- Terminada la jornada de veraneo, toca volver a la rutina, y no se me ocurre mejor manera de volver al trabajo que repitiendo lo último que hice, esto es, acudiendo a una nueva edición del evento Pelis y Tuits en The Irish Rover de Madrid, teniendo mi primer contacto el pasado mes de julio con Pablo Berger y José Mota hablando sobre la película Abracadabra, con el que salí encantado (y también hipnotizado).
Como cada mes, los chicos de Silencio en la Sala organizan un evento en el que traen a actores y directores de cine para hablar de las películas españolas que están (o están próximas a estrenar) en cartelera. Para esta ocasión pudimos contar con la presencia de Quim Gutiérrez y Andrés Koppel para hablarnos sobre la película La Niebla y la Doncella (en cines desde el 1 de septiembre), siendo este el primer largometraje dirigido por Koppel.
El evento dio comienzo con Koppel explicándonos cómo surgió el proyecto de La Niebla y la Doncella. “Todo empieza porque, como soy canario, y se supone que un canario tiene que ser el guionista de esta historia, pues me encargaron escribir el guión. (…) “Por primera vez me encargaban un guión sin director, y entonces hay una regla que cuentan mucho en las escuelas, que cuando no existe el director tú usurpas su lugar. Y aparte es muy interesante el verbo usurpar, que en este sentido era, efectivamente, dirigir la película sin un director, porque, cuando uno escribe un guión hoy en día, es importante que no solamente cuente la historia que quiere rodar, sino también un poco que se deje sentir la película que se quiere hacer. (…) Y aquí estamos, con la película terminada, y muy contentos por ello. Y Quim… Va a hablar” (risas).
“A mí este guión me llega acompañado de ilusión”, nos cuenta Quim, “porque después de un montón de comedias, de las cuales estoy muy orgulloso de haber hecho, me llega un guión de un thriller que va más allá de eso. Yo no soy muy fanático de los thrillers que consisten en giros de guión que pasa del personaje, y que al final le dicen al espectador quién ha matado a quién, y punto. Me aburro leyendo esto y me aburro viéndolo. Entonces me gusta que bajo la bandera de thriller se escondan historias de personajes, donde estos evolucionan, donde, al mismo tiempo que pasan un montón de cosas en la trama, esto que ocurre en la trama hace que los personajes evolucionen. (…) Si bien cuando uno coge a Bevilacqua por primera vez es consciente de que hay una serie de novelas tremendamente exitosas que la preceden, que hay un autor, Lorenzo Silva, con grupos salvajes de fans dispuestos a visionar en la pantalla de cine el Beilacqua que habían imaginado, como todos hacemos cuando leemos una novela que nos flipa. Entonces eso crea determinadas presiones, de las cuales intentamos liberarlas. Dicho esto, yo me reuní con Andrés porque había determinadas cosas que yo detectaba que eran distintas del Bevilacqua que yo conocía de las novelas, sin haber leído la novela, sino sólo ensayo o relato periodístico alrededor de Bevilacqua, y Andrés me confirmó que sí, y además me añadió el dato que Lorenzo Silva aprobara, digamos, estas modificaciones que hacíamos del personaje de la novela. Y no contento con eso le insistí y le dije que las cosas de guión que no me cuadraban. No es porque fuera él, lo suelo hacer con todos los directores, y además lo grabo, que eso es ya ensañamiento. Y os diré por qué hago eso. (…) Tú, la primera reunión con el director, a veces son muy buenas palabras, y todo el mundo está dispuesto a modificar cosas, y sí, estas cosas que propones están muy bien, y luego pasa el tiempo, pasan las semanas, y todo eso queda en papel mojado. Entonces, entre papel mojado y nota de voz, prefiero nota de voz, para decirle, ‘No, chiqui, no’ (risas). Y no es con Andrés, que Andrés es lo opuesto a un director que necesite ser grabado, porque el trabajo que hemos hecho codo a codo de modificar o adaptar posteriormente ha sido muy rico, y ha sido violento”.
