La censura de Corea del Norte es una de las más fuertes actualmente, llegando incluso a inventar o modificar información para mantener la “monarquía feudal” impuesta por la familia Kim. La amenaza de las nuevas tecnologías ha llevado al régimen a endurecer los castigos a aquellos que consuman “contenido prohibido”.
Es un día normal en la redacción del periódico norcoreano Rodong. De repente, llega una información del exterior del país. En seguida los periodistas se ponen a trabajar para que el contenido llegue a la población. Pero antes, un paso previo. “Teníamos acceso a la información sobre lo que pasaba fuera, pero había que falsearla”. El veterano periodista norcoreano, Chang Hae-seong, actualmente en el exilio, lo dice con conocimiento de causa. Trabajó veinte años en la cadena pública del país, la KCTV. Las modificaciones persiguen un objetivo principal: ocultar los progresos económicos en otros países. Una mejora que se produce mientras Corea del Norte sigue en crisis constante desde los años 90. Aunque esta situación también es “convenientemente modificada” por el Gobierno.
Corea del Norte es uno de los países más herméticos del mundo. El acceso a Internet está limitado de forma estricta por el Gobierno. La mayoría de la población sólo tiene acceso a la intranet nacional. La denominada Kwangmyong no está directamente conectada a Internet. De esta forma, se evita el acceso a cualquier fuente extranjera, sea un medio de comunicación o un simple familiar. El acceso a Internet queda reducido a unos pocos oficiales del Gobierno, que acceden a través de una red secreta que llega desde China. El presidente de Google, Eric Schmidt, se manifestó sobre esta situación. Tras su última visita al país a comienzos del año pasado, pidió al Gobierno que acabara con la censura de Internet.
La petición quedó en el olvido. La dictadura norcoreana sigue siendo “el peor agujero negro de Internet”. Un calificativo atribuido por Reporteros Sin Fronteras. La ONG francesa, que anualmente elabora el Índice Mundial de Libertad de Prensa, también se refirió al país como uno los grandes “13 enemigos de internet”. Una realidad que supone una de las causas que lleva a Coreo del Norte a ocupar siempre los últimos puestos de dicho informe. De hecho, entre 2002 y 2006, el país ocupó la última posición. Pero Internet no es el único motivo.
El Gobierno somete todos los contenidos mediáticos a una triple censura: interna, estatal y a posteriori. Aunque el control empieza en la propia elección de temas a abordar. El líder norcoreano, Kim Jong-un y sus asesores supervisan las propuestas de los periodistas. Además, nada se emite si no coincide con el tipo de programas permitido por el Gobierno.
En el caso de la televisión, los “norcoreanos de a pie” pueden sintonizar tres cadenas. Las dos primeras de carácter generalista y “educativo” respectivamente. Mansudaee TV es el tercero. Se trata de la “ventana al mundo” de la población. Y es que, es el único canal que emite contenidos extranjeros, generalmente de entretenimiento. Al menos de forma oficial. Aunque, ni siquiera estos programas llegan a los espectadores de forma íntegra. El Gobierno, que previamente ha seleccionado los contenidos, los corta a su antojo y los hace pasar por propios. El ejemplo de la serie de dibujos animados Tom & Jerry es un claro ejemplo. “Cuando llegué a Seúl descubrí que aquellos dibujos del gato y el ratón no eran norcoreanos, sino de EE.UU.”, aseguró Chang para la Agencia Efe. La consulta de derechos de autor simplemente no existe.
Otra de las prácticas comunes de la KCTV consiste en la grabación de “manifestaciones espontáneas”. Niños y adultos son reclutados para ensayar hasta ocho veces “llantos y consignas de fidelidad al líder”. Al recordarlo, Chang admite haber sentido “vergüenza”, aunque reconoce que fueron casos como estos los que hicieron que fuera perdiendo la fe ciega en el Estado y en la familia Kim. Un sentimiento que se acrecentó cuando lo enviaron a un campo de trabajo durante tres meses. El motivo “escribir con una errata el nombre de Kim II-sung”, fundador de Corea del Norte en 1948 y líder hasta su muerte en 1994.
Sin embargo, la censura se ha topado con un fuerte enemigo. Especialmente desde las hambrunas de finales de los 90, en las que se estima la muerte de más de un millón de personas. Las nuevas tecnologías permiten a los norcoreanos acceder a series, películas, música e incluso noticias. Aunque son las películas y telenovelas, principalmente las surcoreanas, las que atraen su atención de forma mayoritaria. Entre otras cosas, por un realismo que acusan de inexistente en su cine. “Las películas de Corea del Sur muestran discusiones, y también hay pobreza. En Corea del Norte sólo te muestran cosas buenas, así que no parecen reales”. Así lo explicó una norcoreana de 26 años en declaraciones recogidas por La Vanguardia. El aumento del visionado de este tipo de filmes ha obligado al régimen a cambiar un discurso que se había convertido común. Decir que el sur de la península coreana era más pobre que el norte ya no es una propaganda válida.
Los DVDs son el soporte más utilizado para el consumo de la cultura “irregular”. Los reproductores son legales debido a sus usos educativos. Esta permisividad es aprovechada por los norcoreanos, que se limitan a esconder los discos. Los reproductores de música y las memorias USB también están permitidos. No obstante, la necesidad de un ordenador para su uso hace que la mayoría de la población no opte por ellos.
En cuanto a las televisiones y radios, algunos ciudadanos las modifican para acceder a alternativas más allá de las oficiales. Y es que los aparatos distribuidos en el país sintonizan únicamente los canales autorizados por el Gobierno. Ahora bien, pese a ser una práctica cada vez más extendida, sólo se produce en las zonas fronterizas con China y Corea del Sur. Sólo en esas áreas pueden captarse emisoras capaces de atravesar sin problemas los cuatro kilómetros de la zona desmilitarizada.
Por su parte, los teléfonos móviles de contrabando hacen posible la comunicación con el extranjero. Un lujo que la población no tiene permitido de forma legal. De esta forma, muchos norcoreanos pueden mantener el contacto con familiares, a los que en ocasiones, hace años que no ven. Pero la telefonía móvil también ha permitido algo más. Y es que gracias a ella los planes de huida han pasado a ser más seguros y eficaces.
Ante esta situación, el Gobierno ha endurecido el código penal. El denominado “régimen del miedo” parece funcionar y, además, es el que logra mantener callados a aquellos periodistas que, según Chang, “son conscientes de que Corea del Norte ya no es socialista sino una monarquía feudal”.