Al dramaturgo italiano y actual director del Piccolo Teatro de Milán Stefano Massini le conocimos en Barcelona a principios de esta temporada, de la mano de Lluís Pasqual, con el soberbio monólogo Dona no reeducable (Donna non rieducabile), interpretado en la producción del Teatre Lliure por una gran Míriam Iscla, y por CrecEnUnSolDéu (Credoinunsolodio) en la voz de Rosa Maria Sardà. Ahora, dentro de la programación del Festival Grec, llega a La Villarroel su pieza más reconocida, Lehman Trilogy, la historia de las tres generaciones Lehman en América, los fundadores de Lehman Brothers, uno de los bancos a los que se atribuye la crisis financiera iniciada en 2008 y de la que todavía no hemos logrado salir.
Los tres hermanos Lehman llegaron a mediados del siglo XIX a Alabama, procedentes de una familia judía de Baviera que se dedicaba a la ganadería, y abrieron un modesto comercio, bajo el rétulo de Lehman Brothers, en su nueva localidad, Montgomery. Lo que empezó siendo una tienda de tejidos al sur de Estados Unidos se convirtió en pocos años en la principal empresa vendedora de algodón del país. No porque tuvieran plantaciones, ni mucho menos, sino porque se inventaron un nuevo oficio: ser intermediarios. El éxito fue tal que abrieron incluso oficinas en Nueva York y, a finales de siglo, eran una de las empresas que cotizaba en la Bolsa de la ciudad americana. Estos primeros cincuenta años de los Lehman en el nuevo mundo, con muertes, matrimonios, guerras y nacimientos de por medio, son los que nos cuenta Massini en la primera parte de su obra. En la segunda, recoge los cien convulsos años del siglo XX, protagonizados ya por la segunda y la tercera generación (primera y segunda nacidas en América), con las sacudidas del Crack del 29, las guerras mundiales o el golpe letal para Lehman Brothers en 2008, cuando hacía ya casi cuarenta años de la muerte del último miembro de la familia.
Lo que Massini propone no deja de ser un recorrido por la historia del capitalismo, tomando como ejemplo el caso de los Lehman. La primera parte, más extensa aunque abarque la mitad de años, resulta de interés por conocer los inicios de uno de los grandes tiburones financieros americanos. Sin embargo, la segunda le resulta más próxima al espectador porque tiene los referentes históricos y temporales más claros y puede seguir el hilo con mayor fluidez, anticipándose al contexto y esperando ver qué reacción causa en la peculiar estirpe.
La puesta en escena, dirigida con gracia por Roberto Romei, también subraya esa diferencia entre las dos partes de la obra. Una primera mucho más modesta, cotidiana, con conflictos a ras de suelo, reales, palpables, y a la que Romei viste de un ritmo, en términos musicales, andante moderato; y una segunda mucho más ágil, vivaz, incluso frenética en algún momento del final de la dinastía, una segunda parte con conflictos de altas esferas, especulativos, abstractos,… igual que el mundo en el que se mueve Lehman Brothers.
El gran acierto de este montaje es, sin duda, su reparto. Un reparto masculino compuesto por Santi Ricart, Òscar Muñoz, Jordi Rico, David Vert, Jacob Torres y Rubèn de Eguía que recrean de manera excelente a los líderes de esta familia. Además, se les mantiene en escena incluso después de ir muriendo, para que observen lo que ocurre con su negocio a lo largo de más de ciento cincuenta años. Las interpretaciones de cada uno son singulares pero perfectamente armonizadas entre sí, y Romei sabe sacarles, tanto a ellos como al texto, toda la punta y la fina ironía que Massini aboca.
Mención aparte merecen la escenografía e iluminación, a cargo de Roger Orra, que, de nuevo, va en consonancia con toda la aparente sencillez de la propuesta. Una tarima de madera que irá creciendo y alzándose con el éxito de los Lehman, que irá sumando peldaños hasta hacerles tocar el cielo. Y un juego de luces que acompaña y crea, sobre todo en la segunda parte, efectos muy elocuentes.
En definitiva, Lehman Trilogy es una de las propuestas de peso de este Festival Grec, que nos habla de la crisis no desde un teatro de denuncia reivindicativa y transgresora, no desde un teatro social, sino desde la historia. La historia de una familia y la historia de una empresa, que es a la vez la historia del capitalismo, la historia en la que se nos muestran las claves, los porqués, de la última gran crisis económica internacional. Y lo hace con un equipo artístico irreprochable al que puede verse aún hasta el 31 de julio.