El autor de la exitosísima novela gráfica Maus revisa en su última creación la herida abierta que supuso el ataque terrorista a las Torres Gemelas en septiembre de 2001.
Tras una larga gestación, y más de diez años después de ver la luz en Norma Editorial, Sin la sombra de las torres desembarca ahora en nuestras librerías de la mano de Reservoir Books. Incatalogable, con trazas híbridas de cómic y periódico, este gran libro –en todos los sentidos: formato A3, peso considerable, impreso en cartón- es una absoluta joya para los incondicionales del autor.
Pocos autores plasman el miedo y el derrumbe de los mundos, ya sean «tangibles» o «interiores», como Spiegelman. Su biografía está irremediablemente unida a sus trazos. Hijo de supervivientes de Auschwitz, testigo directo de la catástrofe de Nueva York, su bagaje parece llevar grabado a fuego el antiguo lema homo lupus homini. Más de dos décadas nos separan de Maus, y sin embargo, el estilo del autor se refleja de modo inconfundible en estas gruesas páginas. Crítico, sin ser mordaz; oscuro, sin resultar tenebroso; sus tendencias creativas, sus insights, se retroalimentan y reproducen sin llegar a causar en el lector sensación alguna de autoplagio.
La sombra de las Torres Gemelas, su contorno proyectado contra el cielo neoyorquino, supone la oscura invitación a revivir la pesadilla que segó tantas vidas y conmocionó al mundo. Las dos primeras páginas relatan el génesis de esta macrocreación: viñetas a todo color que repasan el atentado, los miedos y la paranoia colectiva desatada a posteriori, la sobrecogedora metamorfosis de la sociedad moderna. También desfilan en su interior homenajes a otras viñetas, como Little Nemo, y el diseño interior está plagado de titulares periodísticos que nos retrotraen a aquel inolvidable día que, de hecho, marcó un hito histórico.
Este es un cómic experimental y extraño, pero necesario. Mezcla la política, el horror, la propaganda e incluso se resiste a dejar el humor de lado, por negro que sea. Diez planchas (láminas de gran formato, que han de leerse en sentido vertical) conforman el grueso de esta obra, cuyo autor no se resigna a quedar encasillado como el ratón viñetista (aparece también aquí este alter ego suyo) y sigue ejerciendo la crítica social desde la creación artística.