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Elecciones en Corea del Norte: ¿una herramienta más de control?

Las elecciones de 2014 son las primeras celebradas por el régimen norcoreano desde que Kim Jong-Un asumió el poder tras la muerte de su padre, Kim Jong-il. Se trata de un trámite político cuya verdadera finalidad es servir de censo así como de ayuda en la detención de disidentes.

Corea del Norte. Extraída de Flickr. Autor Gild Rom. http://www.flickr.com/photos/gilad_rom/3845448676/. No se han realizado cambios. Creative Commons¿Qué son unas elecciones legislativas? Sencillo. La posibilidad de la población de decidir su futuro político. La ciudadanía puede elegir a sus gobernantes entre varios candidatos. Las elecciones son sinónimo de democracia. Al menos en teoría. En Corea del Norte no son sino una forma más de control. Un trámite cuyo resultado se conoce antes del comienzo. Especialmente por un motivo. Sólo hay un candidato.

Cada cinco años el Gobierno norcoreano celebra unos comicios. De esta forma se elige los miembros de la Asamblea del Pueblo. Esto es, un órgano simbólico con un único fin: aprobar las decisiones del líder. Hay 687 escaños. Uno por cada distrito electoral. Ahora bien, existe una peculiaridad. En cada papeleta hay un único nombre. El candidato del Partido Comunista. O como ellos lo llaman: el Partido de los Trabajadores. El papel de los votantes se limita, así, a aceptar o rechazar la opción propuesta.

Kim Jung-Un. Extraida de Flickr. Autor Wander Dorneles. http://www.flickr.com/photos/portdesalut/6545249183/. No se han realizado cambios. Creative CommonsLas elecciones del pasado 9 de marzo fueron las primeras de Kim Jong-Un, el actual líder. El “Comandante Brillante” fue uno de los candidatos. Concretamente por Monte Paektu. El distrito es considerado lugar sagrado. Y es que la tradición norcoreana lo señala como lugar nacimiento de Kim Jong-il, padre del actual mandatario.

Pero, tras el anuncio de la candidatura no hubo campaña electoral. En su lugar, se emitieron numerosos programas en la televisión y la radio del país. En ellos se instaba a los ciudadanos a votar con “entusiasmo”. A esto se unió la literatura. Escritores oficialistas escribieron poemas especialmente para la ocasión. Unos alababan “la infalibilidad del líder supremo”. Otros recogían “la felicidad que embarga a los norcoreanos al acudir a las urnas”.

Los resultados no sorprendieron a nadie. No hubo votos en blanco. Nadie votó en contra de Kim. Es decir, obtuvo el escaño al que aspiraba. Según la agencia de noticias estatal KCNA es una prueba de la lealtad del pueblo al “gran líder”: «esto es una expresión de los trabajadores y el pueblo de apoyo absoluto y confianza profunda en el líder supremo, Kim Jong Un”. Sin embargo, esta realidad tiene una explicación. Cualquier voto en blanco o en contra del Partido Comunista se deposita en una urna aparte. Tras las elecciones, el Gobierno la abre y busca a los detractores. El objetivo, llevarlos a su nuevo destino: el ‘gulag’.

En cuanto a la participación, fue casi plena. El 99,8% de la población acudió a las urnas. Pero esta también tiene una justificación. Los norcoreanos tienen el “deber democrático” de votar desde los 17 años. No hacerlo es considerado un acto de traición. “Si no íbamos a las votaciones, se nos consideraba fuerzas reaccionarias y éramos enviados a campos de concentración”. Son palabras del exiliado Seo Jae Pyoung recogidas por La Vanguardia. Jae Pyoung, de 45 años, huyó de Corea del Norte tras ejercer su “derecho” por tercera vez. Además añade que la noción de “voto secreto” no existe. “Votábamos tan arrimados unos a otros que todo el mundo podía ver lo que votabas”.

Pero las elecciones funcionan también como censo. El objetivo es comprobar el paradero de todos los norcoreanos. Durante las semanas previas “se han incrementado los controles y las restricciones de viaje”. Así lo denunciaba Sokeel Park, directos de la organización no gubernamental Libertad en Corea del Norte. Y es que los comicios no dejan de ser una herramienta más del régimen para sus fines. Por ello, ningún candidato es ajeno al Partido de los Trabajadores. Ya sea miembro del mismo o perteneciente a pequeños grupos aliados con el régimen. Aunque ello supone un incumplimiento de la Constitución del país. Según el texto legal, cualquier norcoreano pueden presentarse “independientemente de su afiliación, ideas políticas o religión”. Dicho texto también garantiza la “libertad de elegir”. Y en cierto modo existe. Nadie impide a la ciudadanía el derecho a votar. El problema radica en la carencia de alternativas y en las consecuencias para aquellos que no voten lo esperado. Pero es que, elecciones o no, Corea del Norte sigue siendo el “régimen del miedo”.

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