Penguin clásicos publica tres de las obras más emblemáticas del poeta maldito por excelencia, Charles Baudelaire, en un único tomo: Las flores del mal. El spleen de París. Los paraísos artificiales. En este libro podemos hacer un recorrido por su obra, que comienza con su poesía en verso y continúa con sus poemas en prosa se recrea en un “romanticismo urbano” —puesto que el poeta supo ver los cambios que el mundo estaba sufriendo a partir de la Revolución francesa— que se basa en esta nueva realidad, en la cual la ciudad y sus vivencias cargan de un significado nuevo sus estrofas: «Baudelaire se mezcló con algo que también pinto Goya y que describió Poe: la multitud, la primera aparición de lo que acabarían siendo las masas del siglo XX y de nuestros días», como escribe Andreu Jaume en el prólogo del libro.
Durante su vida, Charles Baudelaire fue duramente criticado, tanto por su obra, como por su conducta. Debido a ello, terminó su vida empobrecido, además de enfermo. El poeta francés, con rasgos románticos, será el primero en volcar la subjetividad de este movimiento en la ciudad —su nueva «naturaleza», que es la realidad constante de estos nuevos poetas—. Su obra se caracteriza por el canto a la belleza, el desamor, las pasiones, el fatalismo y las grandes cuestiones existencialistas. Todo ello se adereza con la constante referencia a la cultura grecolatina dentro de un contexto urbano. Su poesía, sobre todo en Las flores del mal, se encuentra constreñida por la métrica francesa, pero se nutre de lo que el poeta ve: esto supone una suma entre el mundo sonoro de la poesía y las imágenes disgregadas que se crean en este nuevo contexto poético.
El primer libro que encontramos en esta antología es Las flores del mal. El poemario recoge poemas desde 1840 hasta su última versión publicada en 1868. En la edición de Penguin se presentan poemas que aparecen añadidos en la tercera edición de la obra; así pues, estamos ante la obra completa. A continuación, encontramos El spleen de París, un poemario publicado en 1869 póstumamente, en el que, como el propio Baudelaire afirma, se puede desmadejar a gusto sin que ello le quite significado: «Quite una vértebra, y los dos trozos de esta tortuosa fantasía se volverán a unir sin trabajo. Despedácela en numerosos fragmentos, y que usted verá como todos pueden existir por sí solos. Con la esperanza de que algunos de estos fragmentos tendrán suficiente vida para agradarle y divertirle, me atrevo a dedicarle la serpiente entera». Por último, Los paraísos artificiales de 1860 es un poemario oscuro, cargado de dolor y fatalidad, que el autor dedica a una enferma.
Penguin clásicos nos acerca una edición de bolsillo, con pequeñas notas aclaratorias, de tres obras de Baudelaire —además, de una portada llamativa que enamora—. También contiene una cronología que ayuda al lector a contextualizar la obra y a conocer el momento de la vida en el que se encontraba Baudelaire. Como se afirma en el prólogo: «el Génesis según Francia tendría a Baudelaire como Dios padre, a Mallarmé y Rimbaud de Adán y Eva y a Cézanne como manzana». Hoy en día, Baudelaire todavía tiene mucho que decir y contar. Solo hay que atreverse a coger su obra y leer sus versos.