Es noviembre, el mes previo a la Navidad, y por nuestra pequeña pantalla empiezan a desfilar cual Muñecas de Famosa los anuncios más típicos en estas fechas, que servirán de antesala a las celebraciones de finales de año. Entre ellos, vuelve a destacar el comercial del Sorteo Extraordinario de la Lotería.
Bienvenidos, Antonios, digo huelleros. La sequía en España acabó finalmente tras este cuasi sempiterno “veroño”. Pero no porque Mónica López haya pronosticado que se acercaba un nuevo frente proveniente de Siberia ni nada meteorológicamente parecido. En esta ocasión los culpables han sido los responsables del anuncio del Gordo de Navidad, que este año han decidido desprenderse de artificios y llegarnos directamente al corazón, tanto que los técnicos de presas y pantanos se han visto obligados a abrir compuertas y desalojar agua ante semejante tsunami lacrimógeno. Vamos, ni Lo Imposible.
Atrás queda el recuerdo (o la pesadilla) de las Navidades pasadas cuando, en un enclave idílico y de ensueño como era Pedraza, el pueblo de las velas, Montserrat Caballé y su séquito de seres del inframundo, cual trompetas demoníacas, unieron sus manos y cantaron salmodias pretendiendo desatar el Apocalipsis, o el bruxismo nocturno en los televidentes, que todavía no han sido capaces de sacar de sus cabezas aquellas imágenes y sonidos infernales.
El spot dio que hablar, con lo que se cumplía el primer objetivo de los publicistas (¡Bien!). Pero también nos reímos mucho, e hicimos mofa, cosa con la que ellos no contaban (¡Mejor!). Tras aquella aberración, hubo decenas de parodias, cientos de videos montados, miles de memes y, a mi modo de ver, un único clamor popular que reivindicaba que el anuncio del Gordo no debía ser eso. Sí, eso, “it” en inglés.
De este manera, a la espera del últimamente poco burbujeante anuncio de Freixenet, y tratando de sobrevivir a los repudiables niños del monstruoso y capitalista comercial de Toys R Us, una escena costumbrista se ha colado en nuestros hogares, sin avistar, de forma inusitada, para tocarnos la fibra. ¿Cómo?, apuntando al quid de la cuestión de cada sorteo, de cada lotería y de cada ocasión en la que compramos un décimo: la ilusión de que nos toque, y así hacer de nuestra vida un viaje minúsculamente mejor.
El anuncio lo hemos visto todos ya, o quizá no, huelleros, ya procuro yo guardarme siempre un as en la manga. La historia en realidad comienza aquí, cuando Manuel, el desafortunado hombre de barrio llega al bar de Antonio y rehúsa comprarle un décimo. Antonio no sólo le aconseja que jamás debe perder la ilusión, a la marcha del otro y preso de una corazonada, toma un décimo, se lo restriega por la coronilla y lo introduce en un sobre rojo, el cual etiqueta con el nombre de su amigo. La continuación de este pre-spot es la que todos conocemos: la buena mujer de Manuel le obliga a bajar a felicitar a Antonio, a pesar de no comprarle el dichoso décimo cuanto tuvo su oportunidad; Manuel en el bar sintiéndose enfermar ante los gritos de júbilo y la alegría de sus vecinos; y los 21€ que le cobra el camarero por el café y el décimo que le había guardado. Y nada más, eso y la magia de la ilusión bastan para hacer del de este año un anuncio redondo como los ceros del premio del Gordo.
Hay más historias que rodean el bar de Antonio, las encontraréis aquí. Este año Loterías y Apuestas del Estado ha querido acercarnos a una realidad menos ostentosa, con menos artificios y, sobre todo, carente de famosos. Una realidad cotidiana, de gente corriente, de la calle, gente como tú o como yo, de la que al comprar un décimo sienten cómo les pincha la esperanza en el corazón. Unamuno decía que quien escribía la Historia de cada país eran sus individuos, sus personas, y este spot refleja precisamente eso, los millones de almas que cada año hacen realidad el Gordo de Navidad. Un regreso al sentido común de la publicidad y a la esencia de este sorteo.
PD: mi reflexión final de telespectador de hoy es: “Me voy corriendo al bar La Muralla de Villaverde, lugar donde se grabó el anuncio, a comprar un décimo. Todo sea por la ilusión.”
Fotografías propiedad de Loterías y Apuestas del Estado y de las productoras del film Lo Imposible.