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«Intemperie», la tierra árida de las palabras

Jesús Carrasco irrumpe a lo grande con su primera novela, un exquisito reencuentro con la mejor tradición de nuestra literatura tan atemporal como emocionante.

90800_intemperie_9788432214721Intemperie es una de esas obras que antes incluso de su publicación por Seix Barral ya había hecho mucho ruido debido a la venta de derechos para su traducción y publicación en una numerosa serie de países. Seguramente el rotundo éxito del manuscrito haya provocado que tras convertirse en libro muchos lo hayan rechazado directamente al considerarlo un hype y otros se hayan decidido a leerlo por esa única razón. De ahí quizá las muchas opiniones encontradas sobre él: desde quien lo considera aburrido y difícil de leer hasta quien lo ha colocado ya en el Olimpo de la literatura contemporánea. Dejando a un lado todo el ruido que ha precedido o rodeado a la publicación de la novela, una vez leída podemos afirmar que Intemperie es una obra magnífica de una calidad formal insultantemente excelente para un escritor novel cuya aparición en el mundo literario es una de las mejores noticias en mucho tiempo.

Sin nombres ni fechas ni localización geográfica y con tan solo dos personajes protagonistas (y apenas un par de secundarios en todo el libro) Jesús Carrasco logra crear una trama atemporal, una odisea realista y violenta suerte de western minimalista capaz de alcanzar un grado de emoción y universalidad sobre lo contado al alcance de muy pocos. En una de las citas de críticos sobre la obra que están incluidas en la solapa trasera del libro, Elena Ramírez describe la literatura de Carrasco como una fusión entre Delibes y Cormac McCarthy en una voz propia; probablemente la mejor descripción posible para entender de qué estamos hablando. Porque las comparaciones con Delibes han sido muchas, pero no es menos cierto que la parquedad en datos (como virtud) y la brillante capacidad para narrar la violencia del paisaje de McCarthy también están muy presentes en el autor. De hecho más que recuperar la tradición literaria rural patria, no solo de Delibes sino también de Cela o Blasco Ibáñez entre otros muchos, lo que hace Carrasco con Intemperie es tender un puente para actualizarla o adaptarla a nuestros días. La historia que se cuenta en esta novela bien podría ocurrir ahora mismo, en un pasado reciente o en un futuro próximo y apocalíptico.

Lo primero que sorprende al leer Intemperie (y puede llegar a abrumar) es la excelsa utilización del vocabulario empleado, el grato aprovechamiento de la infinita riqueza de nuestro lenguaje, algo que antaño era tácita obligación para cualquier escritor y que hace indispensable (como en los viejos tiempos) tener un buen diccionario a nuestro alcance. Sin embargo lo mejor, la verdadera hazaña de Carrasco, reside en que este uso sibarita del léxico no resulte pedante o de una erudición decimonónica, más bien el lenguaje empleado es la consecuencia de la historia que el autor quiere contarnos, una coherencia entre fondo y forma tan natural como brillantemente ejecutada. Del mismo modo es magnífico el complejo pulso con el que el autor edifica la novela, la dificultad de mantener el ritmo preciso en cada momento de manera impecable, la maestría de detenerse, describir, arrancar, volver a empezar, la minuciosidad del detalle que llega a alcanzar cotas de una poética salvaje. Era inevitable que en la sociedad de la inmediatez en la que estamos inmersos se acusara de lentitud exasperante lo que es magistral poesía del instante y, de nuevo, el único camino formal posible por el que podría caminar la historia.

De la misma manera que la historia contada en Intemperie no podría haberlo sido sin todo este deslumbrante despliegue formal por lo que tiene de (conscientemente) arquetípica. La eterna lucha del ser humano contra la aridez de la naturaleza y su fragilidad frente a los elementos, la violencia desgarrando la inocencia y el descubrimiento de ésta no solo en los demás sino también en uno mismo, la ética y la moralidad frente a la escasez y necesidad, la bajeza y degradación de la condición humana, la incomprensible ausencia de amor en nuestros seres cercanos y la inesperada generosidad y ternura en los desconocidos, lo grandioso encerrado en las cosas pequeñas… son temas por los que transita la aparente sencillez de la trama de este libro, tan atemporales y universales como emocionantes en una novela absolutamente magnífica cuya lectura se me antoja imprescindible para cualquiera que sencillamente ame la literatura.

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