Ocho horas de conversación telefónica a cuatro bandas entre Merkel, Hollande, Putin y Poroshenko terminaron con la concertación de una reunión clave dentro de los constantes intentos de Francia y Alemania por evitar una guerra abierta en Europa; sin embargo, las amenazas de ausencia por parte del líder ruso pusieron la cumbre en jaque hasta el último momento.
2013. Tras el derrocamiento del presidente Viktor Yanukóvich, se impone un nuevo Gobierno en Ucrania. La nueva autoridad no es reconocida por los independistas. En concreto, por las autoproclamadas “repúblicas populares” de Donetsk y Lugansk. La respuesta de Kiev: una operación militar. Era el inicio del conflicto en el este ucraniano. Desde entonces, la situación general del país ha empeorado. Por un lado, la pérdida de reservas de gas y petróleo. Por otro, una caída del PIB del 7,5% en 2014. A estos datos se une el número de víctimas. Desde el inicio de la disputa, más de 5.000 personas han perdido la vida.
Ante esta situación, las voces en Europa han sido múltiples. El secretario de Exteriores británico, Philip Hammond acusó al presidente ruso Vladimir Putin de actuar “como un tirano del siglo XX” sobre Ucrania. Para Hammond, la actuación de Rusia no es propia del siglo XXI. “Este hombre ha enviado tropas a una frontera internacional y ha ocupado el territorio de otro país”, afirmaba. Una opinión que se asemeja a la del ministro de Exteriores español. José Manuel García-Margallo no ha sido tan explícito en sus críticas al Kremlin. Sin embargo, siempre ha mostrado un claro apoyo a Kiev. Ambos coinciden, además, en que la solución al conflicto no pasa por el campo de batalla. En palabas de García-Margallo, no quieren una “nueva guerra fría”. Y no son los únicos.
El presidente francés, François Hollande, declaró que “Francia no está en guerra en Ucrania y no quiere estarlo”. Por ello, aboga por la vía de la diplomacia y la negociación para poner fin a un desacuerdo que en pocos meses se ha convertido en una guerra. Una que las milicias populares del este del país “están ganando”. “Esa gente se ha hecho a la guerra”, afirmó Hollande. Pese a esta realidad, armar al Ejército regular ucraniano sigue sin ser una opción. “Francia no entra en la lógica del suministro de armas”, aseguró el líder galo a una televisión francesa.
El Gobierno alemán también ha sido claro al respecto. La ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, declaró que ya “hay demasiadas armas en la región”. Una afirmación con la que coincide el 81% de la población alemana, como señala el último sondeo del instituto demoscópico Emnid. Von der Leyen, además, considera que una acción de este tipo sólo serviría de “pretexto para que Rusia intervenga abiertamente”. Por su parte, durante su visita a Washington, Angela Merkel, aseguró que la solución para Ucrania no es militar. “Queremos construir con Rusia, no contra Rusia”, puntualizó la canciller alemana.
Este sentir común llevó a Alemania y Francia a unir fuerzas. El pasado 5 de febrero comenzaba la iniciativa diplomática del eje franco-alemán. El primer paso fueron las reuniones individuales con los líderes ruso y ucraniano. De esta forma, buscaban redactar un texto “que convenga a todos”. Eso sí, Merkel y Hollande dejaban claro que no se conformarían con una mera tregua. El nuevo plan, ahora de carácter “global”, incorpora el despliegue de una fuerza internacional de paz. Su objetivo: separar a los beligerantes. Por su parte, la futura zona desmilitarizada acordada en septiembre también sufría modificaciones. De los 30 kilómetros acordados en septiembre pasaba a tener entre 50 y 70.
Tanto Merkel como Hollande consideran Donetsk y Lugansk territorio ucraniano. Ahora bien, el dirigente francés reconoció que la clave podía estar en la cesión de una fuerte autonomía a estas provincias. Sin embargo, tales declaraciones quedaron olvidadas en la cumbre de Minsk. En la capital bielorrusa, el tándem franco-alemán insistió en su defensa de la soberanía ucraniana. Hasta tal punto que lograron doblegar a Putin. Y con ello, su empeño por responsabilizar del conflicto únicamente a Ucrania. Eso sí, el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, también tuvo que renunciar a algunas de sus pretensiones. La negativa de Merkel y Hollande a suministrar armamento a Kiev se mantuvo firme pese a su insistencia.
Tras 17 horas de negociaciones se llegaba al acuerdo de un alto al fuego. Este, teóricamente, comenzaba a las doce de la noche del día 15. Sin embargo, los rebeldes retiraron el armamento pesado 30 minutos después de la hora pactada. Aun así, la medida es, según Merkel, “un alivio para Europa”. La canciller sabe que “no todo se ha conseguido”, pero insiste en que “hay una esperanza”. El 49% de los alemanes, no obstante, todavía temen que el conflicto desencadene una guerra entre Rusia y la OTAN. Hollande, por su parte, sabe que pese al acuerdo, será difícil que ambos bandos compartan “una vida común”. De todas formas, confía en la cooperación franco-alemana y no descarta más reuniones. “Debemos de intentarlo todo por la paz”, sentenció.