñas y niños en el respeto mutuo y en igualdad. Quizás de esta forma, el 25 de noviembre vuelva a ser un día más en el calendario.
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