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‘La vida salvaje’, el hijo de Carver

Iván Rojo no nació en Oregón o Los Ángeles, pero lleva el realismo sucio incrustado en su sangre valenciana. En este nuevo libro, sus relatos y poemas alcanzan cotas magistrales que no sólo recogen, sino que también elevan este género americano.

vida salvajeEn primer lugar debemos celebrar el nacimiento de Rasmia Ediciones, una nueva editorial con sede en Valencia que se ha lanzado a publicar libros con un estilo, elegancia y criterio dignos de aplauso. Entre ellos, La vida salvaje de Iván Rojo que es una absoluta maravilla.

En esta obra nos encontramos de nuevo con la literatura poderosa del autor, heredero de Bukowski, John Fante y sobre todo de Raymond Carver. El realismo sucio de Rojo tiene más que ver con este último debido a que sus personajes, más que perdedores irredentos o seres marginales, que los hay, son personas cotidianas. Gente corriente azotada por la tragedia, aplastada por la vida, la rutina, la miseria o el desamor y presas de la famosa amenaza latente propia del escritor de Oregón. Iván Rojo maneja de manera magistral los códigos de este género americano, un país que por lo visto adora, y los traslada a un contexto actual -la mayoría de veces, mucho más cercano y reconocible-. En este sentido el autor también eleva o va un paso más allá en cuanto a estilo literario y ambición conceptual.

En los relatos y el interludio poético que conforman La vida salvaje hallamos cierta sobriedad y minimalismo propias del realismo sucio, pero también y en mayor parte un gusto por el lirismo, la descripción y el optimismo. Sí, porque si hay algo que destaca o está presente en la literatura del autor es la esperanza, esa forma de esperanza que alcanzan la mayoría de sus personajes o que nos dejan la mayoría de sus historias. A veces no es más que un clavo demasiado ardiendo, una victoria pírrica o absurda, pero es esperanza, esas pequeñas cosas que nos permiten continuar avanzando. En esa brillante capacidad para hallar, sea como narrador, personaje o poeta, esa gota de grandeza en el horror mundano, es donde Iván Rojo sobresale rotundamente como uno de los escritores más imprescindiblemente a descubrir del panorama actual. No quiero olvidarme de la marcada y necesaria denuncia social que el autor imprime a sus textos desde una mirada tan peculiar como certera y ajena a lo panfletario.

Entre los dos magistrales poemas que abren y cierran La vida salvaje nos mecemos en una épica cotidiana, a menudo desoladora e incluso terrible, pero absolutamente reconocible. Iván Rojo parece empeñado en demostrar que pese a todo no sobrevivimos sino que vivimos y que siempre existe algo por lo que brindar, o celebrar, aunque sea hasta el próximo golpe o caída. Relatos antológicamente excelentes como A/a, La mano, Naranjas bordes, el de genial e infinito título Bueno, al final volví a la ciudad o Mi Pripyat, o El centro del universo es un triciclo amarillo. O poemas como Otro poema sobre Gaza, Odiando el verano en los probadores del Bershka o Salida de emergencia, son solo unas muestras destacadas del maravilloso, impecable, buen hacer de Iván Rojo. Alguien que más allá de etiquetas o géneros es un glorioso poeta urbano.

Y sí, también es mi amigo, y lo es porque leí su obra antes de conocerlo. Dejen que Iván Rojo sea su amigo.

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