Syriza ha anunciado este martes la lista de los ministros que formarán el nuevo Gobierno griego, un total de doce personas entre las que no se encuentra ni una sola mujer. ¿Se puede hablar de democracia cuando las mujeres son marginadas, invisibilizadas y relegadas a un segundo puesto?
El poder no es cosa de mujeres, y quien creía lo contrario estaba profundamente equivocado. En la mayoría de países democráticos las mujeres no pudieron votar hasta bien entrado el S.XX. En España fue la Segunda República del 31 la que consiguió el sufragio femenino, aunque duraría poco debido a la instauración de la dictadura franquista. En el resto de países europeos la situación es similar y en muchos casos, como Suiza, no se logró el sufragio hasta los años 70. Las mujeres, independientemente de su clase social, tardaron mucho tiempo en ser consideradas ciudadanas. Por ese motivo, no es de extrañar que a día de hoy sigamos encontrando situaciones tan desagradables como la acaecida esta semana en Grecia.
El periodista Íñigo Sánez de Ugarte publicaba en su blog Guerra Eterna un gráfico en el que se puede ver la media del número de dipuatadas en los países europeos a fecha de marzo de 2014. La cifra se queda en el 26,95%, muy lejos de alcanzar el 50%.
Desde muchos ámbitos se ha calificado la victoria de Syriza como el triunfo de los oprimidos, de los intereses del pueblo frente a la voracidad del capital y de aquellos países y gobiernos que han impuesto políticas que van en contra de la gente y en favor de la banca. Sin embargo, y sin poner o no en duda estas afirmaciones, al hablar de oprimidos en muchas ocasiones nos olvidamos de las mujeres. ¿Quién va a defender los derechos de las mujeres si no hay nadie que las represente? ¿Cómo podemos estar seguros de que estos gobiernos vayan a priorizar en su agenda temas como los derechos sexuales, LGTB o la violencia machista? ¿Se puede hablar de igualdad de derechos y oportunidades dejando de lado a la mitad de la población?
Periódico Diagonal recogía esta semana un editorial de la revista feminista griega To Mov en el que denunciaban “la falta de color morado” en las elecciones griegas: “No somos un partido, y no escribimos en apoyo a ningún partido en las próximas elecciones, pero somos ciudadanas activas e interesadas en cuanto se dice y se hace. Nosotras, miembras del comité editorial de To Mov y de su revista electrónica, simplemente nos preguntamos acerca del momento. Porque estamos muy interesadas en muchos problemas que, o no se discuten, o se esconden deliberadamente en los debates preelectorales en los medios de comunicación. […] Desde los partidos políticos nunca se habla del trabajo no remunerado de las mujeres en los hogares, en la familia, en los negocios familiares, en las granjas”.
Tal y como apuntan en el artículo: “el feminismo se enfrenta a la fórmula, tan habitual, del ‘ahora no toca’». Siempre hay y habrá temas que sean “más importantes” y desde luego luchar por la destrucción de un orden patriarcal y capitalista que oprime a las mujeres mientras beneficia a unos cuantos, no es una prioridad en la agenda, ni política, ni mediática.
El tema de las barreras con las que se topan las mujeres al llegar al poder y una vez dentro es extenso. El techo es de cristal blindado. Primero se enfrentan a no ser elegidas y si lo son, a las críticas de haber sido elegidas solo por ser mujeres y a que desde los medios de comunicación se las pregunte por su vida personal o se frivolice con su forma de vestir y corte de pelo. Siempre se les exigirá un poco más que a sus compañeros masculinos. Después de todo, las mujeres son consideradas frágiles e inestables, dos características que no se llevan bien con el poder
En el documental Miss Escaparate, que analiza la imagen que se vierte en los medios de comunicación de las mujeres, se dedican unos minutos a comentar las críticas feroces de las que fueron objeto Hilary Clinton y Sarah Palin durante el periodo de primarias estadounidense previo a las elecciones de 2008. Tertulianos que comentaban en tono jocoso la “demacrada” apariencia de Clinton o presentadoras que le preguntaban a Palin por sus operaciones de estética. Situaciones a las que raramente se enfrentaría un político hombre.
Como se ha repetido de forma contundente desde las redes sociales: sin mujeres no hay democracia; al igual que no debería llamarse democracia a un país donde la gente se queda sin casa, donde familias enteras son desahuciadas o donde miles de jóvenes tienen que dejar sus estudios por no poder pagar las tasas. Un país donde cada persona independientemente de su género, orientación sexual, raza o religión tenga las mismas oportunidades y posibilidades. Hemos creado la palabra democracia y la hemos ajustado a las necesidades de unos pocos. Dicen que democracia significa “el gobierno del pueblo”. Pero, ¿de qué pueblo?
Imágenes: Miss Escaparate, Electionista, EFE