La editorial Armaenia publica en su colección de narrativa un libro que recoge, principalmente, el texto que Yevguenia Yarovslávskaia-Markón, su autora, tituló como “Mi autobiografía”, pero que, siguiendo a la edición francesa, en España se presenta como Insumisa. El manuscrito, hallado por la investigadora rusa Irina Fliege, fue escrito pocos días antes de que fusilaran a la joven autora en el que se considera el primer campo de concentración del Archipiélago Gulag soviético, y se presenta, pues, para el lector, más como una autonecrológica que una autobiografía.
Yevguenia era hija única de una familia judía de la burguesía intelectual rusa. Vive de niña la Revolución de 1917, algo que la fascina y despierta su conciencia social, y a pesar de estudiar en la universidad diversas carreras sociales y humanísticas, termina por dejarlo y se casa con el poeta Aleksandr Yaroslavski y trabaja como periodista para distintos diarios soviéticos. Sin embargo, tanto su marido como ella, a pesar de ser de izquierdas, son disidentes del régimen estalinista y se dedican a dar conferencias por Europa cuyos contenidos son críticos con el régimen de su país. Él bromea a menudo que, cuando regresen a Rusia, le van a fusilar. Como un vaticinio, cuando después de unas temporadas en Berlín y en París −donde Yevguenia ha conocido el ambiente nocturno, canalla, y al margen de la ley de dichas capitales, un mundo que siempre la ha atraído−, vuelven a Rusia, detienen al poeta y ella se decide a seguirle a cada ciudad donde le trasladan. En esas circunstancias, como gesto de rechazo a las instituciones soviéticas, Yevguenia se decide por integrarse completamente en el ambiente del hampa y del lumpen de la sociedad rusa e inicia su vida callejera, malviviendo vendiendo periódicos, flores y, más tarde, robando, durmiendo en la calle. Su nueva situación, sumado a su historial disidente, termina por llevarla finalmente al campo de mujeres de las islas Solovki, donde también fusilan a su marido un tiempo antes que a ella.
Su testimonio es un documento único por razones que cuenta muy bien Irina Fliege en el epílogo a la obra, pero al lector le sorprenderá, sobre todo, la absoluta sinceridad con que la joven, asesinada a los veintinueve años, nos relata su vida, la falta de tapujos, la falta de miedo ante su destino, la valentía que demuestra al asumir aquello que quiere hacer, aunque sea algo contra todos los principios en los que fue educada, aunque sea algo mal visto, incluso delictivo. Es la exhibición de su libertad, con la que se permite ser ella misma, vivir la vida que quiere vivir, lo que apabulla al lector y le deja boquiabierto.
El texto, además, se nutre de las claras notas al pie y de unos anejos que lo acompañan y completan la autobiografía insumisa. Dichos anejos comprenden el interrogatorio a la joven, la sentencia que la condena a reclusión y a muerte, y el testimonio de un guardia que presenció su fusilamiento. También el completo epílogo ya citado de la historiadora especialista en la figura de Yarovslávskaia-Markón y el prólogo del escritor francés Olivier Rolin ayudan al lector en el análisis de lo recién leído o, en el caso del prólogo, le sitúan y le guían en lo que está a punto de leer.
Si bien el universo concentracionario nazi está más presente en nuestra sociedad y en nuestra cultura, y son varios los testimonios que nos han llegado de esas duras experiencias, en lo que se refiere al gulag, tal vez por tratarse de un régimen, el comunista, que pervivió hasta décadas después del nazismo y que, por tanto, sus campos se mantuvieron activos hasta finales del siglo XX, todavía puede sorprendernos un texto como el que nos trae Armaenia, que da voz a una de las primeras víctimas de otro régimen totalitario que azotó Europa en el convulso siglo pasado.