
Caballo de Troya publica Los bloques naranjas un poemario de Luis Díaz. Descubrirse y crecer es un proceso de extrañamiento dual: se produce a nivel físico y mental. Todos estos cambios se producen en lugares concretos, es decir, en un contexto, en un espacio definido con un vecindario/amigos/compañeros determinado. Además, estos factores se ven condicionados por una herencia socio-cultural: el alocishetero patriarcado. Este coctel se une y mezcla para generar humanos adultos funcionales. O eso se inenta. La poesía ha indagado estos límites segados por el género del poeta, pues es algo que, desde la tradición occidental, se separa y acota de maneras diferentes. Desde mi experiencia, he tendido a leer más poesía de autoras; así que tenía ganas de leer la propuesta de Díaz.
Los bloques naranjas se construye en prosa poética. En él se puede encontrar el viaje de maduración del yo poético desde una perspectiva un tanto ausente. Me explico. El texto carente de puntuación se mueve por un ritmo interno guiado por las repeticiones semánticas o sintácticas describiendo pulsiones de un modo «notarial»: tono iterativo, consistente, aséptico, monótono: «deseo que alguien me ame sin yo amarlo como poder coger una manzana y no estirar el brazo». No obstante, la carga sensorial resulta muy interesante, pues el calor del verano abrasa, la vergüenza del propio cuerpo frente a una tercera persona se traspasa o las emociones de desasosiego, enfado o desconcierto resuenan con eco por la propia conciencia. Estos temas se dividen en tres bloques: «La ciudad», «El deseo» y «El futuro».
Me ha parecido un buen poemario que incide en el deseo cis masculino, pues diría que su eje central es esa revolución hormonal de un cuerpo joven con la libido alta. Los bloques naranjas es, por tanto, un viaje por una adolescencia. No obstante, tengo sentimientos encontrados con la publicidad que se hace del libro. De él la editorial dice: «este libro explora la amistad masculina, siempre mediada por la imposibilidad comunicación, los afectos truncados y subterráneos, la corporalidad torpe y dolorosa. Abre una rendija que nos permite vislumbrar lo que bulle bajo el hermetismo afectivo de las masculinidades adolescentes». Lo cierto es que esto me creó expectativas, porque me interesaba ver esta perspectiva. El problema fue que no lo encontré. Estos temas no son los principales, no se construye alrededor de ellos como un eje central. Se intuyen, sobre todo, los comportamientos machistas y la mentalidad del patriarcado que limita la masculinidad, pero no trata sobre esto. Es un elemento más en unos poemas sobre el crecimiento personal.
En resumen, Los bloques naranjas es un poemario sobre la juventud de ciudad, en un verano asfixiante, con un futuro indeterminado por delante. El estilo de Luis Díaz me ha resultado expresivo, con tintes vanguardistas y una mirada tan intensa como aséptica. Una mezcla que genera una expectación burbujeante. Mi idea preconcebida sobre los temas centrales ahogaron un tanto los poemas. Evidentemente es una mirada masculina, pues es el género del autor, pero, desde mi punto de vista, la editorial no ha acertado subrayando los temas, que más bien resultan intrínsecos y no ejes centrales. Si buscas un poemario sobre la juventud y adolescencia cis masculina, es tu libro.