Recuerdo cuando hace unos años, en el colegio, me dijeron que iba a tener que separarme de algunos de quienes habían sido mis compañeros de toda la vida, porque no todos teníamos los mismos intereses a la hora de escoger una carrera universitaria. Habíamos llegado a ese punto en el que tienes que elegir entre Latín o Biología, Física o Economía y Geografía o Química, entre otras. Era el momento de decidir si queríamos ser de letras o de ciencias.
Algunos lo tenían muy claro pero otros no tanto. Un día quieres ser arquitecto y al siguiente profesor. Dos semanas más tarde decides dedicarte a la medicina. Y un mes después vas de excursión al Zoo y descubres que lo tuyo son los animales. No se trata de una decisión sencilla, pues te estás jugando tu futuro. Optar por una rama u otra va a determinar tu profesión durante el resto de tu vida.
Si eres varón, lo más normal es que te recomienden ir por ciencias. No debes cerrarte puertas y así puedes llegar a ser ingeniero como tu padre, médico como tu tío, informático como ese amigo de tus padres que gana tanto dinero, etc. Por el contrario, si eres mujer… “¿Qué te parece magisterio? De pequeña te encantaba jugar a las profesoras” o “Yo te veo mucho como diseñadora de moda, con lo que te gusta a ti la ropa…” son las típicas frases que te toca escuchar.
A pesar de que se ha evolucionado bastante en este aspecto y hoy en día encontramos mujeres en el campo de las ciencias y hombres en el de las letras, la tendencia a decantarse por una rama u otra continúa siendo la arrastrada desde tiempo atrás.
La última Evaluación Internacional de Estudiantes PISA, realizada en 2012 a alumnos de 15 años, muestra diferentes puntuaciones en cada temática según el género. Sin embargo, varios expertos han explicado que estas desigualdades se atribuyen a una serie de factores externos como su percepción de esas materias, el apoyo de sus padres y maestros o la confianza en sí mismos.
Por otro lado, la base de datos REFLEX (Flexible Professional in the Knowledge Society) publicaba, ese mismo año, un gráfico con información muy detallada sobre el tipo de estudios universitarios escogido por los estudiantes de 14 países europeos, entre los cuales se encuentra España.
Podemos ver cómo el gráfico muestra una importante mayoría de mujeres en áreas como Educación, Salud y Humanidades, una menor participación de estas en áreas de Ciencias Sociales y Servicios Sociales, y una escasa tendencia a las carreras de Ciencias y Matemáticas.
Las excepciones que confirman la “regla”
Aunque normalmente las niñas se alejan de las carreras científicas, hay muchas mujeres que han ido por este camino y han demostrado que la ciencia no es solo cosa de hombres. Así, no podemos pasar por alto a Marie Curie; la química y física polaca conocida por sus grandes aportaciones en el campo de la radiactividad y por ser la primera persona en obtener dos premios Nobel en especialidades distintas; Hipatia de Alejandría, la primera mujer en realizar una contribución sustancial al desarrollo de las matemáticas; Jane Goodall, la primatóloga que ha realizado profundas y fructíferas investigaciones científicas sobre el comportamiento de los chimpancés, llegando a ganar en 2003 el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica; Rosalind Elsie Franklin, biofísica y cristalógrafa que hizo posible la observación de la estructura del ADN mediante imágenes tomadas con rayos X; o Amalie Emmy Noether; la mujer más importante en la historia de las matemáticas; entre otras. En la página «Mujeres con ciencia» reocogen los nombres y las aportaciones de muchas mujeres que hicieron o hacen carrera científica y cuyos nombres son habitualmente olvidados.
Los hombres, sin embargo, han tenido la posibilidad de desarrollarse en cualquier ámbito. Los grandes médicos, científicos, artistas y pensadores que aparecen en los libros de Historia son en su mayoría hombres.
Hay que partir de la premisa de que durante mucho tiempo las mujeres han tenido vetada cualquier tipo de profesión que no estuviera relacionada con el cuidado de la familia y el hogar: tanto el campo de la ciencia como el de las humanidades fueron siempre terrenos masculinos aunque hubiera mujeres que se atravieran a dejar de lado su rol para intentar hacerse hueco. Si una vez que las mujeres han podido entrar en el terreno laboral han optado por dejar de lado las carreras técnicas, se debe estrictamente a convenciones sociales y culturales; no a una falta de capacidad.
¿Por qué se infravaloran las carreras relacionadas con la educación?
Otro asunto relacionado, que continúa generando opiniones equivocadas, es el desprestigio que se da a todas las carreras vinculadas con la educación tanto académica como social. Si ya de por sí las profesiones «de letras» son minusvaloradas, aquellas que se centran en la enseñanza, la instrucción y el entrenamiento lo son aún más. Pero, ¿por qué?
Es posible que la respuesta sea que quienes ejercen en su mayoría estas profesiones son las mujeres, y como se las tiende a infravalorar, sus trabajos, acciones y logros también son menospreciados. En la Facultad de Educación de la Universidad Complutense el 82% de estudiantes son mujeres, según datos facilitados por la Unidad de Igualdad de esta institución.
Ante la pregunta “¿por qué se minusvalora la profesión de maestro?”, encontramos diferentes respuestas. El Doctor en Ciencias de la Educación y catedrático emérito de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga, Miguel Ángel Santos Guerra, apuntaba en uno de sus artículos relacionado con este tema que “una mejor selección de los docentes llevaría a la enseñanza a las personas que de verdad tuviesen deseo y capacidad de ejercerla con solvencia y buena disposición. En Primaria habría que conseguir que cursasen la carrera aquellos que desearan acceder a ella como primera opción. En Secundaria creo que sería bueno que accediesen a la docencia aquellas personas que, al comenzar la carrera, tuvieran el deseo de integrar un equipo educativo en una institución docente. No me gusta que aquellos que querían ser químicos o literatos o matemáticos o geógrafos acaben siendo por accidente docente de forma vitalicia”.
Hoy en día, las profesoras y profesores, especialmente los de educación infantil, son subestimados, olvidando que sin ellas no existirían los demás oficios, pues sin haber acudido a la escuela previamente no es posible acceder a cualquier grado medio o superior ni a la universidad. No obstante, no solo se tiende a desacreditar a los maestros, también a pedagogos, educadores sociales y trabajadores sociales.
A pesar de que se ha evolucionado bastante en este aspecto y hoy en día encontramos mujeres en el campo de las ciencias, la tendencia a decantarse por una rama u otra continúa siendo la arrastrada desde tiempo atrás. Pese a que varios estudios han demostrado que las niñas no son menos aptas que los niños para las carreras científicas y técnicas, muchas se sienten desalentadas por la sociedad y creen que les “corresponde” inclinarse por las letras. Por otro lado, esta infravaloración del género femenino hace que las profesiones que estas ejercen sean también menospreciadas. Así, las ocupaciones relacionadas con la educación, los cuidados y los aspectos sociales tienden a desprestigiarse, pues son, en su mayoría, desempeñadas por mujeres.