“Muy violento y maravilloso”, prosigue Koppel. “Hay una cosa que realmente es una lección… (…) Hace un tiempo, viendo Intacto con Juan Carlos Fresnadillo otra vez, nos dimos cuenta de un error que cometimos entonces, y es no reescribir la película cuando se hizo el casting de Leonardo Sbaraglia. O sea, en un momento dado, nosotros habíamos escrito un personaje mucho más tonto, por decirlo de una forma, que el de Leonardo Sbaraglia, que es un hombre que tiene una mirada inteligentísima dada en la pantalla. Y había cosas en la película que no funcionaban porque no habíamos reescrito. Yo me quedé con esa lección. (…) Él (Quim) cuando dice, ‘hay cosas que no me funcionan’, efectivamente, tiene razón, porque un actor como Quim tiene una consciencia de lo que da en pantalla, de lo que puede producir como actor (…) que claramente no puede luchar contra él. Tiene el físico que tiene, esa presencia que tiene. No puede crear un personaje débil, por ejemplo, de presencia física. (…) Entonces se me dio la oportunidad y yo vine con muchas ganas sabiendo que es un proceso muy necesario en el guión, que es reescribir para el casting que tienes.”
Por otro lado, nos explicaban cómo fue adaptar una novela que tiene un buen número de seguidores a la gran pantalla. “Cuando los productores me dan la novela para adaptar, ni me dicen que Lorenzo Silva existe”, comenta Koppel. “Existe una novela que yo adapto con toda la libertad del mundo. Cuando Lorenzo Silva entra en el proceso yo paso mucho miedo, porque yo, con toda la libertad, cambié todo lo que consideré que tenía que cambiar. Es mucho más sencillo adaptar que el original. Para mí lo es. Me da los personajes, me da la trama, me da mucho de los anclajes emocionales de la historia… Y eso me facilita mucho la labor. No tengo que inventarlo yo. Y no he hecho tantas adaptaciones. He hecho más guiones originales, pero realmente adaptar me gusta. Adaptar por la libertad de contar la película que yo creo que está dentro; la que me interesa a mí, con los temas que me interesan a mí, siendo respetuoso con los personajes en lo posible. Lo bueno fue que cuando Lorenzo Silva se lee el guión la crítica que me hace es de guión, no me hace críticas de que lo que he adaptado no se parece a su novela, y creo que eso denota una gran inteligencia. (…) Para él el Bevilacqua que hemos creado (…) es su nieto, no es su hijo. Él reconoce como un nieto que, efectivamente, tiene mucho que ver contigo, pero no es tu hijo, es el hijo de tu hijo, y he sentido mucha libertad”.
“Yo me imagino a un espectador tipo exigente, respetuoso, y de alguna forma intento imaginar que parte del papel lo hago para él”, nos explica Quim. En cuanto a las adaptaciones de novelas al cine, él lo tiene muy claro. “Nos imaginamos siempre a alguien cuando leemos, y es imposible interpretar eso. (…) Lo que decidimos hacer es desprenderlo de esa idea y crear un personaje que tuviera entidad propia dentro de un contexto de cine”.
