Anoche llegaba a nuestras pantallas una nueva ficción con motivo del arranque de otra temporada televisiva. La miniserie Hermanos refleja el amor de dos hermanos de sangre, Juan y Alberto, y de una amiga de siempre, Virginia. Los tres serán los protagonistas de la sociedad española durante dos décadas y vivirán múltiples vivencias, algunas buenas y otras no lo tanto, pero siempre las vivirán los unos junto a los otros, siempre juntos.
Todo comienza en un mes de junio de la mítica década de los 80. La década de la rebeldía y de la locura. La década de la conocida movida madrileña, del desfase, de los peinados y estilismos extravagantes y del cambio de ideas políticas. La década que cambió a varias generaciones. Y los protagonistas de la nueva ficción de Mediaset, Hermanos, no iban a ser menos. Esos años 80 también les calaron hondo, muy hondo.
Antonio Velázquez y Álvaro Cervantes representan en esta nueva apuesta televisiva a dos hermanos de sangre, Juan y Alberto. Dos hermanos totalmente opuestos. Dos polos contrarios: uno el norte y otro el sur. El primero, siempre anda metido en líos y el boxeo y los puñetazos son su principal vía de escape, aunque también son los causantes de la mayoría de sus problemas (no hay más que ver la escena final del primer capítulo en la que se puede ver cómo sus chanchullos con el dinero provocan, lamentablemente, la muerte accidentada de su humilde y trabajador padre). El segundo, en cambio, es el hijo perfecto, el que todos los padres deserían tener. Atento, cariñoso, trabajador y estudioso, así es Alberto. Su gran intelecto le lleva a estudiar en la mejor universidad española y el Derecho se convertirá, desde entonces, en la tarea que le ocupará la mayor parte de su tiempo y que, además, le trasladará a una vida totalmente desconocida para él.
Sin embargo, no todo son diferencias. Estos dos hermanos tienen algo en común. Y María Valverde, conocida como Virgina o ‘Flaca’, es la culpable de ello. Y digo culpable porque todos sabemos que los triángulos amorosos nunca fueron buenos y, menos aún, si dos hermanos son dos de los tres vértices. Juan, Alberto y Virginia se conocen de toda la vida. Siempre se han apoyado los unos a los otros, nunca se han separado y darían su vida por ayudar a sus dos hermanos (como ellos mismos se llaman). Pero Juan y Alberto no ven ya a su Virginia como su hermana pequeña, sino como a la mujer a la que aman. Y Virginia… es una incógnita sin resolver. La escena en la piscina de los tres protagonistas borrachos a punto de montarse un trío fue raro, muy raro. Las miradas entre Juan y Alberto, de esos dos hermanos, a punto de compartir a la misma chica pudieron parecer muy chocantes al telespectador. ¿Quién sería capaz de hacerse un trío con su propio herman@?
Pero lo gracioso del asunto llega cuando Virginia, tras comenzar sus estudios de Periodismo en la universidad, conoce a Víctor, un joven que pretende llegar a ser director de cine. La joven entra en un estado de rebeldía, desenfreno y pérdida de su identidad. Y es que pierde la virginidad con un desconocido, se mete en una manifestación contra la OTAN, lo que provoca su detención, y se va separando poco a poco de sus hermanos de toda la vida. La llegada de Víctor a la vida de Virginia hace que los tres hermanos ya no compartan tanto momentos como antes o, simplemente, les hace ver que ya no son los niños que eran antes y que es el momento de que cada uno empiece a hacer su propio camino.
Así es cómo comienza Hermanos. Sinceramente, yo me esperaba más de un primer capítulo que todos auguraban un gran éxito, sin embargo, a estos hermanos les quedan todavía cinco noches para que esos más de 2.500.000 espectadores se dupliquen para seguir con la racha de grandes éxitos de ficción de Telecinco. Y yo… esperaré al próximo martes para intentar engacharme a esta serie o para catapultarla a mi cajón de series desapercibidas.
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