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‘La Sección’: Teatro necesario

La programación del Teatro del Barrio resulta siempre de las más atractivas de la cartelera madrileña, no sólo por su calidad, sino también por sus apuestas por un teatro comprometido con la realidad, un teatro social, político, un teatro de la memoria, un teatro, en definitiva, necesario. Un teatro que busca incidir en la conciencia del espectador. En sus producciones propias, todos estos ingredientes están claramente manifiestos.

De ahí que el último montaje que han producido y que está actualmente en cartel, La Sección, no tenga desperdicio alguno y sea una obra imprescindible, de las que deben verse. Por tanto, cualquier cosa que pueda yo escribir sobre ella va a sonar vacía, no va a estar a la altura de la representación, porque, a menudo, ante piezas a las que no achacarías ni un pero, no sabes por dónde empezar a recomendarlas y, simplemente, las recomiendas. Encarecidamente. Es el caso, sin duda, de La Sección.

Se trata, en este caso, de un teatro sobre mujeres hecho por mujeres. Las autoras del texto, Ruth Sánchez y Jessica Belda, junto con la dirección de Carla Chillida, crean un espectáculo en el que, en poco más de una hora, hacen un repaso por la historia del fascismo español desde un punto de vista ignorado y ninguneado: el de las mujeres. Exponen de manera didáctica, documentada, clarísima e incluso divertida la vida y, sobre todo, “la obra”, de tres de las principales mujeres que ejecutaron también la represión durante los cuarenta años de dictadura a través de la Sección Femenina de Falange: Pilar Primo de Rivera, Mercedes Sanz-Bachiller y Carmen Polo.

Desde el discurso inaugural de Falange en 1933 hasta el discurso del rey puesto en el trono por Franco en 1975 tras su muerte, las tres actrices en escena, Manuela Rodríguez, Natalie Pinot y la propia Jessica Belda, apoyadas en las proyección gráficas, obra de Elías Taño, ejecutan con ritmo, gracia y emoción lo que supuso el peso de la Sección para las mujeres de entonces, pero también lo que supone para las de ahora. Porque muchas de las acciones de las tres personalidades en escena, ya citadas, supusieron unos abusos que todavía hoy arrastramos como un lastre del que somos incapaces de desprendernos.

De nuevo, nos encontramos ante un teatro que revisita el pasado para hablar del presente, para señalar las fallas, para subrayar los crímenes que todavía hoy siguen sin castigo, para los que no hay justicia ni reparación. O para señalar aquellos otros, como la violencia de género, frutos de una educación y una cultura arraigadas en lo más oscuro y profundo de nuestra sociedad por este pasado reciente del que se desconoce, al menos, la mitad. La mitad femenina. La mitad de la que fueron artífices las mujeres.

Más allá de su contenido, absolutamente necesario, la puesta en escena tiene golpes humorísticos, de fina ironía, y de combinaciones disciplinares para enriquecer un montaje que tiene un valor artístico más allá del textual. Las tres intérpretes se entregan a la función y ofrecen un trabajo espléndido, muy bien dirigido por Chillida para combinar los ritmos y las atmósferas de cada momento, para aportar desde puntos dramáticos, como la carta de la madre valenciana que encoge el estómago del espectador, hasta momentos hilarantes como la sesión aeróbica de consejos para ser una buena esposa.

No es sólo un montaje teatral. Es también una posición ideológica ante el mundo y ante la sociedad en la que vivimos. Es una apuesta combativa, una apuesta ética. Es una función política. Es una reivindicación de género. Harán aún cuatro funciones más en el Teatro del Barrio (16, 17, 22 y 23 de este mes), para las que quedan ya pocas localidades. Pero esperemos que el montaje sea prorrogable y que, sobre todo, gire por otras ciudades del territorio, porque es un espectáculo muy necesario. Muy recomendable. Mucho.

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