Por supuesto, no podían faltar las preguntas por parte de los asistentes, comenzando preguntándole a Quim si fue muy duro el cambiar de un estilo cómico a uno más serio, ya que abunda la comedia en su filmografía, especialmente si tuvo que prepararse bien el papel a nivel físico. “Es que a mí tirarme, y que me dejen pegar tiros, a mí me flipa”, responde Quim. “Yo quiero más pelis de pegar tiros porque me gusta, y llevo toda la vida entrenando para eso. (…) A mí me va muy bien cuando estoy rodando tener espacios para dedicármelos a mí. Cuando estas rodando básicamente estás al servicio de la película 20 horas al día, porque no es sólo el tiempo que ruedas, es el tiempo que esperas, es el tiempo que estás en casa; tienes que estar con el teléfono pendiente porque cambia horario, llueve, lo que sea, y tienes que estar cien por cien dispuesto a responder a esas exigencias. Entonces yo necesito dedicarme ratos a mí, y el deporte, por ejemplo, es una buena fórmula, porque junto dos cosas, que es el deporte, que me resulta muy sano de cabeza, y al mismo tiempo es un momento que me despejo, que pienso en otra cosa y que me someto a un sufrimiento físico soportable (…) y en este caso, cuando hay órdenes de rodaje muy tempranas, intento hacerlo antes, porque por la noche, cuando vuelvo de rodar, no valgo para nada; es repasar texto, cenar y a la cama. (…) El truco de hacer deporte con una cierta constancia, lo que permite es que te lesiones menos. Curiosamente pensaríamos que es lo contrario, pero en secuencias de este estilo, cuando, imagínate, una persecución, y tienes que repetir, pues, quince veces la carrera. Si tú no estás en una cierta forma física, no se trata que te canses, sino que tu musculatura esté apta. (…) Yo recomiendo sin duda para actores una buena condición física para, en estas situaciones, poder aprovecharla”.
Otra pregunta que se hizo, en este caso a Koppel, fue cuál ha sido para él, como guionista, la mayor complicación que ha tenido a la hora de adaptar la novela. “En la novela pasan muchas cosas. Hay una voz interior de Bevilacqua continua, hay una reflexión sobre el paisaje, (…) hay muchas reflexiones que van en paralelo… Y la trama policial como tal no es un porcentaje muy grande de la novela. Y entonces tuve que traer el porcentaje y acercarlo más a un 60, 70%. La gente dice, ‘no, es que pasan muchas cosas…’ No pasan tantas cosas. Yo lo que pasa lo escondo detrás del procedimental, para mí importante. Y después sí que, efectivamente, a partir de un cierto momento, los mecanismos de trama policial que usaba Lorenzo tenían sentido para la literatura, pero no tenían tanto sentido para una película”.
Otra pregunta interesante fue sobre cómo se realizó el asesoramiento por parte de la UCO. “Pues básicamente tuvimos la suerte de ir a sus oficinas y nos atendieron generosamente. Hicimos una mesa redonda similar a las que hacen ellos. (…) El comandante Reina coordinó la reunión e hizo un ‘speech’ inicial, pero luego, daba igual si era sargento o no, todo el mundo opinaba con la misma importancia independientemente de los galones. A mí es una cosa que me sorprendió. (…) En la mesa redonda que hicimos había una especie de tolerancia por la opinión de los demás, como una voluntad sincera de escuchar a ver qué decían los otros, y un apoyo constante… A mí me pareció que, a pesar de que ellos insistían en que son normales y que no son superhéroes, lo cual resulta difícil de creer teniendo en cuenta que los casos más complejos les llegan a ellos, encarnaban determinadas habilidades psicológicas, empáticas, de leer entre líneas… Sobre todo de conocimiento psicológico, de cómo funciona la mente humana, de cómo tomar papeles distintos en función de lo que ocurre para conseguir aquello que tú quieres. Me parecen habilidades complejas y poco comunes, y que además, digamos, no acaben confluyendo en una lucha de egos, sino al revés, en una mejor coordinación del grupo para resolver mejor aquello que tienen entre manos; a mí me parece excepcional”, respondía Quim.
