Con coproducción de LaBrutal y La Villarroel, Julio Manrique vuelve a la dirección escénica con L’habitació del costat, la versión catalana, traducida por Joan Sellent, de The vibrator play, de la dramaturga norteamericana Sarah Ruhl. La obra, situada en un pueblo a las afueras de Nueva York hacia finales del siglo XIX, recién estrenada la luz eléctrica, tiene lugar en la casa de un afamado psiquiatra especializado en tratar casos de histeria femenina (aunque también pueden darse casos extraños de histeria masculina) con un artefacto revolucionario que ha podido inventar gracias a la electricidad y que, en pocos minutos, provoca en sus pacientes aquello que se creía en la época que sanaba la histeria: un orgasmo. Algo que, por supuesto, las señoras desconocían por completo y que no tenía todavía nombre para ellas.
A través de las escenas en el salón de la casa, protagonizadas por la joven y vital esposa del médico, madre primeriza, y las escenas en la habitación de al lado, donde su marido atiende a sus pacientes de manera íntima y reservada, la obra, que gira alrededor del vibrador y los efectos que provoca, pone de relieve el tratamiento de la sexualidad femenina en la época y del papel de la mujer como esposa y madre. Sin embargo, la autora incide también de refilón en temas como el racismo o la homosexualidad. Manrique dirige el montaje en un tono general de comedia, con pinceladas de drama romántico e incluso en algunos momentos de vodevil. Pero es, ante todo, una pieza de personajes, ya que el contraste y las relaciones entre ellos es lo que da ritmo a la obra, más allá de la trama. El reparto lo conforman nombres muy solventes de la escena catalana: Ivan Benet encarna al riguroso psiquiatra; Carlota Olcina, a la vivaracha esposa; Mireia Aixalà es la paciente que no quiere que le den el alta; Pol López, un pintor bohemia enamoradizo que sufre mal de amores; Adeline Flaun, la nodriza de color que amamanta a la hija del matrimonio protagonista y la única mujer de la obra que conoce, de verdad, la naturaleza de la sexualidad en la pareja; Alba Florejachs, la discreta e inteligente comadrona que ayuda al doctor; y Xavi Ricart en un pequeño papel como el marido de Aixalà. Todos ellos hacen un magnífico trabajo interpretativo bajo la dirección de Manrique.
Mención aparte merece la escenografía y el vestuario de Alejandro Andújar, que dotan de realismo la obra, sin por ello recurrir a decorados ostentosos. Recrea el estilo de una casa del s. XIX y obliga al espectador a verla como si de una fotografía de época se tratara: enmarcada en un oval. Su apuesta por la visión de perfil de las estancias, además, da mucho juego en la escena. También la coherencia cromática del vestuario, con el carácter de los personajes y entre sí, embellece todavía más la estampa, que se completa con el diseño de iluminación de Jaume Ventura.
L’habitació del costat, pues, es una obra amable, que desprende ligeras notas de erotismo inocente, luminosa y divertida, con el punto justo de crítica —disfrazada de época— para agradar a todos los públicos. Estará en cartel en La Villarroel hasta el 3 de febrero.