Ha dado mucho que hablar y no es para menos: Una mujer diciendo en voz alta que se arrepiente de ser madre puede catalogarse de caso aislado o de locura. Pero cuando no sólo es una mujer, sino 23, y cuando detrás de esas 23 surgen otras y otras, parece otra cosa. Demasiada casualidad, eso o la autora ha conseguido encontrar a las más locas entre las locas, porque no hay mayor loca que una mujer que se arrepiente de la más primaria de sus funciones: ser madre.
“Cuando dices que no quieres tener hijos te dicen que te arrepentirás. No te cuentan que también puedes arrepentirte de tenerlos”. Son palabras de Orna Donath, la socióloga israelí autora de Madres arrepentidas, un libro que parte de la investigación realizada para su tesis doctoral y que recoge los testimonios de 23 mujeres arrepentidas de ser madres. Este martes, 20 de septiembre, Donath ha hablado de su trabajo en la librería Traficantes de Sueños.
Para Donath, Madres arrepentidas es un regalo para todas aquellas mujeres que no se encuentran cómodas dentro de su rol como madres: mujeres que no querían serlo pero accedieron por presiones externas o mujeres que lo deseaban pero se dieron cuenta de que la historia era muy distinta a la que habían escuchado. Y una forma de denunciar y mostrar que no son casos aislados, sino una realidad silenciada.
Hay quien puede pensar que es incomprensible que una mujer pueda arrepentirse de ser madre y seguir amando a sus hijos. Sin embargo, son conceptos diferentes: “Puedes amar a tus hijos y detestar la maternidad”, afirma Donath, ya que muchas mujeres odian “esa relación de dependencia que se establece con los hijos, la pérdida de su ser, estar siempre en la posición de cuidadora”. No odian a sus hijos como personas, como seres humanos, sino la relación que socialmente se establece entre madre e hijo. Las obligaciones, rutinas y sentimientos a los que estás abocada si eres madre.
¿Cómo es posible que de una experiencia vital tan importante como es ser madre, no existan discursos alternativos: mujeres que se arrepientan, que se sientan insatisfechas e infelices? Se lo preguntaba la activista Beatriz Gimeno en un artículo de la revista Píkara. Y añadía: “Cualquier posición, política o personal, contraria al discurso maternalista recibe una sanción social, económica o psicológica brutal […] La mala madre es la peor imagen que cualquier cultura reserva para algunas mujeres, las peores; nadie quiere ocupar ese lugar”.
Es decir, todo se reduce a dos categorías: buenas o malas madres. Las primeras son seres abnegados que aman de forma incondicional y darían la vida por sus hijos. Las segundas son seres despiadados y crueles. Por eso no es fácil admitir que te sientes arrepentida de ser madre (ni siquiera a ti misma): hacerlo significaría entrar por la puerta grande dentro de la segunda categoría. Asimismo, las imágenes y discursos difundidos de forma masiva sobre la maternidad apuntan únicamente en una dirección: destacar sus virtudes. Las mujeres deben ser madres porque han nacido para ello, y una vez que lo son deben cumplir con las expectativas de la buena madre, aunque la experiencia no resulte tan maravillosa como se la habían pintado.
“¿Qué clase de madre sería si no le dijera a mi hija la verdad sobre la maternidad y colaborase con la sociedad en perpetuar esas imágenes?”, es una de las preguntas que le formuló a Donath una de sus entrevistadas. La autora explica cómo muchas de las mujeres con las que habló “se sienten culpables, se sienten delincuentes emocionales, como si rompieran las leyes de los sentimientos”.
En Madres arrepentidas Donath entrevista a tres grupos de mujeres: aquellas que no querían ser madres pero accedieron por diversas razones, las que no sabían si querían pero pensaban que era lo que debían hacer, y las que lo deseaban porque creían que la maternidad mejoraría sus vidas pero no fue así. Ideas tan arraigadas como que las mujeres no pueden sentirse completas sin ser madres o que formar una familia tradicional es necesario para no acabar tus días sola, empujan a muchas mujeres a tener hijos sin tenerlo del todo claro: “A menudo nos dicen que la única forma de cubrir nuestras necesidades afectivas pasa por la maternidad, no se muestran alternativas, pero la realidad es que los hijos no son la única condición para tener familia”, explicaba la autora. Ello, unido a la inexistencia de discursos alternativos, de modelos femeninos alejados de los patrones tradicionales, dificulta que las mujeres adopten una conciencia crítica sobre sus propias vidas.
Donath nos pide que no usemos la palabra “fenómeno”, porque eso significaría que es algo nuevo, cuando en realidad es una experiencia más de las mujeres, vivida casi siempre en silencio, con autocensura y altas dosis de culpabilidad. La finalidad de este trabajo, explica, no es atacar a las mujeres que desean ser madres, sino dar apoyo y visibilizar estas experiencias, para que ninguna mujer, en ningún lugar, vuelva a creer que es mala madre por no sentirse cómo le han dicho que debe hacerlo.
En una sociedad en la que domina un discurso único sobre la maternidad, las mujeres no pueden elegir en libertad.