“Yo creo que uno de los retos para la película”, continuaba Koppel, “es la normalidad. (…) Yo la película la escribí sin conocer a la gente de la UCO, y con la película se podía haber actuado de muchas formas. (…) A mí me produjo mucho alivio conocer a la UCO y saber que en este país (…) la gente que más trabaja para que se cumpla la ley (…) sea gente muy normal. Yo creo que hay una tradición del policía tarado en el cine, el que nos encanta a todos, básicamente alcohólico, mujeriego, que se muere un niño, que se suicidó el perro… (risas) Y que está muy bien (…) y que creo que tiene un atractivo innegable; pero para mí era un reto poder contar el guardia civil normal, normalizar, incluso en la ficción, esta percepción de los guardias civiles. Ya está bien de la mala interpretación del tricornio que pega, que tortura… No es verdad. Es un cuerpo donde hay muchísima gente, donde, como en todos lados, hay gente buena y gente mejor, y hay gente muy mala, pero que en un momento dado, esa cuestión, respecto a la ley, el que se cumpla, la dedicación a ello, es algo muy extraordinario en un país donde, efectivamente, estamos viendo que las leyes se ponen para que alguna gente que tiene poder se las salte. Y para mí era un reto, era claramente una oportunidad, y me gustaba que los guardias civiles fueran, como Bevilacqua y Chamorro, gente muy normal, que tienen problemas porque, no puedo hablar suficiente con mi hijo, o porque me llevo mal con mi novio porque estoy todo el rato fuera de casa. Y creo que eso son los verdaderos conflictos que esta gente tiene. (…) La gente de la UCO vale la pena”.
No podía faltar también la típica pregunta sobre cuál ha sido la escena que más les ha costado rodar. “Yo lo pasé muy mal la primera noche de rodaje”, nos confiesa Quim. “Me pasó una cosa que hace mucho tiempo que no me ocurría, y es que tuve un blanco… (…) “Por una cuestión de tiempo, yo no suelo ponerme muy nervioso, pero en esta ocasión, supongo que tuvo que ver más con la exigencia que yo tenía sobre mí mismo que con verdaderamente saberme el texto o no, porque en general no tengo problemas de memoria”.
Para terminar, se le preguntó a Koppel cómo decidía qué tenía que sacrificar en cada momento de la película. “Yo no hablaría de sacrificio, hablaría de pacto, de negociación. Yo creo que hay una cosa que, sí, bueno, como digo, es mi primera película, y las primeras veces siempre duele, pero bueno, en este caso… Pero, por otro lado, sí que he tenido un poco más de experiencia. Entonces sí que entiendes muy rápidamente que hay procesos que tienes que dejar en manos de otra gente. No puedes estar negociando y renegociando todo el tiempo la gestión de los actores, o la gestión de los vestuarios; el momento en el que te pones a rodar no te da tiempo. (…) Pero en un momento dado empiezas a dejarlo, y empiezas a dejar la película en manos de otra mucha gente. Tienes que hacerlo. (…) Y sabes que vas perdiendo cosas. Yo iba perdiendo trocitos de la película, decía, ‘esta secuencia no la voy a rodar’. Y en un momento dado no la ruedas porque he gestionado mal el tiempo, o porque el productor no te da cinco minutos, porque cinco minutos más en cine valen mucho dinero, y él considera que ese día no tiene ganas de dártelos, y, como otros días, sí tiene ganas de dártelos. (…) Las cosas pasan. Básicamente, rodar, yo creo que para mí fue un ejercicio de solucionar problemas y de no tirarme por un puente (risas). Para mí fue un proceso muy, muy, muy interesante, porque también me permitió conocer mi parte más luminosa y mi parte más oscura. (…) La presión es brutal. Y sobre todo me di cuenta la presión que me pongo a mí mismo. Yo creo que lo que es muy sano es que te vas dando cuenta de lo que vas haciendo y vas reescribiendo la película. Y sigues reescribiendo, y sigues reescribiendo la historia. (…) Entiendes que lo que vas haciendo no es un sacrificio, sino un pacto con mucha gente para construir la película”.
Tampoco faltaron las bromas y la diversión por parte de Andrés Koppel y Quim Gutiérrez, los cuales fueron muy cercanos al público y la mar de encantadores en un evento de lo más ameno e interesante, siendo cada vez más los cinéfilos que acudimos a esta cita mensual para dar rienda suelta a nuestra pasión cinéfila. El próximo encuentro tendrá lugar durante el mes de octubre, cuya fecha exacta e invitados están aún pendientes de confirmación.