La compañía La Peleona presenta en la Sala Atrium Broken Heart Story, de la finlandesa Saara Turunen, quien también firma la dirección. La obra, traducida al castellano por Luisa Gutiérrez Ruiz, plantea la historia de un dilema femenino entre dos partes de la misma mujer: la escritora bigotuda, interpretada por Carla Torres, quien defiende su independencia, su individualidad en el mundo artístico, su autosuficiencia; y su alma, interpretada por Patrícia Mendoza, coqueta, vanidosa, y que ansía el amor de un hombre desesperadamente. Aunque totalmente opuestas, ambas partes se necesitan o, mejor dicho, la escritora necesita su alma para escribir, hecho por el que no puede darle rienda suelta para que corra a los brazos de cualquier galán enamorado. De modo que pactan para que la escritora pueda tener su obra y Alma su cuento de hadas… y nos cuentan la historia del corazón despedazado, ilustrado en escena por una radio rota, con todos los cables sueltos, que Alma lleva siempre consigo. Porque esa historia es su historia.
En el relato aparecen también los padres, la gatita, un asesino en serie, una dependienta, un marido enamorado, un cura, un leñador taxidermista, una cabeza de alce, una vecina,… interpretados por el resto del elenco, compuesto por Pepo Blasco, Vero Cendoya, David Menéndez y Carmela Poch, y que en ocasiones actúan también de coro griego o de cuerpo de baile. Los seis actores muestran un gran equilibrio interpretativo entre sí, ninguno sobresale especialmente y todos mantienen un alto nivel de implicación en la pieza, cosa que no siempre es fácil de encontrar en un reparto. Parece que los papeles fueran escritos para ellos, hecho que prueba la buena dirección de actores por parte de Turunen.
La historia, y aún más su puesta en escena, que la complementa perfectamente, poco tienen de convencional. Todo en ella es extravagante, tiende al absurdo, al surrealismo, a lo extraño, y todo debe entenderse en el mejor sentido de las palabras, porque lo que Broken Heart Story ofrece al espectador es algo tan disparatado y a la vez interesante que le atrae inevitablemente y le atrapa en el particular universo de la pieza. Su ritmo, además, y los giros y cambios dramatúrgicos de la fábula contribuyen a que nada se perciba como monótono, a que la atención del público esté en todo momento en la escena, en las expresiones y gestos de los intérpretes, en el texto…
El espacio sonoro, de Cesc X Mor; la iluminación, a cargo de Raimon Rius; la escenografía, que convierte la escena en una perfecta sala de estar, obra de Anna Tantull; y el vestuario, diseño de Mireia Farré Canela, terminan de redondear una propuesta muy bien dirigida y ejecutada, que seguro que cosechará muchas sonrisas –cuando no risas, directamente− en la sala y un puñado de buenas críticas por lo especial que resulta. Siempre es un placer conocer la dramaturgia contemporánea de otras partes del continente, y más cuando se lleva a cabo con tanto talento. Vale la pena pasarse por la Sala Atrium hasta el 29 de mayo, porque es una obra que, sin duda, no deja indiferente a nadie.