La industria del cine ha estado de capa caída en cuanto a adaptaciones de videojuegos se refiere desde 1993, cuando apareció en la gran pantalla la adaptación a imagen real del fontanero más famoso de los videojuegos, Super Mario Bros, película que gustaba mucho de niño, pero a la que crecías un poco te dabas cuenta que cualquier parecido con el mítico videojuego era pura coincidencia, y como película en sí también dejaba mucho que desear. A pesar de ello, a día de hoy aún se sigue conservando un buen recuerdo, tanto de ella como de otras adaptaciones de esa época, como Street Fighter o Mortal Kombat, por haber sido el primer contacto que tuvimos de nuestros videojuegos favoritos en el cine.
A lo largo de los años el número de largometrajes basados en videojuegos ha ido en aumento, así como la calidad de los mismos iba decreciendo de manera proporcional. Salvo alguna excepción, como por ejemplo, Silent Hill o las pasables entregas de Tomb Raider, el resto de cintas pasaron a formar parte del olvido, provocando que el espectador vaya al cine con cierto recelo cada vez que se realiza una película basada en un videojuego, llegando incluso a tener mejores producciones cinematográficas dentro del propio videojuego, teniendo verdaderas obras maestras como Heavy Rain, The Last of Us, Alan Wake o las sagas de Metal Gear y Uncharted, entre muchas otras.
Es aquí donde entra en juego esta nueva adaptación cinematográfica, Warcraft: El Origen. Está dirigida por Duncan Jones, hijo del llorado David Bowie que protagonizó la mítica Dentro del laberinto con la que se pueden encontrar ciertas similitudes, y basada en el popular videojuego de rol multijugador de Blizzard Entertainment, compañía que también participa en la producción de la cinta. Narra el inicio de las batallas entre la raza de los orcos y la de los humanos en el universo de World of Warcraft, centrándose la trama en los diferentes puntos de vista de ambos bandos.
Estéticamente hablando la película es una maravilla. Tanto el diseño de los orcos como el vestuario de los personajes humanos, así como el entorno de los diferentes mundos, son toda una delicia visual. Mención especial merecen los efectos de los hechizos empleados por los magos, efectos que resaltan aún más en su visionado en 3D. Su banda sonora, compuesta por Ramin Djawadi, creador de la sintonía de Juego de tronos, acompaña al film de una manera correcta. Por contra, su trama carece de especial profundidad, y en ciertos momentos nos encontramos con algunas escenas que pueden llegar a resultar pesadas, aunque el ritmo va aumentando conforme se acerca a su clímax.
En cuanto al plano interpretativo, no hay mucho que destacar, salvo por la actuación de Ben Foster, quien interpreta al Guardián Medivh, así como el buen trabajo que hacen Toby Kebbell y Daniel Wu poniendo su rostro y su voz a los orcos Durotan y Gul’dan, respectivamente. Travis Fimmel intenta deja atrás al rubio Ragnar de la serie Vikingos dando vida al protagonista de la cinta, Anduin Lothar, pero no llega a enfatizar lo bastante con el espectador, dirigiendo más su atención hacia su contrapartida orca Durotan.
Si bien Warcraft: El Origen no será recordada como la mejor película del año, sí estoy convencido que los seguidores del popular videojuego se sentirán satisfechos con esta cinta. Si las producciones venideras siguen por esta pauta, es muy probable que acabemos disfrutando de una nueva era de adaptaciones más que aceptables sobre nuestros videojuegos favoritos, terminando de una vez por todas con esa maldición que tanto tiempo lleva asolando a este mercado.